domingo, 23 de junio de 2013

La traición de John Halsted Coe - parte 3



Juan Halsted Coe

Mientras el Congreso General Constituyente sesionaba, Urquiza no deseaba forzar, militarmente, la situación en Buenos Aires.  Lagos mantenía el sitio por tierra y una escuadra, enviada por aquél, y al mando del coronel norteamericano Juan Halsted Coe, vigilaba la ciudad desde la llanura cobriza del río.

¿Quién era Coe?  Un típico mercenario, capaz de poner su aptitud técnica al servicio de quien  mejor le pagara.  Su vinculación con estas provincias databa de la época de la guerra contra Brasil.  Nacido en Springfield, Estados Unidos, en 1806, Coe había ofrecido sus servicios a Brown cuando éste se encontraba empeñado en formar una escuadra que pudiera contrarrestar, siquiera en parte, el bloqueo impuesto a nuestras costas por la armada imperial brasileña.  Al mando de la “Sarandí”, el capitán Coe logró desempeñarse algo más que discretamente; tanto que el almirante Brown le confió posteriormente el mando de una fuerza que debía hostilizar el tráfico de las costas del Brasil.

En sus “Memorias”, el bravo irlandés reconoce que fue criticado por otorgar esa responsabilidad a un recién llegado como Coe.  Más tarde, el marino yanqui aprovechó las alternativas de la guerra civil para servir en uno u otro bando, de acuerdo con sus conveniencias.  En 1835 Rosas lo separó de todo mando militar y entonces Coe se dirigió a la Banda Oriental, donde Fructuoso Rivera lo empleó como jefe de su escuadra.  En 1841 volvió al servicio de Rosas, pero en los últimos años de éste ya Coe no tenía mando efectivo alguno.  Había tenido la suerte –o la habilidad- de entroncar por casamiento con una de las  principales familias de Buenos Aires, los Balcarce, lo que le permitió vinculaciones sociales que favorecieron siempre sus diversas transiciones.

Cuando Urquiza comprendió que la derrota de Buenos Aires radicaba en la efectividad que se pudiera dar al bloqueo de la ciudad, designó a Coe jefe de la escuadra confederada.  El yanqui era experto y podía hacer bien su papel.

La prensa porteña machacaba insistentemente sobre la necesidad de robustecer la defensa de la ciudad.  Logró que algunas colectividades extranjeras –italianos y españoles- constituyeran cuerpos militares, denominados Legiones.  Pero sostenía que “…los recursos que se han tocado con referencia a la Escuadra Nacional no están en proporción con lo que ha debido hacerse…. ¡Qué importa el sacrificio de algunos millones empleados en la compra de vapores!… La dominación del río importa el triunfo completo sobre el enemigo” (“El Nacional”, 18 de abril).  Recordemos esta afirmación sobre la importancia que los unitarios daban a la necesidad de liberarse del bloqueo de la escuadra comandada por Coe.

Primer enfrentamiento de las escuadras

El primer encuentro serio de los buques de la Confederación con los capitaneados por Florencio Zurowsky, jefe de las naves porteñas, cerca de Martín García, fue desalentador para Buenos Aires.  Los buques confederados mejor equipados eran el “Correo”, el “Enigma”, “Fama” y “Maipú”.  Entre los locales estaba el “Buenos Aires”, a quien hacía poco le habían cambiado su nombre original: “Manuelita”.

Al contestar el informe que Zurowsky le envió sobre el combate naval, el general Paz, jefe por entonces de todas las fuerzas porteñas, expresaba en una nota fechada el 24 de abril: “El Gobierno ha visto con pesar que el éxito no ha correspondido a nuestros marinos, pero le queda la satisfacción como debe quedarle a V.S.  y a los valientes que tiene a sus órdenes, que el honor de nuestra bandera ha quedado sin mancha y el de nuestras armas bien puesto”.  Y agregaba este párrafo: “El (honor) no será empañado por la traición y cobardía de unos pocos, que prefiriendo un puñado de oro a nobles aspiraciones de un guerrero, renuncian para siempre a la verdadera gloria para arrastrarse durante toda su vida con deshonor e ignominia…” (“El Nacional”, 25 de abril de 1853).

Ya formalmente declarado el bloqueo de Buenos Aires por parte de la escuadra de Urquiza, el 17 de mayo la Sala de Representantes comunicó al Poder Ejecutivo provincial que había sancionado con fuerza de ley que “…la Casa de Moneda emitirá a la circulación y entregará al Gobierno para los gastos de la administración pública diez millones de pesos moneda corriente de cuya inversión el Gobierno pasará cuenta en su oportunidad; se autoriza al Gobierno para tomar de la Caja de Crédito Público dos millones de pesos, que existen en letras de receptoría, pertenecientes al fondo amortizante….”, etc.  Curiosa generosidad….

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