lunes, 31 de octubre de 2011

La Revolución del Sud - parte 6

Batalla de Chascomús

Simultáneamente los principales jefes de la revolución, dirigieron una nota colectiva al contraalmirante francés en la que invocando “la afinidad que reinaba entre los principios que los animaban a ellos y a los súbditos de S. M. Luis Felipe”, le pedían libre tránsito y un salvoconducto para que el portador de tal comunicación llegase al campo del general Lavalle.. “Nos es grato comunicar al señor contraalmirante, agregaban, que no reconociendo los ciudadanos que suscriben ninguna clase de enemigo en el extranjero, esperamos que los puertos del Salado y Tuyú, que están en nuestro poder, abriguen cualquier pabellón ultramarino, por más enemigo que sea del tirano que domina nuestra patria”. (10) Al día siguiente el comandante Villarino dirigía otra nota al mismo contraalmirante pidiéndole a nombre de los jefes revolucionarios que estacionara alguna fuerza naval en el Tuyú o en la boca del Salado, a lo que aquél accedió igualmente.

Por su parte el coronel Prudencio Rozas se movió del Azul en la tarde del 3, al frente de unos mil cuatrocientos soldados, veteranos en su mayor parte, y llevando de segundo jefe al coronel Nicolás Granada. Mientras el coronel del Valle esperaba sus órdenes al frente de las milicias reunidas del Tandil, él siguió su marcha llegando en la tarde del 5 a la estancia de Villanueva, cerca del Salado, y acampando en la noche siguiente en la costa de este río, cerca de Chascomús. En la madrugada del 7 atacó a las fuerzas de Castelli y de Rico. Estas lo recibieron valientemente, pero el combate quedó librado desde luego a la iniciativa de los jefes subalternos, dada la poca disposición de Castelli para dirigirlo. Las cargas de la caballería veterana deshicieron las filas revolucionarias. Muerto Crámer, distinguido oficial francés, y el único que hubiera podido siquiera efectuar una retirada hacia el Tuyú donde habría encontrado la protección de los buques franceses que bloqueaban ese puerto. Pedro Castelli fue envuelto en la dispersión de los suyos, dejando en el campo de batalla más de cien hombres fuera de combate y cerca de 400 prisioneros. El coronel Rosas dio inmediatamente libertad a estos últimos, haciéndoles saber que el gobernador de la Provincia prefería creer que habían sido engañados y obligados por la fuerza a tomar las armas, a castigarlos como rebeldes y traidores unidos a los franceses que hostilizaban la República. En la persecución subsiguiente a la batalla fue muerto el infortunado Castelli, y su cabeza puesta a la expectación en la plaza de Dolores; pagándose así tributo a esa bárbara ejemplarización que fue la regla en las guerras medievales, y que se ha aplicado hasta en estos últimos tiempos en los países de habla española. El coronel Rico, más feliz, se retiró al Tuyú embarcándose con 500 hombres en los buques franceses para incorporarse al general Lavalle, y llegando al campo de éste en los primeros días de enero de 1840.

Así concluyó la revolución del sur. La rapidez con que fue sofocada únicamente con las fuerzas que tenía reunidas el coronel Prudencio Rozas, mostró que ella no tenía la importancia que al principio se le atribuyó. Y el haber los que la llevaron a cabo declarado que su causa era común con la de los franceses que agredían al país, no sólo la privó de mayores adhesiones, sino que exacerbó a la opinión, y dio pábulo a que todas las clases de la sociedad reprodujeran a su vez declaraciones de adhesión al gobierno federal y a la persona de Rosas. El mismo día que tenía lugar la batalla de Chascomús, Rosas le dio a la legislatura cuenta de lo que hasta ese momento se sabía dejando “a su patriotismo, libertad y saber, el resolver lo que estime conveniente”. La legislatura se declaró en sesión permanente para deliberar sobre este asunto. El diputado Torres resumió la cuestión así: “Si abominable es la rebelión contra la autoridad legal en circunstancias ordinarias, doblemente es en las extraordinarias en que nos hallamos, cuando la Confederación Argentina y el sabio magistrado que la dirige hacen los mayores esfuerzos para conservar nuestra libertad e independencia; cuando los que han cometido aquel crimen agregan el de traición a la patria. Sí, señores, en instantes en que nos vemos hostilizados por el enemigo más tiránico y odioso que ha tenido la América del Sur, unos cuantos hijos desnaturalizados se le han unido para entregar nuestra patria a esos incendiarios agentes franceses…. Exprésele la sala al poder ejecutivo que ponga en ejercicio todas sus facultades, que obre con la energía que reclaman las circunstancias, y que con la firmeza que lo caracteriza castigue y contenga los males”. Todos los diputados se pronunciaron en este orden de ideas, y con fecha 9 de noviembre la legislatura declaró que el motín realizado en Dolores y Monsalvo por los unitarios unidos a los franceses, era un crimen de alta traición a la causa de la libertad e independencia americana, que los promotores de ese motín quedaban fuera de la ley, y que los que se habían resistido a incorporarse a las filas de los sublevados eran beneméritos de la patria.

