miércoles, 11 de abril de 2012

El asesinato de Urquiza - parte 3

La Guerra del Paraguay, consecuencia forzosa de la intervención brasilera en los asuntos orientales le dará oportunidad para demostrarle hasta dónde ha llegado el desafecto.

Varios de sus más adictos partidarios y servidores se alejan de su lado y algunos van a vocear sus agravios en libelos y periódicos, diciéndose defensores del pueblo entrerriano, oprimido por su despotismo y esquilmado por su avaricia. (…) El doctor Evaristo Carriego, 2 que ha sido su panegirista y volverá a serlo después, cuando, desaparecido el prócer, reconozca hidalgamente su error y aprecie, con serenidad, su inmensa labor constructiva, publica en El Pueblo una serie de violentos artículos que contienen cargos lapidarios contra el vencedor de Caseros… (…) …Carriego, que era entrerriano, hablaba en nombre de los entrerrianos, y sus escritos fueron los fermentos más eficaces que prepararon la explosión del 11 de abril de 1870.

[Urquiza] se hace elegir nuevamente gobernador de Entre Ríos, en reemplazo de su antecesor don José María Domínguez que termina su mandato el 24 de abril de 1868, y que ha desarrollado su gestión gubernativa trabado por la influencia absorbente del caudillo supremo. Los entrerrianos se sienten atados por un nuevo período de cuatro años al yugo personal de Urquiza, (…) que lleva ya 29 años consecutivos de dominio en la provincia…

La revolución que culminará en la tragedia del 11 de abril comienza a gestarse entonces como la única solución posible. (…) La idea del asesinato de Urquiza flotaba en la atmósfera, como una obsesión latente, alimentada por el rencor de sus adversarios.
La incitación de Sarmiento en su famosa carta a Mitre: “No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton o la horca” gravitaba, como consigna siniestra, sobre la vida del prócer, a quien llegaban continuamente prevenciones más o menos fundadas de sus amigos.

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