lunes, 31 de octubre de 2011

El Johnny, pianista y atorrante



Se llamaba Prudencio Aragón. Y aunque tenía nombre de cuchillero, su fama no se relaciona con facones ni varoniles peleas. La herramienta que lo dejó en la historia porteña como uno de sus personajes para recordar fue otra: desde 1870 en adelante tiene 88 teclas y se la conoce con el nombre de piano.

Prudencio Aragón nació en Belgrano el 28 de abril de 1886, cuando la actual avenida Cabildo aún se llamaba 25 de Mayo y un año antes de que aquella “ciudad” fuera anexada a Buenos Aires para quedar como un barrio más de la metrópoli. Pero la inventiva de los chicos de la zona le daría un apodo que sería su marca: lo bautizaron “el Johnny”. Algunos dicen que fue porque en su cabellera morocha afloraba un rebelde mechón pelirrojo. Otros cuentan que el mote surgió porque su mamá trabajaba como ama de llaves de una acaudalada familia inglesa. Su muerte ocurrió en Montevideo, el 2 de noviembre de 1963.

Lo cierto es que aquel chiquilín, que veía pasar al tranvía tirado por tres caballos repechando la cuesta desde el bajo hacia la calle Vidal, empezó a crecer escuchando el sonido que del violín sacaba Pedro (su hermano mayor) y de la guitarra su primo Justo Morales. Pero quien le dio el abc del piano fue su medio hermano Cesáreo Pérez. De ahí a los cafés donde el tango empezaba a convertirse en el símbolo musical de esta parte del mundo, hubo un corto paso.

Los historiadores del tango registran a El Talar como el primer tema presentado con partitura y señalan que fue compuesto en 1895 por el Johnny Aragón. Es decir que el chico preparó esa melodía a los 9 años. Y como no hay otras referencias que indiquen lo contrario, eso le daría el título del compositor más joven en la historia del género.

Claro que ese no fue el único tema con la firma de el Johnny. También figuran El piñerista, Mateamargo, Don Victorio, El Pardo Cejas y uno que generó doble polémica: por el título y por quién lo compuso. Sobre la autoría hubo reclamos y la cuestión quedó siempre en una nebulosa, aunque figura como una obra de Juan Maglio y Alfredo Bigeschi. En cuanto al título, aparece como Las siete palabras, aunque algunos le atribuyen otro más cercano a ambientes poco santos: lo conocen como Las siete pulgadas.

Después de vivir un tiempo en Rosario, el Johnny volvió a Buenos Aires. Y a los 17 ya se codeaba con otros inventores del tango: Vicente “Garrote” Greco, Vicente Loduca y Francisco “Pirincho” Canaro. Pero su mayor amistad fue con otro atorrante al que todos conocían como Eduardo “El Tigre del Bandoneón” Arolas, aunque su verdadero nombre era Lorenzo Arolá.

Cuentan que, juntos, el Johnny y El Tigre solían compartir el rocío de muchas trasnoches en boliches de La Boca, donde había mucho rouge y bastante poca agua mineral. Justamente una composición de Arolas lleva el título Una noche de garufa y una clara dedicatoria: “Al apreciable amigo Prudencio Aragón”. Después hubo un café en la avenida Montes de Oca al 1600 que tomó el nombre de ese tango.

También dicen que frecuentaban otro lugar en Pedro de Mendoza, cerca de la avenida Almirante Brown, frente al Riachuelo. El local se llamaba “The Droning Maud”, pero para todos era “el bar de La Negra Carolina”, porque su dueña era Carolina Maud, una afro norteamericana nacida en Nueva Orleans quien, aparte de lucir otras virtudes, solía jactarse de haber tenido como amiga nada menos que a la célebre Josephine Baker.
Pero esa es otra historia.

Eduardo Parise

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