viernes, 13 de enero de 2012

Batalla de Guayabos - parte 2

Como el día 30 no llegara el coronel Hortiguera, y el coronel Dorrego dudaba de que éste le fuera a prestar auxilio, le ordenó al teniente coronel Viera, que se le incorporara a la división, al mismo tiempo pidió al coronel Viamonte, que se encontraba en Concepción del Uruguay, desempeñando en esa fecha las funciones de teniente gobernador de la provincia de Entre Ríos, que lo auxiliara con quinientos caballos, y con ciento cincuenta hombres hijos del país, y de un cañón, a más de los cien hombres del comandante Viera, que se encontraban en Paysandú.

Durante cinco días consecutivos mandaba frecuentes chasques al coronel Viamonte reiterando su pedido, y recién cuando la división llegaba al Potrero de Queguay (31 de diciembre) recibió una contestación nada alentadora del coronel Viamonte, rehusando el auxilio bajo varias fútiles protestas, y a la vez le transmitía una orden que poseía del Supremo Gobierno, en que se le ordenaba, que los hijos del país que se encontraban a órdenes del coronel Valdenegro, podía disponerlos el coronel Dorrego en ausencia del coronel Soler. De acuerdo con esta orden que tenía Viamonte, volvió Dorrego a despachar otros cuatro chasques sucesivamente, reiterando otra vez más, el auxilio de cien o ciento cincuenta hombres y de cuatrocientos caballos, sin haber logrado el envío ni siquiera de un solo hombre. La mala voluntad del coronel Viamonte influyó perjudicialmente sobre el éxito de esta campaña.

La división permaneció en el Potrero de Queguay, durante ocho días a la espera de los refuerzos solicitados, pero solamente se incorporó el teniente coronel Viera con cincuenta europeos, pues el cañón y los cien hombres más en auxilio que debía traer este jefe, quedaron en Paysandú, en espera de la orden de marcha que debía impartir el coronel Viamonte, y como no la dio, allí quedaron esos cien hombres, hasta después de ser batido Dorrego. El coronel Valdenegro había hecho múltiples gestiones ante el coronel Viamonte para cruzar el río Uruguay, y concurrir en auxilio de Dorrego, pero Viamonte no se lo permitió, con diferentes pretextos y reproches inverosímiles y en esta situación, Dorrego resolvió avanzar a Arerunguá con la esperanza, de que Valdenegro que con sus fuerzas se encontraba en Entre Ríos, se le pudiera unir por el Salto. Por otra parte, en el Potrero del Queguay, empezaba a escasear el pasto, y se estropeaban de los basos las caballadas (mal del baso). Antes de iniciar la marcha, se mandaron a tres personas por distintos caminos, para informarse, si el adversario se encontraba en Arerunguá, los que al regresar informaron en igual tenor, de que no había persona alguna en esos parajes, pues las tropas enemigas se habían retirado por el camino de Mataojo hacia Mercedes.

Durante la permanencia en el Queguay a las puntas del Arerunguá o Cañada Honda, media legua distante del paso de los Guayabos, la 1ª división empleó tres días de marcha (días 8, 9 y 10 de enero de 1815) en recorrer esta distancia, y el teniente coronel Viera, que este día marchaba con treinta hombres al frente de la columna como vanguardia, comunicó que antes de llegar al paso de Guayabos, se encontraba una fuerza como de cincuenta hombres, pertenecientes al escuadrón de Lavalleja, que con el resto del efectivo de esta unidad, guarnecían los pasos de las picadas. En el acto Dorrego pasó a reconocer al oponente, ordenando que las tropas que se encontraban acampadas en la Cañada Honda ensillase y marchasen hacia aquel punto. Dorrego, desde una altura próxima al paso observó que en las colinas inmediatas del otro lado del obstáculo, se encontraban dos divisiones enemigas, sin lograr ver, las que se encontraban en el bajo detrás de las colinas.

Con las tropas de la vanguardia, acompañado de los tenientes coroneles Vargas y Viera, Dorrego hizo retroceder al escuadrón de Lavalleja, tanto en el paso como en los de las picadas, manteniéndolas en su poder hasta la llegada de la división, a eso de las 12.30 horas, la que llegó al lugar, a la hora y media más o menos desde que se le dio la orden de incorporación.

Como consecuencia de este primer encuentro, la división tuvo cuatro heridos, y la pérdida de algunos caballos, en cambio el adversario tuvo muchas más pérdidas, pues se presentaba a cuerpo descubierto y apelotonados.


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