miércoles, 21 de diciembre de 2011

Argentina, diciembre 2001: el pueblo puso fin a un modelo económico y a un sistema político - parte 4


Es de hacer notar que los hechos en cuestión representan la más alta tasa de saqueos desde 1989, cuando la hiperinflación que debió soportar el ex Presidente Raúl Alfonsín, en que alcanzaron a ser cerca de los 700; posteriormente, durante la segunda hiperinflación que soportó el gobierno de Menem a finales de 1990 y principios del 91, los mismos fueron de alrededor de un centenar. En el primero de los hechos hubieron 16 muertos, mientras que en el segundo solamente se registraron una decena de civiles heridos. Por otra parte, si nos retrotraemos en los datos a lo que fueron los enfrentamientos obreros contra la patronal en la Semana Trágica de enero de 1919 y al movimiento campesino contra la opresión terrateniente en lo que se conoció como La Patagonia Rebelde (Bayer, 1995) -en épocas que gobernaba otro radical, Hipólito Yrigoyen- la reciente crisis social que afrontó De la Rúa es la que mayor cantidad de muertos, heridos y detenidos que registra la historia del país.

Respecto a los denominados "saqueos" a comercios y domicilios particulares es preciso hacer una llamada de atención. Los saqueos existieron en el interior del país y en las zonas periféricas de la Ciudad de Bs. Aires, pero no lo fueron los que se produjeron en la zona céntrica de la Capital. En estos episodios que dejaron imágenes desoladoras -las que recorrieron el mundo gracias a la televisión- de devastación por la rotura de vidrieras, marquesinas, vehículos volcados e incendiados, etc. hubo un hecho social que debe ser señalado para evitar equívocos en su lectura.

No es de extrañar que cuando se producen "puebladas" de tal magnitud, en las mismas se infiltren delincuentes profesionales que aprovechan la oportunidad para robar. En este caso también ocurrió, pero lo interesante a destacar es que cuando los ladrones escapaban de los comercios eran apaleados por los manifestantes que les impedían llevarse el producto de lo robado. Es verdad, en algunos casos fueron los propios manifestantes los que produjeron los destrozos en los comercios y entidades bancarias céntricas, más esto fue el producto de la "bronca" que generó el desalojo vandálico de la Policía Federal de las inmediaciones de la Plaza de Mayo.
En cuanto a los asaltos a domicilios particulares, no se tienen datos certeros de que los mismos hayan ocurrido, más bien parecen ser el producto de una campaña psicológica tendiente a crear un clima de pánico entre la población para así justificar las medidas represivas por parte de los sectores de la alta burguesía que vive recluida en sus barrios cerrados a cal y canto y con protección policial particular.

Lo sucedido durante las postrimerías del año 2001 no fue más que un testimonio de desobediencia civil (Thoreau, 1849; Brauman y Sivan, 1998) ante un acto de fuerza surgido desde el propio gobierno con el dictado del Decreto de Estado de Sitio, el cual limita las garantías constitucionales, que fuera emitido en la noche del día 19 durante un discurso presidencial. Inmediatamente, de modo espontáneo y sin que mediaran banderías políticas, centenares de miles de ciudadanos golpearon desde los balcones y ventanas de sus casas con cacerolas -como "cacerolazo" se lo reconoce al episodio y se ha popularizado desde entonces como forma de reclamo- y se fueron convocando en diferentes esquinas de los barrios para confluir sobre la histórica Plaza de Mayo a pedir la renuncia del Ministro de Economía y, poco más tarde, la del mismo Presidente.
Es interesante hacer notar que los manifestantes no llevaban pancartas partidarias y en sus vocingleros cánticos hacían notar tanto a los dos funcionarios mencionados, como el ex Presidente Menem, diciendo que "son la misma porquería", vale decir, no se trataba de cambiar figuras sino de terminar con un modelo económico que sumió a la ciudadanía en el hambre, la miseria y la desesperanza.
La insulsa, o mediocre, clase media -la misma que lo llevó al poder en 1999- de pronto, y sin que mediaran motivaciones partidarias, pasó de ser extremadamente conservadora en su historia a lo que bien se podría calificar como miembro de un estadio pre-revolucionario amorfo, fruto de la paulatina desaparición de aquel sector de clase, ya que para la fecha del derrocamiento de De la Rúa, se calcula que 8000 personas pasan -diariamente- a formar parte del ejército de desocupados y a vivir por debajo de la línea de pobreza.

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