sábado, 7 de mayo de 2011

Gato y Mancha – parte 2



Desde los primeros días advertí una real diferencia entre sus personalidades. Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase...
Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder...
Gato era un caballo de carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. Cuando descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomó las cosas filosóficamente...
Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba represalias", relata Tschiffely.
El raid quedó formalizado y Aimé Tschiffely inició los preparativos.
Gato y Mancha, elegidos para la proeza, terminaban de hacer 600 leguas (3.000 Km.) de resereada, ida y vuelta, con una tropa de Ayacucho al Sudoeste del Chubut. ¡¡Un modesto apronte!!.
Algunas semanas fueron necesarias para que jinete y montados se prepararan para semejante travesía, y se fijó el 23 de Abril de 1925 como fecha de partida.
Por entonces no había caminos en varios tramos del recorrido, y cuando existían, no se caracterizaban por su buen estado.
Tschiffely tuvo que resignarse a no llevar carpa, ya que las que se podían conseguir por aquellos tiempos eran muy pesadas.


En marcha

El día señalado partieron desde la Sociedad Rural, en Palermo. El peculiar trío realizó kilómetros y kilómetros, a través de los cuales su vínculo se fue haciendo cada vez más fuerte: "Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nunca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho".

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