miércoles, 4 de septiembre de 2013

Primeros cementerios de Flores - Parte 2


“El 20 de Setiembre de 1832 fue bendecido el nuevo Cementerio por el cura que firma, autorizado por el ilustrísimo señor Obispo y Vicario Apostólico acompañado del Juez de Paz y vecindario y dos eclesiásticos más que solemnizaron la función habiendo sido cantada. Este edificio se ha construido con donativos del vecindario y del Gobierno de la Provincia. Martín Boneo”. (4)

En efecto, una circular de Rosas del 1º de junio de 1831 había dispuesto que los jueces de paz de la campaña entregaran los importes de las multas a beneficios de las iglesias. Terminada la de San José de Flores, este dinero se aplicó al cementerio del pueblo. Años después fue ampliado y refaccionado. El propio doctor Boneo consignó la noticia:

“El día 27 de octubre de 1850 se le dio doble extensión al Cementerio de esta Parroquia, refaccionando todo el antiguo y bendiciendo todo lo nuevo. Esta obra tuvo de costo 12.500 pesos de los fondos de la Iglesia”. (5)

Muchos antiguos vecinos de Flores fueron inhumados en esta necrópolis, contándose entre ellos algunas figuras destacadas de la sociedad porteña como Rafaela Aramburu de Lezica, esposa de Ambrosio Lezica, que fue sepultada el 14 de octubre de 1833; o los de don Joaquín Belgrano, que corrieron igual suerte el 14 de mayo de 1849. Este último había dispuesto en su testamento ser enterrado en Flores, y habiendo fallecido en la ciudad el 2 de julio de 1848, un año después se trasladaron sus restos del Cementerio del Norte al del pueblo. Allí descansaba su esposa Catalina Melián desde el 18 de febrero de 1832.

Pocos días después de la Batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) comenzaron a ser inhumados en Flores algunas víctimas de la batalla. El 1º de febrero, Juan Monsalvo, militar “que murió ayer herido de bala, en la acción de la Cañada de la Paja”, José Martínez, Francisco Toledo y Luis Gibes “heridos de bala en la batalla de Caseros” y también dos jóvenes que murieron “el 6 fusilados en Caseros”.

El 2 de febrero de 1856 se sepultó en el cementerio del pueblo el cadáver del infortunado general Gerónimo Costa, fusilado por orden del gobernador Obligado después de estar tres días en capilla. Su cuerpo había sido abandonado en el sitio de la ejecución después del fracaso de la sublevación que encabezara. Doña Mercedes Rosas de Rivera, hermana del Restaurador y esposa del doctor Miguel Rivera, uno de los médicos más caracterizados de Buenos Aires, se presentó al gobernador pidiendo autorización para retirar su cadáver, ya que “estaba persuadida que la mano de la autoridad no podía extenderse hasta la mansión de los muertos”. Así pudo ser inhumado en Flores, pueblo que al día siguiente se asoció con un solemne tedeum a los festejos por la derrota del propio Costa.

En abril de 1863, a pedido del cura párroco, se destinó un espacio del cementerio para sepultar a los protestantes y disidentes. El presidente de la Municipalidad entrevistó al señor Silveira “que ocupa un terreno a continuación del Cementerio para que lo cediese con este fin”, aunque personalmente consideraba inconveniente “aumentar más el Cementerio allí por lo inmediato ya a la población”. (6)

En el interín, la Municipalidad local dispuso que el cementerio pasase de la jurisdicción eclesiástica a propiedad pública, lo que se comunicó al padre Ramos y Otero por nota del 25 de julio de 1865, suscrita por el presidente de aquella corporación Bartolomé Vivot. No obstante, las partidas de defunción continuaron siendo asentadas en la iglesia.

(4) Libro 2º de Defunciones de la Iglesia de Flores. Folio 177 v.

(5) Libro 4º de Defunciones de la Iglesia de Flores. Folio 123 v.

(6) Archivo Histórico Municipal. Actas 1863. Legajo 3.






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