sábado, 4 de junio de 2011

El golpe contra Castillo – parte 2



Los rumores cundieron una semana antes. Sucede que el Ministro de Guerra no pudo ocultar a Ramón Castillo sus entrevistas con políticos y militares, quienes, sotto voce, le ofrecían una candidatura presidencial o la responsabilidad de conducir el alzamiento. Castillo, un profesor enérgico y soberbio, le pide una aclaración por escrito y la obtiene: era demasiado vaga como para convencerlo; decide, entonces, defenestrar a su Ministro. Pero alguien se entera: Oscar Lomuto, un periodista de La Razón, informa a González que la destitución de Ramírez es un hecho. Los coroneles del GOU se encrespan y adelantan el estallido, que debía producirse el 8 de junio.

A las cinco de la mañana del viernes, Castillo, de 70 años (falleció en 1944), congrega a su Gabinete en la
Casa Rosada; al Presidente habían llegado, la noche anterior, las noticias de los preparativos; por eso estaba sin dormir. Media hora después se recibe el ultimátum de Rawson: anuncia que tiene 8.000 hombres acampados en las afueras de la ciudad, para tomar el poder; son, más exactamente, 8.700 efectivos de Campo de Mayo, una guarnición que reunía a las escuelas de Caballería, Infantería, Artillería, Suboficiales y Comunicaciones.
A las siete, el Jefe del Estado Mayor de la Marina, capitán de navío Alberto Teissaire, es comisionado por el Presidente para que cite a Ramírez, a quien cree el titular de la revolución (nunca podrá saberse si, cuando se entrevistó con Rawson a las dos, llevaba un encargo de Castillo para desalentar a Campo de Mayo, o trataba por las buenas de recuperar el cetro del alzamiento, que le pertenecía). El ex Ministro aparece, un rato más tarde, acompañado por su yerno, y el Presidente ordena —en vano— que se lo arreste.
Imparte otras dos medidas: al general Rodolfo Márquez, la represión de los sublevados, y al Jefe de Policía, su amigo el general Domingo Martínez, la resistencia. Márquez contesta que no dispone de fuerzas suficientes, y Martínez se lava las manos por razones que sólo después se vieron claras: Rawson lo puso a la cabeza de la Cancillería.

La reacción del Presidente es enérgica, pero tardía. Las columnas de Rawson avanzan ya por la avenida San Martín, y por la General Paz rumbo al Tiro Federal. El jefe de las tropas, envuelto en su capa, marcha junto al general Anaya y a otro coronel del GOU, Emilio Ramírez (sin parentesco con el ex Ministro).

De la cabeza de la columna parten volantes con la proclama, que también son lanzados sobre la Plaza de Mayo por un Junker del Ejército. El texto: "Lucharemos por mantener una real e integral soberanía de la Nación, para cumplir firmemente el imperativo de la tradición histórica, para hacer efectiva una absoluta, verdadera y real unión y colaboración americanas, y por el cumplimiento de los compromisos internacionales".


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