viernes, 13 de enero de 2012

Batalla de Guayabos - parte 4

Desde el Potrero de Queguay, el coronel Dorrego con sus fuerzas, se dirigió a Paysandú, lugar al que llegó también Zapiola y el mayor Cortinas, trayendo a cuarenta hombres, con la esperanza de que algunos de los dispersos se hubieran incorporado a las otras dos divisiones, pues muchos tomaron por grupos la dirección de San José y Montevideo.

Dorrego apreció que las pérdidas del oponente, entre muertos y heridos, fue el triple de las propias, y que la mayor prueba la aducía, no sólo en las bajas, sino en el desorden y confusión que se produjo entre ellos durante el último ataque que llevaron ya de noche, que los dejó en tan mal estado, que no obstante saber el adversario, que la división patriota se encontraba casi de a pie y con pocos efectivos, no se animaron a perseguirlos ya que por el mal estado de sus cabalgaduras, tuvieron que marchar a pie, llevando sus caballos de las bridas hasta la llegada a Paysandú.

Las pérdidas propias no pudieron apreciarse en los primeros días sino aproximadamente, y así se habla de diecinueve heridos incluso el teniente Lima que marchaba en la columna, calculándose entre cincuenta a sesenta muertos. Del Regimiento faltaban treinta y dos granaderos, y los alféreces Barros y Peña, del Nº 3 faltaban el teniente Paz, el alférez Pierez y 123 hombres, incluso los pasados. De los Granaderos de Infantería, faltaban los capitanes Conge, Celis, los tenientes Martínez, Moreno y 103 hombres. De los Dragones de la Patria, el capitán Lima y 60 de tropa.

El coronel Dorrego, terminaba el parte recomendando a los tenientes coroneles Zapiola, Vargas y Viera, sobre todo a Vargas, recalcando que durante la acción, desplegó un valor extraordinario. Incluye en la recomendación al capitán Arias, teniente Suárez, Lavalle y al cadete Hidalgo, todos pertenecientes al Regimiento. Del Nº 3, al comandante de guerrillas, capitán Julianes, al mayor Ibarrola y ayudante Virnes. De Granaderos de Infantería, a los capitanes Conge, Celis y teniente Martín y al capitán Lima y teniente Lima de los Dragones de la Patria, así como al teniente Espinosa y alférez Mondragón del mismo Regimiento, terminando la recomendación en el ayudante Marcos Vergara, que durante la acción actuó como ayudante del coronel.

Sabedor Viamonte de que Dorrego había sido batido en Arerunguá, mandó al teniente coronel José Melián que pasase inmediatamente al Uruguay con 300 hombres para proteger a los dispersos lo que ejecutó situándose en Paysandú, donde recibió al teniente coronel Zapiola, algunos oficiales y parte de la tropa de su regimiento. Igualmente fueron auxiliados Dorrego y el resto de la división, facilitándose los medios para que se trasladasen a Concepción del Uruguay.

Igualmente se dispuso el regreso del comandante Melián, y en conocimiento de que algunos caudillos artiguistas (Otorguéz y Basualdo) habían cruzado el Uruguay, Viamonte ordenó que el comandante Melián con 100 Dragones de la Patria, recién llegados de Buenos Aires, y los coroneles Valdenegro y Hortiguera con sus fuerzas, salieran a batir a tales caudillos, los que fueron completamente deshechos en el Rincón.

Las causas principales que se pueden atribuir a la derrota de Arerunguá, son específicamente dos: 1) a la falta de cooperación entre las diferentes divisiones que operaban con un mismo fin en el territorio uruguayo, y el de Entre Ríos, y 2) al número excesivo de tropa extranjera afectada a la división Dorrego, que apenas tuvieron una oportunidad, se pasaron al otro bando en la proporción de más del 30% del efectivo de esta división.

En la derrota sufrida por nuestras armas en aquella jornada, no intervinieron para nada las concepciones estratégicas de los caudillos orientales, según insinúan algunos historiadores del vecino país, sin tener en cuenta, que en ningún momento de la campaña, aquellos revelaron semejantes condiciones profesionales pues cada caudillo obraba independientemente, y a menudo, bajo la influencia divergente de rivalidades profundas, que también prevalecieron en las numerosas guerras civiles, que casi hasta nuestros días, han ensangrentado al estado cuña que creamos en Ituzaingó.

El Supremo Director, compenetrado de la actitud de Viamonte, al no prestar la cooperación mínima que le solicitó Dorrego, de acuerdo con las órdenes expresas y claras impartidas por el Ministro de Guerra, dispuso el 14 de enero de 1815 su relevo como teniente gobernador y jefe de las fuerzas de Entre Ríos, designando en su reemplazo, con carácter interino al coronel Eusebio Valdenegro.

El 19 de enero de 1815, en una comunicación que el Director Supremo hacía al coronel Valdenegro, disponía la suspensión de todas las operaciones militares en la Banda Oriental, con el consiguiente repliegue al Cuartel General, de las tropas que operaban en dicha provincia, que no debían empeñar acción alguna, sin que una manifiesta ventaja prometiera un resultado feliz. El coronel Soler tenía orden de replegarse sin demora hacia San José o las Caleras de García, dejando a las fuerzas de Entre Ríos y Corrientes bajo la dependencia del coronel Valdenegro, incluso las de Dorrego, con los restos de su división.



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