miércoles, 3 de noviembre de 2010

El gran boulevard - parte 1


La gran arquitectura del Buenos Aires de 1910, está principalmente en el centro: sobre la Avenida de Mayo, en los alrededores de la Plaza de Mayo, en el actual "microcentro", en el Barrio Norte...

La Avenida de Mayo, en 1910, ya tiene una personalidad definida. Francis Korn la caracterizó como el gran escenario de la Buenos Aires "moderna" de 1895; Rafael Alberto Arrieta, en "La ciudad y los libros", señala que, "contra el pesimismo de los incrédulos y el escarnio de los burlones, la Avenida de Mayo inauguró el siglo XX con varias de las cuadras próximas a su plaza homónima totalmente flanqueadas por edificios de varios pisos, aunque no de uniforme altura. Teatros, hoteles, comercios lujosos.

La Prensa abandonó la instalación humilde donde había nacido - Moreno entre Bolívar y Perú, la primitiva imprenta de Estanislao del Campo - y pasó a ocupar su espléndido palacio en la primera de aquellas cuadras. En la siguiente ocupó el Club del Progreso, el 2 de noviembre de 1900, un suntuoso edificio de estilo puro Luis XVI, donde sus seis mil volúmenes tuvieron alojamiento adecuado y su rica colección de periódicos la condigna hemeroteca. El Diario dejó asimismo la casa natal - Bolívar entre Victoria y Alsina - para asomarse a los balcones que miraban al Club. Llego el día en que el Congreso se despidió del modesto recinto del extremo sudeste de la plaza de Mayo para inaugurar el monumental con nueva plaza que, gracias al despejo de la Avenida, lo enfrentó de lejos a la Casa Rosada".

Pero mientras los incrédulos y los burlones habían dejado caer sus dudas hacia la Avenida de Mayo, Sarmiento se había opuesto a ella vigorosamente. Si la Avenida de Mayo era, para muchos, un signo de progreso, para Sarmiento era un anacronismo autoritario que contradecía la verdadera tendencia progresiva de la ciudad. Y en esa polémica queda delineada, con toda claridad, la concepción progresista de los románticos liberales de la "generación del '37" y la visión materialista de los positivistas del '80. Para Sarmiento, romántico progresista, la ciudad era un producto social, evolutivo e histórico, en tanto que, para los haussmanianos franceses, como para los seguidores del realismo de Bismarck, la ciudad era más bien un objeto maleable desde el poder político. Sarmiento se había opuesto a la Avenida de Mayo porque buscaba consolidar un eje cívico abstracto, que contradecía la tendencia que la ciudad espontáneamente había adoptado; con su modo de expresión tan gráfico, escribía "las ciudades se renuevan como las culebras, dejando el pellejo viejo en donde hicieron la operación, y yéndose a otra parte" porque "son como el agua: la corriente sigue la inclinación del plano".

Su visión de la ciudad tenía orígenes en la filosofía empirista inglesa y escocesa y no en el racionalismo cartesiano francés, que inspiraba el urbanismo haussmaniano. Eran dos proyectos antitéticos, algo que desarrolla con profundidad Adrían Gorelik a partir de la página 85 de su libro.

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