lunes, 4 de abril de 2011

La inteligencia británica en el Río de la Plata – parte 3

De todo lo dicho procede el interés del Informe Franks. El Lord ha fundado su Informe a la Cámara de los Comunes en el material reunido por la Comunidad de Inteligencia de Gran Bretaña. Del Informe se desprende claramente un hecho que da por tierra con la campaña de "desmalvinización" urdida por los Servicios de Inte¬ligencia ingleses en la Argentina. Ese hecho decisivo, al que aludiremos enseguida, prueba que el General Galtieri no fue víctima de un ataque de demencia repentina y que la Junta militar que integraba no resolvió la reconquista de las islas persiguiendo un "cambio de la imagen externa", según sostiene la más estúpida de las versiones nacidas de la pequeña burguesía "democrática" y de sus amos internacionales (3).

El Informe Franks demuestra que, por lo menos cinco años antes que Galtieri soñara con ser Comandante en Jefe del Ejército y hasta Presidente de la República, la situación entre la Argentina y Gran Bretaña se encontraba al borde de la ruptura y del enfrentamiento militar. En enero de 1976, como lo prueba un texto del Dr. Arauz Castex, ministro de Relaciones Exteriores, que era un gran Canciller y tenía la dignidad inherente al cargo, publicado en el Informe Franks, durante el Gobierno de la Presidenta Isabel Perón. El estado de tensión era intolerable. No solo habían pasado 150 años de la usurpación del suelo nacional por los ingleses y 17 de discusiones estériles en las Naciones Unidas. Simplemente, la arrogancia inglesa no admitía ya dilatación alguna.

Pretendían discutir indefinidamente, sin fijar plazos para concluir. En realidad, los ingleses no hacían ningún misterio de su voluntad de no hacer nada. Lord Carrington había manifestado a un embajador argentino en Londres que las negociaciones no progresaban "porque el problema no tenía entidad política para el Reino Unido ". A otro embajador, el mismo Lord le había dicho bromeando: "Para los ingleses, las Malvinas son el caso 242 en materia de prioridades de su política exterior". Tiempo disponían de sobra. Insolencia no les faltaba.

Los ingleses estaban convencidos de que la ilimitada paciencia argentina solo era una máscara transparente de la impotencia nacional. Multitud de señales, sin embargo, les advirtieron que "no hay tiento que no se corte ". La situación se tornó tan peligrosa, que los servicios secretos británicos juzgaron inminente la adop¬ción de medidas militares por parte de las autoridades argentinas. Por esa causa, el gobierno británico envió en 1976, en el mayor secreto, al área de Malvinas, un submarino nuclear y dos fragatas milisísticas. Otro de los méritos del Informe Franks es que la guerra de Malvinas conmovió la proverbial adhesión inglesa al Secreto de Estado. Esto quiebra una antigua tradición británica.

Como es universalmente sabido, los norteamericanos han conver¬tido a la CÍA en una agencia de publicidad. Los viajes "secretos" del General Vernon Walters a la Argentina para conspirar contra Galtieri en el curso de la guerra eran conocidos por media ciudad de Buenos Aires. Los ingleses, en cambio, con el paso de los siglos adquirieron la rara virtud de la reserva. Cultivar formas sigilosas, avaras de palabras, constituyeron casi un estilo nacional. Por esa causa, la historia de sus relaciones reales con el mundo periférico, en particular con la Argentina, continúa sumida en la sombra. Un día pregunté al Profesor Ferns, de la Universidad de Birmingham, cómo se había atrevido a publicar un libro revelador sobre las relaciones anglo—argentinas, a la luz de la proverbial discreción inglesa en la materia. Era un hombre apacible. Se sacó la pipa de la boca y me contestó: —Es que yo no soy inglés. Soy canadiense.

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