Los diputados Lahitte, García, Mansilla, Argerich y Villegas presentaron en seguida el célebre proyecto por el cual los representantes del pueblo ponían a disposición del gobernador Juan Manuel de Rosas, sus personas, sus bienes y su fama “para el sostén de las leyes, de la independencia nacional y de la santa causa de la libertad del continente americano”. El diputado Pedro Medrano, que lo fue del congreso que declaró en Tucumán la independencia argentina, se puso de pie para aclamar ese proyecto en estos términos: “Un veterano como yo en la revolución, un diputado cuya voz han oído sus compatriotas desde que se dio el grito de libertad, el que en el año 16 gritó desde las faldas del Aconquija: “¡orden, argentinos, fin a la revolución, principio al orden!”, debe ser oído cuando se trata como ahora de un asunto vital para la patria….. Reunámonos cuanto antes alrededor del gobierno y auxiliémoslo del modo que nos sea posible para conjurar la tormenta que amaga con tan funestos males a nuestra patria”. El proyecto fue sancionado por aclamación, y al comunicárselo a Rosas este agradeció el ofrecimiento a cuyo favor los argentinos triunfarían “de los tiranos que intentaban insultar las leyes, y ofreciendo igualmente a los representantes del pueblo su persona, bienes y fama para el sostén de las leyes y de la independencia nacional”.

A ejemplo de la legislatura, las parroquias, partidos de campaña, corporaciones, ciudadanos distinguidos, etc., reprodujeron sus votos de adhesión al Restaurador de las Leyes y a la causa de la federación, ofreciendo ya sus personas para salir a campaña contra los unitarios, ya sus bienes para sufragar los gastos de la guerra que iba a recomenzar sin dar cuartel. La Gaceta Mercantil de noviembre y diciembre registra todas estas declaraciones particulares y colectivas; y por los términos en que éstas están concebidas se comprende que las pasiones habían llegado a un grado de ensañamiento político tal, que no podía menos de producirse en breve una crisis tremenda que envolvería todas las fuerzas comprometidas en la acción militante, a través de un campo de desolación y de sangre. Prueba de ello daba la Gaceta Mercantil que respondiendo a la prensa de Montevideo, decía en esos días: “Está anonadado de un solo golpe el más escandaloso motín contra la autoridad de la ley y contra la independencia nacional. Los crímenes de los salvajes unitarios salen de la órbita de lo común. Su alevosía infame acaricia las cadenas y besa la inmunda planta de los asquerosos franceses enemigos de la libertad americana. La opinión pública que ha vencido todas las resistencias se levanta más irritada y poderosa. La justicia, la libertad han fulminado su fallo soberano. Los salvajes unitarios serán exterminados. Los tiranos franceses verán consumirse sus planes feroces por el odio de los pueblos. Soberanía, dignidad, es el decidido voto de los pueblos. Será cumplido o denodadamente perecerán antes que abatirse al deshonor y a la asquerosa esclavitud”.

Y para que tales manifestaciones hicieran aparecer la opinión unánime a favor de la causa federal y de la persona del gobernador Rosas, los vecindarios de Dolores y Monsalvo, donde tuvo lugar el movimiento revolucionario, aclamaron nuevamente las autoridades locales que acababan de ser depuestas, y suscribieron un acta en la cual declaraban que habían cedido al imperio de la fuerza, y reproducían sus votos de adhesión al Ilustre Restaurador de las Leyes. El acta del vecindario de Dolores está suscrita por doscientos cuarenta y siete ciudadanos, entre los que figuran el mismo juez de paz Sánchez, destituido por los revolucionarios y los Ramírez, Almada, Vigorena, Peralta, Suárez, Serantes, Gauna, etc. La del partido de Monsalvo esta suscrita por setecientos ochenta y seis ciudadanos entre los que figuran José M. Otamendi, Roque Baudrix, los Funes, Lara, Albarellos, Gómez, Imbaldi, Leloir, Pinto, Gil y demás hacendados conocidos y pudientes.


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