sábado, 30 de enero de 2010

Real Consulado de Buenos Aires - parte 1

Se crea por real cédula el Consulado de Buenos Aires. Como secretario, Manuel Belgrano inicia la propaganda en favor del comercio libre, propicia el cultivo del lino y el cáñamo y apoya la creación de escuelas de dibujo y náutica.

El Consulado de Buenos Aires se instaló solemnemente y celebró su primera sesión el día 2 de junio de 1794, "bajo la protección del Poder Divino por la intercesión de la Virgen María en su Purísima Concepción, patrona de España e Indias, para que inspirase a su insuficiencia".

He aquí que el mismo Belgrano hace de los miembros del Consulado: "No puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombres nombrados por el rey para la junta que habría de tratar de agricultura, de industria y comercio, y propender a la felicidad de las provincias que componían el virreinato de Buenos Aires: todos eran comerciantes españoles, y exceptuando uno que otro, nada sabían, más que de su comercio monopolista, a saber, comprar por cuatro para vender por ocho con toda seguridad." En este terreno debía renovarse la lucha de la libertad contra el monopolio de Cádiz, que años antes había sostenido el comercio de Buenos Aires contra el Consulado.
Belgrano, aunque en minoría, estuvo a la cabeza de uno de esos partidos, sosteniendo las doctrinas más adelantadas del comercio libre, en la acepción que hasta entonces se daba a estas palabras. En una de las sesiones de la Junta de Gobierno, él enunció y sostuvo esta preposición, que aún hoy mismo es el principio elemental de la libertad de los cambios: "El comercio debe tener libertad para comprar donde más le acomode y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más barato para poder reportar más utilidad".

Estas ideas, tan vulgarizadas en lo presente, eran entonces un escándalo en las colonias españolas, y tenían por competidores a todos los comerciantes españoles, que sólo miraban la cuestión del punto de vista de las ganancias de los negociantes de Cádiz, y sostenían con imprudencia la preposición contraria. A tal extremo llegaba la ojeriza de los monopolistas contra la doctrina de comprar barato, que habiendo don Pedro Cerviño leído un discurso ante el Consulado, apoyando las ideas de Belgrano y desacreditando el monopolio, el prior pidió que se mandase a recoger y quemar el borrador, por contener entre otras la siguiente proposición herética: "Nuestras embarcaciones irán a los puertos del norte.
Los españoles harán sus compras en las mismas fábricas".
Con este motivo decía don Martín de Álzaga, refutando a Cerviño: "El comercio que hasta ahora se ha hecho es el que han permitido las leyes como útil y proficuo, para mantener y estrechar los vínculos de los vasallos de estas remotas regiones con los de la metrópoli por medio de la recíproca dependencia en sus giros comerciales; pues esta es una verdad tan innegable como evidente el riesgo de que, tolerándose las exportaciones de frutos y dinero en derechura desde los puestos de América a las potencias del norte y en igual modo las importaciones de efectos comprados en aquellas fábricas, como insinúa el autor del papel (Cerviño), se aflojarían y extenuarían hasta el extremo en breve tiempo los mencionados vínculos, con perjuicio irreparable de la monarquía". Si al instituir el Consulado, la metrópoli hubiese tenido en vista poner un obstáculo insuperable al desarrollo del comercio marítimo de las colonias, no habría podido adoptar medida más acertada.


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