jueves, 22 de diciembre de 2011

Argentina, diciembre 2001: el pueblo puso fin a un modelo económico y a un sistema político - parte 7


Entre tanto, el Presidente continuaba vociferando a los cuatro vientos que la Nación "debía honrar su deuda externa", pese a que con ello deshonraba la deuda que tenía contraída al interior del país, es decir, con una buena parte de la población viviendo por debajo de lo que -de modo eufemístico- los economistas llaman "la línea de pobreza", mientras el resto se continuaba debatiendo en una crisis económica y financiera de naturaleza tam intensa que no se tiene memoria de algo semejante que haya ocurrido en el país.

ANTECEDENTES INMEDIATOS:

Si se retoma la disquisición que hiciéramos acerca de las diferencias existentes entre "caer" y "voltear", entonces se comprenderá que en política, entendida como un hecho social (Durkheim, 1895), los fenómenos naturales tienen poca o escasa relevancia y ha sido un craso error, ya superado, intentar explicar a los mismos desde lecturas "naturalistas". Los hechos políticos acontecen por acciones, omisiones y reacciones humanas -individuales y fundamentalmente colectivas- lo cual hace que el verbo correcto a utilizar sea el de "voltear", que a lo sumo puede ser utilizado como sinónimo de "hacer caer". Vale decir, es el protagonismo de los pueblos el que históricamente ha puesto fin a una época, a un imperio, a una dictadura y hasta -inclusive- a gobiernos constitucionales. Cuando desde los medios de comunicación se habla de "caída", lo que se está pretendiendo es restarle importancia a la participación protagónica de la "gente" (Magallanes, 1993) en los hechos políticos ocurridos, esto gracias al uso hegemónico y perverso que se hace de los aparatos de control social del Estado (Gramsci, 1949).

Entre los episodios inmediatos que dieron por término con un gobierno constitucional no es posible realizar la diferenciación que hiciéramos anteriormente entre terrores sociales y político-económicos, ya que ellos se confunden en una síntesis dialéctica superadora de la realidad hasta entonces vigente. La crisis se desató de manera explícita cuando en los primeros días de diciembre Cavallo anunciaba -reconociendo implícitamente el fracaso de las políticas aplicadas anteriormente que, al igual que un barco sin timón, en el Gobierno no tenían rumbo y se desviaban permanentemente causando falta de confianza e incertidumbre en todos los sectores sociales- que a partir del día 3 de ése mes se continuaría aplicando con mayor exageración una política definitivamente monetarista.
Dichas políticas son las que produjeron en los últimos 25 años una pésima e inequitativa distribución de la riqueza, ya que aquella se concentraba desmesuradamente en manos de unos pocos y eso hace que nuestro PBI per cápita sea de entre unos 7 u 8 mil dólares anuales, cuando en realidad una parte significativa de la población se encuentra viviendo con un 10% -o menos- de ésa cifra. A lo que cabe agregar que, paradójicamente, nuestro país es uno de los pocos que mundialmente en lugar de generar riqueza genere pobreza: para la fecha de estos acontecimientos históricos se calculaba que por día alrededor de 8 mil personas entraban a engrosar la perversa categoría de "pobres" en un territorio en que abundan las riquezas naturales y con una alta capacidad tecnológica y de recursos humanos que permanece -desde hace años- ociosa, aunque a este término no debe considerárselo en el sentido que le dio Veblen (1899), sino como que no es utilizado con fines productivos.

En realidad, la paridad cambiaria establecida por la Ley de Convertibilidad ya mencionada, hacía por lo menos cuatro años que se había esfumado. Esto como resultado -en un principio- de una salida discreta de divisas del país en búsqueda de paraísos fiscales, hacia plazas consideradas más seguras o simplemente para ser resguardados en su valor nominal "dentro de los colchones". Es de hacer notar que la imprevisibilidad que trae aparejada la improvisación de medidas económicas y políticas ya fue prevista por J. M. Keynes (1936). Dado que él no era psicólogo, recurrió a la noción de instinto -quizás influido por la obra de Freud, a la que había tenido acceso por razones de amistades comunes y hasta familiares y a quién consideraba uno de los personajes más perturbadores e innovadores de su época- para explicar los aspectos emocionales de la conducta económica y, en consecuencia, sostenía que se dividen los aspectos racionales e instintivos de la conducta como una forma de explicar "... nuestro deseo de tener dinero como reserva de valor" y que la misma "... es un barómetro del grado de nuestra desconfianza respecto de nuestros propios cálculos y convenciones acerca del futuro".
Pero, con buen criterio añadía Keynes que las personas -con bastante de talento, por cierto- no suelen acumular dinero "debajo del colchón", sino que al mismo lo depositan en los bancos para lograr la reproducción del mismo por medio de las tasas de interés que reciben al prestárselo a esas entidades.

Pero luego de la crisis financiera, política y social de marzo, la discreta salida se convirtió en una auténtica fuga de capitales en la moneda norteamericana, perdiéndose en menos de nueve meses alrededor del 50% de las divisas que garantizaban la convertibilidad cambiaria. A principios de diciembre alrededor de unos 700 millones de dólares diarios huían de esta forma del Tesoro Nacional.

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