lunes, 2 de julio de 2012

Manuel Quintana Y Bernardo De Irigoyen – parte 4



Diplomático, de nuevo legislador, jurista

Pese a ser adversario del presidente Sarmiento, éste le encomendó en 1871 una misión diplomática ante el gobierno del Paraguay para la negociación de un tratado definitivo de paz, luego de concluida la guerra con la muerte del presidente Francisco Solano López.
En el cumplimiento de ese cometido, Quintana puso en evidencia sus conocimientos diplomáticos y su firmeza.
Sus divergencias con el representante brasileño, barón de Cotegipe, quien buscaba apartarse de las estipulaciones del Tratado de Triple Alianza de 1865, lo llevaron a dar por concluidas sus gestiones y abandonar Asunción, conducta que fue plenamente aprobada por el gobierno nacional.
Siempre que le tocó defender los derechos argentinos en el exterior se mostró como un diplomático maleable en la negociación pero imperturbable en la defensa de los intereses del país.

En el Paraguay contó con selectas amistades. Su esposa, Susana Rodríguez Viana, había nacido en esa tierra tan próxima, a pesar del largo y doloroso conflicto, al corazón de los argentinos.

Cuando se iniciaron los trabajos electorales para la renovación presidencial de 1874, un grupo de personalidades propuso su nombre para oponerse al candidato oficial, Nicolás Avellaneda, con el fin de atemperar las intenciones revolucionarias del Partido Nacionalista de Mitre, pero la iniciativa se frustró por falta de número.
Continuó ocupando su banca en el Senado donde fueron famosas sus polémicas con Sarmiento.

Quintana se desempeñaba como abogado del Banco de Londres; y con ese motivo actuó con convicción pero en forma errónea al producirse un conflicto entre esa firma y el gobierno de Santa Fe, al que nos referiremos luego, al trazar la semblanza de Bernardo de Irigoyen.

Después de un viaje por Europa, en 1878 volvió a sentarse en una banca de diputado nacional. Era presidente de la Cámara cuando el gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, se levantó en armas contra el gobierno federal. El presidente Avellaneda dispuso que la sede de las autoridades se trasladase al pueblo de Belgrano. Ello implicaba que también lo hiciera el Congreso.
Quintana estuvo entre los legisladores que optaron por permanecer en Buenos Aires, por lo que su cargo quedó vacante.

Concluida la sangrienta rebelión, asumió la primera magistratura el general Julio Argentino Roca, del que no era partidario ni amigo. Se entregó de lleno a la atención de su bufete, pero requerido para colaborar en los preparativos destinados a la repatriación de los restos del Libertador San Martín, presidió la comisión respectiva.

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