sábado, 29 de octubre de 2011

La Revolución del Sud - parte 2

Cabe agregar que la acción gubernativa fue precedida de una Memoria presentada por la “Comisión de hacendados” a fin de proyectar nuevas fronteras de la campaña, integrada por Antonio Dorna, Joaquín Suárez, Mauricio Pizarro, Lorenzo López, Juan Manuel de Rosas, Pedro Capdevila, José María Rojas y J. Pacheco. Rosas asentó una disidencia en mérito a sus conceptos muy personales sobre el asunto. El avance de 1823, de gran importancia, tuvo un renovado impulso en 1828; pero en esta oportunidad, Rosas investía la función de comandante general de campaña, en virtud del nombramiento hecho por el presidente Vicente López y Planes.
El esfuerzo de 1828 fue un gran salto, con la colaboración de Estomba, Rauch y otros jefes. La pasión política ha torcido la verdad de lo que se practicó en ese año, y que consistió en una realización de doble carácter: avanzar la línea de fortines defensivos y atraerse al indio mediante el trato pacífico. La nueva línea proyectada constaba de cuatro fuertes, siendo el más avanzado, Protectora Argentina, que al mando inmediato de Estomba, fue la base de la población de Bahía Blanca.

El plan de 1828 se informó en un nuevo criterio de gobierno, cuya finalidad fue civilizar a los indios en tolderías que se instalaron próximas a las poblaciones y en donde se comenzó a inculcarles el hábito del trabajo. Un periódico de 1828 asentaba que la “dirección que el comisionado de Rosas ha dado a nuestras relaciones con los salvajes, acabarán indudablemente de convertirlos en una población útil”. Pero lo más importante fue el fomento y planificación de las estancias en el lejano Sud, dentro de la línea de 1828.

Túvose conciencia de lo que se hacía; tan es así que, cuando ya estaba en plena ejecución la obra, se consideró que los nuevos avances podían contener 18 millones de cabezas de ganado. Además, en la costa, desde Buenos Aires a Bahía Blanca, se pensaba utilizar para la salida de los productos, puertos naturales como ser: Atalaya, Bocas del Salado, Tuyú, etc., hoy anulados por el ferrocarril.
Y en el terreno de las previsiones, se creyó llegar más lejos: a la Patagonia. En ese mismo año 1828, con una visión de grandeza futura se asentó esta profecía sintomática: “prescindiendo de las diferentes Bahías, que están contiguas a la Bahía Blanca, siguen luego la Bahía de la Unión, la de Todos-Santos, la de San Blas, el Río de Patagones, el Puerto de San Antonio, las dos Bahías que forman la Península de San José, el Puerto Deseado…. ¿Quién no juzgará, al oír esta nomenclatura de puertos que esta provincia es llamada por la naturaleza a extenderse hacia el Sud, ser marítima y su marina hacer un rol importante entre las Naciones?”.

Estos fueron los ideales inspirados en una precisa orientación económica. En la consecución, se afianzaría Rosas, teniendo la primera prueba de su ascendiente cuando en 1829 pudo levantar la campaña, después de muerto Dorrego. Vencida a raíz del pacto de Barracas del 24 de agosto de 1829, la revolución unitaria de Lavalle y de la Logia, Rosas siguió como comandante de campaña.

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