viernes, 11 de noviembre de 2011

Cuando Sarmiento puso a mil pesos la cabeza de José Hernández - parte 3

Sauce, Concepción del Uruguay, Santa Rosa, Don Cristóbal, fueron campos de combate y de muerte. López Jordán “tenía conquistada la libertad de ir a donde quisiera, en una guerra de cansancio, lo que no impedía que la prensa porteña, aleccionada cuando el gobierno nacional no ganaba un combate, la sacara “empardada”, siendo el caso que en Sauce, Santa Rosa, y Don Cristóbal los ejércitos nacionales quedaron estáticos, petrificados, inmovilizados sin caballadas, formando cuadros irreductibles cañones Krupp, recientemente introducidos al país” (Aníbal S., Vázquez, José Hernández en los entreveros jordanistas). En esta lucha, como miliciano, se enrolará el más grande escritor de nuestra historia: José Hernández.
La primera referencia que se hace de él es una carta anónima, sin lugar de procedencia y sin destinatario, que lleva fecha 21 de agosto de 1870. En ella se lee: “José Hernández desde Buenos Aires es el que avisa que han salido 2 o 3 individuos de allí para su campamento pagado por Mitre y Sarmiento, lo que hace suponer que sean extranjeros: pero de todos modos, no se descuide en sus salidas y con los nuevos que le lleguen”.
Hernández tiene que haber avisado lo anterior varios días antes, pues esa fecha se encontraba en Rosario, donde inmediatamente después de su llegada le fueron ofrecidos las páginas del diario La Capital por su amigo Ovidio Lagos. Ofrecimiento que será rechazado por defender ese periódico la causa contraria a los jordanistas.
Luego del combate de Santa Rosa, arribó al campamento de López Jordán el joven Benigno Monteavaro, que había estado preso en Buenos Aires, con el objeto de alistarse en sus filas.

Este era portador de una carta de Hernández al general, fechada el 7 de octubre en Buenos Aires.

Entre otras consideraciones le decía: “En la lucha en que usted se halla comprometido no hay sino una sola salida, un solo término, una disyuntiva forzosa: o la derrota, o un cambio general de situación en la República. Cualquier opinión contraria a esto será un error político grave, que lo detendrá a usted en su marcha, para perderlo al fin. Urquiza era el gobernador tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el jefe traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él. La reacción del partido debía, por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como era el justo castigo del jefe traidor. Opino, pues, que para no empequeñecer su movimiento debe usted tomar esa reacción como punto de mira política. Hace diez años que usted es la esperanza de los pueblos, y hoy, postrados, abatidos, engrillados, miran en usted un salvador… El actual gobierno nacional es arbitrario, despótico y timorato, porque no se apoya en la opinión de los pueblos, sino en las bayonetas de sus reducidos batallones. ¡Quiebre usted el prestigio de esa arma, por medio de una sorpresa acertada, o de una operación atrevida y enérgica, y habrá dado en tierra con todo el poder de los enemigos!” (Vázquez, José Hernández en los entreveros jordanistas, págs. 26-28). Al mes siguiente el remitente de estas líneas está participando en los entreveros jordanistas. De ahí en más correrá la suerte del caudillo, conviviendo nuevamente, en carpas y fogones, con los hombres de su partido.

El 26 de enero de 1871 en laguna Ñaembé, Corrientes, tras una cruenta batalla, -en la que el paisanaje federal no pudo superar la efectividad de la artillería de Viejobueno y del 7 de línea al mando de Roca-, las fuerzas de Buenos Aires lograron un triunfo completo: las fuerzas jordanistas se dispersaron deshechas . “Junto a López Jordán estuvieron ese día Francisco F. Fernández, Pedro C. Reina, Evaristo López, José V. Díaz, Anastasio Cardáis, el “tigre” Villanueva, Pedro Ezeiza y José Hernández.” (Fermín Chávez, José Hernández- Periodista, político y poeta).
Cabalgando en fuga, con la derrota a su espalda, pasarán el río Uruguay por el Rincón de Santa Eloísa, buscando la frontera salvadora.

López Jordán, Hernández, y un puñado de hombres hallarán refugio en Santa Ana do Libramento, en Brasil. En el exilio político se gestará Martín Fierro.

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