sábado, 10 de abril de 2010

Manuel Belgrano: ante todo, la educación - parte 1



Nuestro conocimiento de Manuel Belgrano, el patriota, el prócer, no suele tomar en cuenta este aspecto de su vida. Sin embargo resulta de mucho interés conocer sus ideas acerca de lo educativo y pensarlas hoy, doscientos años después, dado que permiten un notable acercamiento a su pensamiento, su forma de entender la sociedad y las relaciones sociales, sus ideas sobre la economía y la política.

Como educadores, surgen algunas preguntas: ¿Por qué suele desconocerse esta faceta de Belgrano? ¿Qué tipo de construcción se hizo del prócer a lo largo del tiempo, priorizando algunas acciones y dejando más en las sombras otras?

En nuestra memoria colectiva, el lugar de educador está reservado para Sarmiento. En ese sentido, resulta evidente que Manuel Belgrano no fue un educador. Fue el creador de la bandera. Y el 20 de junio, aniversario de su muerte, celebramos por lo tanto el Día de la Bandera.


Recordemos, entonces, que Manuel Belgrano, que había pasado varios años como estudiante en Europa ?entre otras actividades, estudió Derecho en la Universidad de Salamanca entre 1786 y 1793, donde se graduó como abogado- vivió de cerca los acontecimientos de la Revolución Francesa y acusó la enorme influencia de este acontecimiento. Era además un gran lector de los iluministas franceses.


Al volver de su larga estadía en Europa, Belgrano, que ya era Secretario del Consulado de Comercio de Buenos Aires ? cargo conseguido en buena medida a partir de sus buenas relaciones con la familia Borbón- buscó llevar adelante y concretar proyectos vinculados a lo educativo.

Para Belgrano, la educación era entendida, básicamente, como un fundamental y necesario motor de
progreso de la sociedad.

Además, en varias de sus Memorias Consulares, Belgrano dedica espacio a reflexionar sobre la importancia de la educación, dejando en claro su postura. En la primera de ellas sostiene:


Uno de los principales medios que deben aceptar a este fin, son las escuelas gratuitas, donde pudiesen los infelices, [es decir, los pobres] mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma lugar la miseria; las artes que producen abundancia que las multiplica después en recompensa, decaen; y todo, en una palabra, desaparece, cuando se abandona la industria, porque se cree no es de utilidad alguna.


Cabe destacar el interés de Belgrano por la educación de las mujeres. En esta línea, en sus primeras Memorias Consulares señala:

Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñase doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente, inspirándoles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad.

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