Entonces, tres uniformados se dirigieron al bar, ingresaron sin tomar
precauciones, y se originó un tiroteo donde murieron los policías”. El
incidente desnudó las dudas y provocó una reunión conjunta en Bahía Blanca
entre las FAR y el ERP. (Montoneros no participó de la operación). Allí
supieron que en la Base Zar
había movimiento de tropas y que aviones de la Marina estaban estacionados
en el aeropuerto de Trelew. Ferreyra señala que después de analizar todos estos
aspectos “los compañeros de las FAR plantearon levantar la acción”. No
obstante, admite que después de un cuarto intermedio y en donde cada uno
discutió con su organización, “se llegó a que no había margen para retroceder”.
Jorge Lewinger (FAR) presente en la reunión, negó que las FAR hubieran pensado
en abandonar la operación: “sí en apresurarla, porque había información que
algunos compañeros iban a ser trasladados al buque Granaderos”, dice. Hasta el
mismo 15 de agosto, día de la fuga, la operación fue un secreto muy bien
guardado. Pero hasta último momento sufrió reestructuraciones.
Esa mañana desde
afuera del penal un trapo rojo flameó en una esquina y fue el indicio que la
fuga estaba en marcha y se ultimaron los preparativos de la huida que contaron
con el guardiacárcel Carmelo Fazio como cómplice. La siguiente es una crónica
de los acontecimientos. 13:00 horas. Los prisioneros formaron como todos
los días una fila para almorzar. A nadie le llamó la atención la falta de apetito.
El asado de vaca como plato principal fue dejado a un lado por temor a quedarse
dormido. 16:00 horas. Los presos que se fugarían se afeitaron y cortaron su
cabello.
La intención fue cambiar su aspecto para no ser reconocidos. 18:15
horas. Los carceleros recorrieron el penal de manera habitual. Sirvieron la
cena pero nadie reparó en los cambios fisonómicos de los reclusos. 18:30 horas.
Los guardias contaron a los detenidos y comunicaron a la guardia de prevención
que el penal se encontraba sin novedad.
En ese momento despegaba desde Comodoro Rivadavia el Bac- 111 de Austral hacia
Trelew con sesenta y seis pasajeros a bordo. Alejandro Ferreyra y Víctor
Fernández Palmeiro con armas escondidas abordaron el vuelo sin problemas. 18:45
horas. Cambio de guardia. La novedad fue que el relevo lo hicieron presos
camuflados con uniforme. Nadie ofreció resistencia. La sorpresa y la agilidad
fueron determinantes. 18:50 horas. Finalizó la toma de los ocho pabellones, la
enfermería y la sala de armas. Los guardias fueron encerrados en los
pabellones. 18:55 horas. Se produjo el único intercambio de disparos entre
detenidos y guardias. Los agentes Gallarraga y Valenzuela se interpusieron con
un FAL en la entrada del penal. Gallarraga fue herido y sobrevivió. Valenzuela
fue “anulado” y se convirtió en el único muerto en la operación. Entretanto,
Carlos Goldenberg llegó hasta el penal al volante de un Ford Falcon. Aguardó a
que subieran Roberto Santucho, Mario Osatinsky, Enrique Gorriarán Merlo,
Roberto Quieto, Domingo Menna y Fernando Vaca Narvaja y salió a toda velocidad
por la ruta siete rumbo al aeropuerto de Trelew, donde los aguardaba “Anita”
Wiesen. Ferreyra indica que cuando llegaron los compañeros al aeropuerto “se
levantaron de los asientos y le informaron al piloto que el avión no sólo
estaba secuestrado sino que pretendían llegar a Chile”.
El piloto apenas
susurró que el combustible no lo permitiría pero Ferreyra le respondió que
“todos caerían en la cordillera”. No hizo falta más. Mientras tanto, un
centenarde reclusos aguardó ansioso los vehículos manejados por Lewinger. Sin
embargo, jamás llegaron. El hombre de las FAR confundió una señal y nunca
ingresó al penal. “No vi la frazada colgada y pensé que la operación se había
cancelado. A los pocos kilómetros conversé con los otros choferes y me di
cuenta que la señal inicial ya la había dado Goldemberg. Lo que yo vi, fue un
error de los que me habían hecho la señal. Pero en realidad la indicación de
que estaba todo bien ya había sido hecha. Por eso volvimos al penal”.
Pero ya era tarde. Carlos Astudillo, Rubén Bonet, Eduardo
Capello, Mario Delfino, Alberto Del Rey, Alfredo Kohon, Clarisa Lea Place,
Susana Lesgart, José Mena, Miguel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica
Sabelli, Ana María Villareal de Santucho, Humberto Suárez, Jorge Alejandro
Ulla, Humberto Toschi, María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo
René Haidar, preocupados porque los camiones no llegaban, llamaron tres taxis y
se fugaron rumbo al aeropuerto. Llegaron minutos después de que el avión
hubiera despegado. Los diecinueve militantes coparon el modesto aeropuerto de
Trelew y observaron cómo sus sueños de libertad se escabullían entre las nubes.
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