domingo, 11 de abril de 2010

El humor de Rosas - parte 2

Las cosas se hicieron en la forma dispuesta y cuando regresaban del río Manuelita y sus acompañantes, una de ellas, al ver a las mulas con sus gorras, exclamó llena de sorpresa:

- ¿Qué es aquello?
- ¡Qué va a ser! –dijo doña Mercedes-, una broma de Juan Manuel, ¡ya verán cómo me las va a pagar!

Don Juan Manuel al oír las risas se asomó, riéndose a su vez a desternillarse, como se decía entonces, y presentándose a las del grupo les preguntó qué les pasaba, a lo que Mercedes le respondió riendo también:

- Lo que ha pasado ya lo has visto, pero “donde las dan las toman”.
- Todos reían; pero don Juan Manuel, que conocía a su hermana, se dijo:
- Esta me va a hacer alguna de las suyas, y no tendré más remedio que aguantarme –recordando una broma que le había hecho en “El Pino”.

Duró mucho tiempo el éxito de esta broma siendo motivo de chascarrillos familiares, a los que replicaba el autor “que ése era el efecto que le causaban las mujeres con esos bonetes”.

Una noche, en su casa de la calle Santa Rosa (actual Bolívar), celebraba doña Mercedes una reunión de familia con asistencia del maestro Esnaola, a la que había concurrido don Juan Manuel, bastante resfriado, pero con un buen abrigo y una boa muy fina, regalo del general Ibarra, que le servía de abrigo a la boca cuando salía a la calle.

Cuando entró se sacó el abrigo y, junto con la boa, lo dejó en una salita.

Durante la reunión todos le decían a Rosas que había hecho muy mal de haber salido con una noche tan fea; pero él contestaba diciendo que con un capote grueso como el que llevaba y su boa, no le temía al mal tiempo.

A instancias de las circunstancias la mandó buscar para enseñarla y con gran sorpresa suya se presentó Cimarrón, el perro mimado de la casa, con la prenda atada al cogote como collar.

Ante la risa de los concurrentes, don Juan Manuel, dirigiéndose a Mercedes, riendo como todos, le dijo:

- ¿Tú has andado en esto?
- ¿Y por qué he de ser yo?
- Porque eres la única capaz de tomarse esa confianza.
- Yo no sé, Juan Manuel, quién habrá sido; pero voy a mandar averiguarlo.
- Necesito –dijo a Pepa, su criada de confianza- que me averigües quién ha tomado la boa de mi hermano.
- Muy bien, su merced.
- Y en cuanto encuentres al que se la ha puesto al perro, me lo traes.

Mientras tanto don Juan Manuel, conversando sin enojo, manifestó que sentía mucho su boa, porque no se la pondría jamás.

Al oírlo Mercedes le dijo que no fuera necio, que la cosa no era para tanto, pues ella y sus amigas se habían puesto siempre las gorras, a pesar de que las usaron las mulas, riéndose de la cara de su hermano, que la miraba sonriéndose y repitiéndole aquello de “donde las dan las toman”.

Así es –dijo don Juan Manuel- pues las cosas no tienen mayor importancia sino porque, como tú muy bien comprenderás, las gorras en las cabezas de las mujeres no tienen el mismo uso que tiene la boa, que lo es en la boca, y como ésta ha andado por el suelo y en el cogote del perro, no podré usarla.

Estaban en eso cuando apareció Pepa trayendo una bandeja de plata, en cuyo centro venía una hermosa boa primorosamente sahumada, tejida en finísima seda y vicuña, la que después de saludar ceremoniosamente a don Juan Manuel le dijo:

- Mi amita, la señora doña Mercedes, me encarga ponga en sus excelentísimas manos esta boa, que ella misma ha tejido para que la use en su nombre, y no le guarde rencor.

Don Juan Manuel se levantó, tomó la boa, la besó y dirigiéndose a su hermana le dio las gracias, felicitándola por ser autora de un trabajo tan fino, que no merecía.

La reunión terminó en medio de la alegría general, celebrando todos la broma y quedando los dos hermanos tan amigos y unidos como antes.

Don Juan Manuel juró no hacerle ninguna broma más a Mercedes, se guardó la boa que había llevado en el bolsillo, se colocó la que le acababa de regalar su hermana y no volvió a usar otra sino ésta.


Bilbao, Manuel – Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires – Ed. Ferrari, Buenos Aires (1934).
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
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