sábado, 30 de enero de 2010

Declaración de guerra del Paraguay al gobierno argentino (18 de marzo de 1865) - parte 3



Producida la declaración de guerra por parte del gobierno de López y consciente del sentimiento proparaguayo que animaba a más de un caudillo provincial, la diplomacia mitrista procuró ocultar la mencionada declaración.
Luego, una vez que la misma tomase estado público, se la presentaría como una "lucha de la libertad contra la tiranía" o como "la agresión del Atila de América, que ambicionaba conquistar a la Argentina y había ofendido en plena paz su pabellón". Por cierto, la demora en dar la noticia buscaba tener algo más de tiempo para generar un clima de opinión pública favorable al mitrismo y serviría, en caso de producirse un ataque, para presentarlo como fuera de las reglas del derecho internacional. No obstante, y a pesar de los esfuerzos de Mitre y su gabinete, la declaración de guerra fue rápidamente conocida.

La estrategia fue aplicada por Mitre de inmediato, al denunciar la captura de dos buques correntinos, el Gualeguay y el 25 de Mayo, por parte de cinco navíos de guerra paraguayos, acción que tuvo lugar el 13 de abril.

Curiosamente el episodio no había generado resistencias en la ciudad de Corrientes, la cual fue ocupada con toda tranquilidad por las fuerzas de López. En realidad los correntinos no consideraban a los paraguayos como invasores.

Es más, con el consentimiento tanto del consejo municipal correntino como del jefe de las fuerzas invasoras, el general paraguayo Wenceslao Robles, tres vecinos de Corrientes -Víctor Silvero, Teodoro Gauna y Sinforoso Cáceres- tuvieron a su cargo la administración de la zona ocupada. Vale destacar que Silvero era amigo personal de Solano López y compartía su pensamiento respecto de Mitre, y Gauna había sido muchos años ministro en la provincia.

No obstante la aceptación correntina de la presencia paraguaya en dicha provincia del Litoral, el presidente argentino decidió explotar políticamente estos hechos para aunar la opinión de mitristas y antimitristas en Buenos Aires, presentando los mismos como "un agravio al pabellón nacional". Además, en otra curiosa demostración de alianza con el orden mitrista,
Urquiza -a contrapelo de los jefes militares y caudillos de su provincia- se ofreció a Mitre escribiéndole que "ha llegado el momento en que las palabras deben hacer lugar a los hechos. Nos toca combatir de nuevo bajo la bandera (la brasileña, acota José María Rosa) que reunió en Caseros a todos los argentinos".

Lo curioso de la ocupación paraguaya de Corrientes del 13 de abril es que no era percibida como una agresión por las supuestas víctimas -es decir, por los correntinos- y sí lo era por los porteños. Era la excusa ideal que Mitre buscaba para poder justificar la guerra contra López ante el antimitrismo dentro y fuera de Buenos Aires y constituía en sí mismo el elemento aglutinador que Mitre tanto necesitaba para evitar una mayor escisión del liberalismo porteño. Incluso fue la excusa para que el presidente argentino tuviera a los residentes extranjeros de su parte, tal como comentaba el diario Standard en su editorial correspondiente al 8 de abril de 1865:

El elemento extranjero es de gran influencia, y ahora se ha pronunciado unánimemente en favor del presidente Mitre y de la causa argentina. Si Buenos Aires hubiera declarado primero la guerra, el caso hubiera sido exactamente inverso. Pero López ha infringido todos los usos de las naciones civilizadas al tomar la flota e invadir el territorio argentino antes de toda declaración de guerra.
El presidente Mitre es un mimado de la buena fortuna, porque nada pudo hacerlo más popular que la coyuntura presente.

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