viernes, 27 de mayo de 2011

Aniversario del nacimiento de Almafuerte – parte 6


Se le ha imputado a la poesía de Almafuerte una excesiva ampulosidad y un estilo melodramático y declamatorio. Quienes así opinan lo hacen por ignorancia, porque no toman en cuenta que Almafuerte nunca escribió para que sus versos se convirtieran en letra muerta, perdida entre las páginas de un viejo libro. Almafuerte escribía sus poemas para recitarlos frente a multitudes, es decir que la poesía almafuertiana es, en realidad, un ejercicio de oratoria y retórica, aunque poéticamente perfecta en rima, métrica, técnica y estilo.
Aprendió elocuencia (y aprendieron de él, cómo no) de eximios oradores políticos de su época. Leandro N. Alem y Aristóbulo del Valle arengaban a las masas con el mismo exacto estilo con que Almafuerte elaboraba poemas.

Hay entre la equidad y la Justicia,
nada más que una feble sutileza...
¡Y entre la Caridad y la Pureza
un abismo sin fondo de inmundicia!

Pero él fue superior. Aquéllos eran políticos que buscaban el poder. La voz de Almafuerte era la del predicador que jamás hizo concesiones ni dio ni pidió cuartel, del hombre hosco, del luchador por los derechos ajenos rígido e inflexible, del descreído del amor porque el amor le había sido negado desde un principio.
A pesar de haber publicado en vida sólo dos libros (la mayoría de sus poesías son póstumas), esas escasas páginas alcanzaron para ganarle la admiración de Jorge Luis Borges o de Rubén Darío, entre otros.

En la ciudad de Trenque Lauquen se conservan los libros que pertenecieron a Almafuerte, en la casa que habitó durante su paso por allí como maestro. En su pequeño cuarto, alumbrado a querosén, nacieron Jesús, Mi alma, Espigas... Sobre esa época, el maestro escribió: "Los dos años que ejercí el magisterio en Trenque Lauquen me llenan de una satisfacción inefable... Todo lo poco que sé y que pudiera serles útil, lo desparramé sobre aquellas cabezas a plenas manos, lleno de un afán por el bien ajeno que es muy posible no vuelva a sentir jamás, porque nadie es heroico siempre y ninguna exaltación de sentimientos es duradera.". El fin de esos dos años fue el decreto de cesantía.

Fue poco lo que estuvo entre nosotros, pero gigantesco su legado. Humildad, extrema pobreza, austeridad y entrega total fueron sus leyes inflexibles, sacerdotales, hieráticas. Y las cumplió, sin detenerse pero sin salirse de su camino.

Y el Sol, el padre Sol, el raudo foco
que lo fomenta todo en la Natura,
por fecundar los Polos no se apura
ni se desvía un ápice tampoco.


Así lo hizo, también, el poeta. Su cuerpo estuvo en este mundo 62 años, pero su poesía y sus elevados ideales vivirán para siempre.
El Gobierno lo nombró Maestro. Nosotros lo llamamos, simplemente, "Padre".

http://marcelodossantos.blogspot.com

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