viernes, 4 de mayo de 2012

La Ideología del Desarrollo y el Desarrollo de la Ideología – parte 2


La ideología como objeto de análisis

La primera cuestión es ponernos de acuerdo sobre las palabras. A los efectos de nuestro análisis entenderemos por ideología una visión del mundo que incluye una filosofía de la historia y el papel del hombre en ella. Una estimación de las probables líneas del desarrollo hacia el futuro y un conjunto de prescripciones sobre como acelerar, retardar y/o modificar la dirección del desarrollo histórico.

Nos parece que, en el caso de Arturo Frondizi, tal concepto de la ideología resulta compatible con su “Weltanschauung”, para utilizar la intraducible palabra de los alemanes, o, lo que resulta más comprensible, su cosmovisión del mundo.

Las ideologías políticas dicen lo que hay que hacer desde el poder y para quién, mientras que los esquemas programáticos, que son un desprendimiento de ellas, señalan el cómo y el cuándo de tales acciones. En consecuencia, la fijación de prioridades en el gasto público es una cuestión esencialmente ideológica. El por qué se privilegia una inversión o se hace una obra y se posterga otra, encuentra en la ideología su respuesta.
Y puesto que inevitablemente sus propuestas tienen destinatarios, es decir, favorecen o perjudican a alguien concreto, todas las ideologías políticas llevan en sus entrañas una ética, o sea una justificación deontológica o axiológica de sus planteamientos. Hay una ética del poder y una ética de la distribución del ingreso o de la solidaridad. Esa ética del poder que subyace en las ideologías y en sus cambios o transformaciones es la que, a nuestro parecer, funda la sólida personalidad moral de Arturo Frondizi.

Una de las grandes falacias de nuestro tiempo es que han muerto las ideologías. Es una tesis falsa y peligrosa promovida por quienes hacen política hablando contra la política y cultivan la antipolítica postulando el “gobierno de los gerentes”. Es falsa, porque no es verdad que hayan muerto: están indisolublemente ligadas a la teoría y práctica del gobierno.

Es cierto que algunas ideologías han entrado en crisis, porque la crisis es parte de la existencia y de la vida. Las ideologías tienen vida, por tanto, están sometidas a las inexorables leyes de la dialéctica. Ellas son perfectibles, están en permanente revisión e integración, como lo demuestra el ejemplo de Frondizi. La quietud ideológica no existe, no hay sagradas escrituras políticas establecidas de una vez y para siempre. Ninguna ideología es eterna. Lo que muere, o debiera morir, son los dogmas, los fundamentalismos, la charlatanería seudo-ideológica y las verdades políticas inmutables. Han muerto, o deben morir, los paradigmas políticos con pretensiones de eternidad. Pero las ideologías viven, evolucionan, se transforman y trascienden a sí mismas. Son las diversas formas de entender la organización de la sociedad y la conducción del Estado.

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