viernes, 13 de enero de 2012

Batalla de Guayabos - parte 3

Dorrego franqueó el paso con cuarenta Dragones de la Patria, haciendo replegar a las guerrillas sobre las divisiones que se encontraban formadas en las alturas de la loma, como a cuatro cuadras del paso, y en el siguiente orden: 400 blandengues al centro, con el caballo de la rienda, seguramente para combatir a pie, frente al paso había un corral de piedras, ocupado por unos 50 milicianos, en los costados los escuadrones de los capitanes Ledesma y Llanes a caballo, en el centro y a retaguardia, tenían también una pieza de a dos, servida por unos 60 a 80 negros y un esmeril, las milicias de Paysandú, Mercedes, y Soriano, en segunda línea a retaguardia del centro, pocos metros a retaguardia del escuadrón Llanes (flanco derecho del oponente), una compañía de blandengues a caballo, al reserva constituida por 300 blandengues pie a tierra y con el caballo del diestro, a órdenes del comandante Rufino Bauzá, se encontraba en una hondonada, a retaguardia y detrás del ala izquierda enemiga la que no fue vista, por estar bien oculta detrás de las primeras lomadas.

Después que la división cruzó el paso de Guayabos, Dorrego ordenó echar pie a tierra a la infantería dejando 50 criollos a caballo de reserva. Formó su línea en el orden siguiente: los 200 hombres del Regimiento sobre el costado derecho; a continuación extendiéndose a la izquierda el Nº 3, la pieza de a 4, y los Granaderos de Infantería, sobre el ala izquierda, los Dragones de la Patria. El capitán Julianes con 40 hombres del Nº 3 recibió la orden de apoderarse del corral, lo que realizó brillantemente, después de una reñida lucha, aunque con bastantes pérdidas por ambas partes. La caballería enemiga del ala izquierda, trató de retomar el corral, pero el Regimiento con el teniente coronel Zapiola al frente, concurre en protección del valiente capitán Julianes, actitud que paraliza a la caballería enemiga, que se mantiene alejada a prudente distancia. En seguida, Dorrego hizo avanzar toda la línea de frente, mandando una guerrilla de los Dragones de la Patria, para que el adversario no flanquease su línea en su ala izquierda, ya que la del oponente era más extensa, pues tenía como mil hombres desplegados en primera línea, y la división Dorrego, sólo contaba con setecientos en formación, y más de cien distribuidos entre los cuidadores de la caballada, custodia de las municiones y guardia en el paso.

Al avanzar la infantería de la 1ª división, retroceden los tiradores adversarios, dejando en descubierto al cañón y al esmeril los que abren fuego, conjuntamente con los tiradores que abren el fuego a una distancia de 180 metros. El cañón de a 4 de la división, en el primer disparo se inutilizó enteramente “haciéndose mil pedazos toda la cureña”. La infantería recibe la orden de hacer alto, y repeler por el fuego la agresión enemiga. Sobre el ala izquierda (donde Dorrego previniendo un envolvimiento por parte del adversario, había mandado a 50 Dragones de la Patria para que actuaran en guerrilla) los Dragones paralizaron un ataque de parte de la caballería enemiga situada sobre el ala derecha, la que tuvo que retroceder al punto de partida al iniciar la carga. A los primeros tiros de la infantería de la primera división, un sargento del Nº 3 con unos 60 hombres europeos, poniendo dos pañuelos blancos en las bayonetas, se pasaron al otro bando, y el sargento Ríos de los Granaderos de Infantería, ejecuta una acción igual acompañado por un grupo de unos 20 más de los mismos.

Al hacer unos amagos de carga por parte de la caballería enemiga, siendo aproximadamente las 16.30, el coronel Dorrego ordenó la carga a su caballería, pero la enemiga ejecuta intencionalmente una retirada, y nuestra caballería al llegar próxima al bajo, es sorprendida por un vivo fuego de los blandengues de Bauzá, que se encontraban en la hondonada próxima al lugar del combate, vacilan sorprendidos un instante, y son cargados por toda la caballería de Rivera, la que logran rechazar y perseguir un trecho a la nuestra. Dorrego trató en vano de reanimar a las tropas y hasta él mismo cargó al frente de la reserva, pero no pudo restablecer el equilibrio de la situación, pues ya se había producido el entrevero con nuestra infantería y caballería, luchándose cuerpo a cuerpo con una desventaja numérica desproporcionada. El valor personal de los jefes que al frente de pequeñas fracciones, cargan y logran contener a la caballería oriental, permiten a la infantería reorganizarse y romper nuevamente el fuego, obligando a los blandengues y milicianos orientales a retroceder hasta ponerse fuera del alcance del fusil, pero éstos se reorganizan, y echando pie a tierra, inician de nuevo el combate a pie, apoyados por el cañón y el esmeril.

La infantería debilitada por la deserción de los europeos pasados, que en el entrevero aumentaron en mayor proporción, y ya penetrado por el claro dejado en las filas por los pasados, se fue replegando a los pasos a las 6 de la tarde por orden del coronel, antes de que el oponente los hubiera ocupado, para continuar desde allí la lucha, pues Dorrego mantenía aún la esperanza, de que llegaran los refuerzos procedentes de Paysandú, que había solicitado con anterioridad insistentemente a Viamonte. Mientras la infantería ya montada se dirigía a ocupar los pasos, el Regimiento y los Dragones de la Patria, tuvieron con sus guerrillas, que impedir a la caballería adversaria, se precipitara sobre los pasos, lo que hubiera transformado a la retirada en un completo desbande. El oponente se acercó a los pasos a eso de las siete de la noche, abriendo el fuego de fusilería, al mismo tiempo que usaba el cañón y el esmeril. En el paso volvieron a pasarse otros europeos en número mayor de veinte.

No obstante, el adversario momentos antes de obscurecer, logró forzar los pasos, pero los nuestros se encontraban ya en línea de batalla en lo alto de una loma, esperando a que se reuniesen los aun dispersos. Se designaron algunas guerrillas para contener al bando oponente, mientras el resto se dirigía al Potrero del Queguay, donde los jefes pudieron reunir durante el día 11 a cuatrocientos hombres, entre éstos muchos oficiales. Ya entrada la noche del día 10 se oyó el toque de reunión en el campo adversario, y sólo algunas pocas partidas siguieron a las fuerzas argentinas, más con el propósito de aprehender a los oficiales que a combatir.


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