sábado, 29 de octubre de 2011

La Revolución del Sud - parte 1

Todo problema histórico, aunque surja de un episodio, adquiere consistencia y su aclaración atrae al espíritu, siempre que se lo vincule a las líneas generales del proceso de una época en su parte medular y en su trascendencia. El hecho del alzamiento de los hacendados del Sud, del 29 de octubre de 1839, a pesar de la brevedad de su duración -poco más de una semana-, implica un complejo de cuestiones importantes para la historia de la época de la Confederación.
Sin duda alguna, el período de 1838 a 1841 fue el más difícil para el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, encargado de las relaciones exteriores y negocios generales del país, denominado entonces Confederación, e investido con la Suma del Poder Público. Será en este período que pondrá a prueba la eficacia del poderoso instrumento de gobierno votado por la Junta de Representantes y el plebiscito popular, y con un vigor personalísimo, ejercerá la autoridad, quedando a cargo de sus decisiones el destino de la patria.

Tanta autoridad consiguió adquirirla por sus condiciones de carácter y la tenacidad con que se había impuesto sobre las masas de la campaña, y en especial, la de la zona sud y oeste de Buenos Aires.

No está de más explicar, en forma breve y comprensiva, las transformaciones operadas en la campaña, que adquieren relieve, a partir de 1822, debido a las cuestiones interiores e internacionales. En el momento de estallar la revolución de 1810, las guardias defensoras de las estancias bonaerenses consistían, únicamente, en las que se habían avanzado en la segunda mitad del siglo XVIII: Chascomús, Ranchos, Lobos, Navarro, Luján, etc., eran baluartes permanentes contra el indio.
La acción del blanco no pasaba del sud del Salado; los establecimientos ganaderos más adelantados llegaban a su orilla norte. No obstante las defensas fijas y los blandengues, los indios se infiltraban constantemente y causaban serios perjuicios con sus depredaciones.

La revolución emancipadora trajo la crisis de la pérdida de la Banda Oriental. Buenos Aires extraía buena parte de sus productos ganaderos de aquellos campos. La guerra civil empezó a dificultar la industria en esa región y fue necesario buscar compensaciones en nuestro desierto, ensanchando las fronteras interiores.
Era necesario traspasar la línea de la época colonial. La invasión portuguesa a la Provincia Oriental, concluyó con nuestra soberanía en esta región, lo que motivó que se acentuara aún más el avance hacia el desierto en busca de ganados, propiciándose el establecimiento de las estancias, en forma permanente, vale decir, afincando a los industriales. A esto, agréguese el factor comercio de exportación, que significó un fuerte drenaje de ganado, especialmente vacuno. Los saladeros, con su faena intensiva, agudizaron la crisis.

Muchos estancieros con sus propios medios corrieron la aventura heroica de penetrar en el desierto; entre ellos Rosas, se estableció sólidamente en el Salado y se convirtió en jefe de milicias. Mas pronto se advirtió que esto era un problema de Estado.
Durante la administración de Martín Rodríguez se hizo una gran entrada, mediante una poderosa expedición en la que participó el propio Gobernador y que, saliendo de la Guardia del Monte, llegó hasta las serranías de Tandíl y El Volcán. Este episodio de la conquista del desierto para la civilización merece un ensayo especial, que espero algún día poder llevar a término. Baste decir por el momento, que realizó la fundación del fuerte Independencia, “situado en un seno al pie de la serranía (El Tandil) circundándolo”, como asentó Reyes en 1823.

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