F. - ¿Pero de
aqueste qué infieres?
I. - Infiero que
ni el juramento del vasallaje que han prestado al español los americanos, ni la
posesión de trescientos años que ha logrado aquél en ella, son título
suficiente para deberlos dominar. No el juramento, porque no debiendo haber
sido más libre que aquel en que sacrifica el hombre su libertad misma, no ha
inducido en el americano obli¬gación alguna el violento y cautivo que ha
prestado al español si el terror que ha inspirado en él la ferocidad de aquél,
el miedo de ser víctimas sangrientas de su despotismo, la terrible situación de
ser destituidos de armas para defenderse, el ver depositada la fuerza en solos
los españoles y en ellos solos reunida la autoridad, es el cautivo principio de
donde nace su compromiso. Y si no, responded, ¿de dónde resulta la nulidad del
vasallaje que han prestado los habitantes de la península al francés Emperador?
Sin duda de la fuerza que les infiere la imposibilidad de resistir.
Pero aun cuando
este juramento fuese libre y espontáneo, no fue, como rengo dicho, bajo de la
tácita e indispensable condición de que los monarcas españoles los mirasen con
amor y felicitasen su patria. ¿Y bien? ¿En dónde está esta felicidad? ¿En la
ignorancia que han fomentado en la
América ? ¿En la tenaz porfía y vigilante empeño de impedir a
Minerva el tránsito del océano y de sujetarla en las orillas del Támesis y del
Sena? ¿En tenerlos gimiendo bajo del insoportable peso de la miseria, en medio
mismo de las riquezas y tesoros que les ofrece la amada patria? ¿En haberlos
destituido de todo empleo? ¿En haber privado su comercio e impedido sus
manufacturas? ¿En el orgullo y despotismo con que se les trata por el español
más grosero? ¿En haberlos últimamente abatido y degradado hasta el nivel de las
bestias?
Sí. en esto consiste la felicidad que les ha prodigado la España y de aquí mismo la
nulidad de sus votos. Si de la dominación de trescientos años queréis valeros
para justificar la usurpación, debéis confesar primero que la nación española
cometió un terrible atentado cuando, después de ochocientos años que se sujetó
a los moros, consiguió sacudir su yugo. Debéis responder a la misma España,
Francia e Inglaterra que después de haber sufrido una dilatada serie de años la
dominación de los romanos, restablecieron al fin su libertad y merecieron los
elogios de toda su posteridad.
¿Queréis que
cuando la España ,
por manifiesto castigo del brazo vengador del Omnipotente, sufre en su ruina y
destrucción la misma suerte que ha hecho experimentar a las Américas,
permanezcan y estén sujetas todavía a un Fernando que habla conmigo ahora en la
región de los muertos? ¿Queréis que cuando el cielo les abre la puerta de la
felicidad, sean tan insensibles que permitan el pesado yugo de otra nación? ¿No
es cierto que cuando la convulsión universal de la metrópoli y el terrible
contagio de la entrega llegaran sin duda hasta la América , deben aspirar a
vivir independientes?
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