martes, 6 de abril de 2010

Las tertulias vistas por un francés en los años 1826-33:


"Fuimos a la tertulia. Por lo general, son agradables las tertulias y enteramente sin etiqueta, lo que forma su principal encanto. La conversación es siempre muy viva y animada, gracias a la natural alegría de las porteñas, a la excesiva movilidad de su imaginación y a su índole en general bastante romántica.
La música instrumental (el piano y la guitarra) y el canto varían también sus placeres, pero especialmente forma el baile su principal objeto; el baile, en donde se despliegan las más graciosas danzas europeas, el petulante vals alemán, la contradanza francesa, la española, que parece ser la favorita, y otros bailes nacionales, como el montonero (minué), que a la gravedad de su género une el encanto de las figuras españolas de su complicada contradanza, muy difícil de ejecutar bien.
Al entrar saluda usted a la señora de la casa, lo que constituye la única ceremonia de estilo; puede usted retirarse sin otra formalidad, de modo que así tiene uno en su mano el visitar una docena de tertulias en el decurso de una noche, uso muy análogo, como se ve, al de París.
Las maneras y conversación de las señoras son muy sencillas y graciosas. Las delicadas atenciones que muestran por los extranjeros han hecho que alguna vez se las acusara falsamente de excesiva libertad, acusación que las ha determinado a recibirlos con menos franqueza en su amistad.
Sin embargo, ese abandono sienta bien a las orgullosas y vivas porteñas, de talle elegante y noble, que no perdonan tan fácilmente a un extranjero su poca destreza y embarazo en tomar un ardiente mate, o en desempeñar su parte en un grave montonero, cuyas figuras enreda del todo."

"De viaje pintoresco a las dos Américas, Asia y Africa", por A. D'Orbigny y J.B. Eyriès.

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