lunes, 19 de octubre de 2009

El primer Alsogaray - parte 2


Talla de valientes

Para enfrentar a los atacantes, los criollos se instalan en un paraje conocido como la Vuelta de Obligado (entre los pueblos de San Pedro y Ramallo, hoy provincia de Buenos Aires), donde el río Paraná tiene 700 metros de ancho y una curva muy marcada que dificulta la navegación a vela. El general Lucio Mansilla está al frente de los defensores. Cuentan con 30 cañones -la mayoría de bronce- de calibres 8, 10, 12 y 20, que resultan insignificantes en comparación con la artillería del enemigo: 99 cañones de calibres 24 y 80.

Falta armamento pero sobra ingenio y valentía. Mansilla ordena tender de una orilla a la otra tres gruesas cadenas montadas sobre 24 botes. La barrera está custodiada por Republicano, el único barquito de guerra nacional. En tierra, 2 mil gauchos mal armados y peor comidos constituyen la infantería y la caballería. Los de a pie permanecen cuerpo a tierra, con fusiles de escaso alcance; los montados empuñan sables y lanzas tacuaras.

La pelea dura ocho sangrientas horas. Los argentinos sufren la peor parte: 250 muertos, 400 heridos y 21 cañones destruidos. El propio general Mansilla es lesionado en el estómago por esquirlas de metralla al dirigir una de las cargas. Los atacantes incendian las lanchas que sostienen las cadenas. Cuando el capitán del Republicano ve que no puede enfrentar a las naves enemigas, ordena a su tripulación abandonar el buque y lo hace explotar en el medio del río, para dificultar el avance enemigo.

Ingleses y franceses sufren, en comparación, pocas bajas: 26 muertos y 86 heridos. Pero los daños en sus buques obligan a la escuadra a permanecer 40 días en la Vuelta de Obligado para repararlos. Su triunfo es relativo: logran pasar pero fracasan en su intento de ocupar las costas. Y los barcos mercantes no venden un solo producto.

Unidos contra la agresión extranjera

Para enfrentar a los atacantes, los criollos se instalan en un paraje conocido como la Vuelta de Obligado (entre los pueblos de San Pedro y Ramallo, hoy provincia de Buenos Aires), donde el río Paraná tiene 700 metros de ancho y una curva muy marcada que dificulta la navegación a vela. El general Lucio Mansilla está al frente de los defensores. Cuentan con 30 cañones -la mayoría de bronce- de calibres 8, 10, 12 y 20, que resultan insignificantes en comparación con la artillería del enemigo: 99 cañones de calibres 24 y 80.

Falta armamento pero sobra ingenio y valentía. Mansilla ordena tender de una orilla a la otra tres gruesas cadenas montadas sobre 24 botes. La barrera está custodiada por Republicano, el único barquito de guerra nacional. En tierra, 2 mil gauchos mal armados y peor comidos constituyen la infantería y la caballería. Los de a pie permanecen cuerpo a tierra, con fusiles de escaso alcance; los montados empuñan sables y lanzas tacuaras.

La pelea dura ocho sangrientas horas. Los argentinos sufren la peor parte: 250 muertos, 400 heridos y 21 cañones destruidos. El propio general Mansilla es lesionado en el estómago por esquirlas de metralla al dirigir una de las cargas. Los atacantes incendian las lanchas que sostienen las cadenas. Cuando el capitán del Republicano ve que no puede enfrentar a las naves enemigas, ordena a su tripulación abandonar el buque y lo hace explotar en el medio del río, para dificultar el avance enemigo.

Ingleses y franceses sufren, en comparación, pocas bajas: 26 muertos y 86 heridos. Pero los daños en sus buques obligan a la escuadra a permanecer 40 días en la Vuelta de Obligado para repararlos. Su triunfo es relativo: logran pasar pero fracasan en su intento de ocupar las costas. Y los barcos mercantes no venden un solo producto.

Unidos contra la agresión extranjera

Las noticias del desigual combate se divulgan por todo el continente. Los gobiernos de Chile y Brasil, hasta entonces adversos a Juan Manuel de Rosas, manifiestan su apoyo a la Confederación Argentina. La prensa de Estados Unidos, país entonces considerado cuna de la democracia americana, elogia al caudillo federal. El general unitario Martiniano Chilavert ofrece unirse a los rosistas para combatir a "los enemigos europeos".

Otro unitario, Rafael Hernández, hermano del autor de Martín Fierro, describe el enfrentamiento con admiración, dejando de lado intereses partidistas: "Los jefes vencedores al elevar el parte oficial a sus respectivos gobiernos, hacían elogios muy honrosos del valor y perseverancia a nuestros bravos, que morían dando vivas entusiastas a la independencia americana (…). Aquel día fue un verdadero triunfo para las armas de Buenos Aires, por el valor heroico que desplegaron nuestros guerreros, y como combate naval, es uno de los más grandes y gloriosos que se registran".

El historiador Ernesto Palacio afirma: "Todas las provincias, con sus gobernadores y legisladores, se pronunciaron contra la agresión y ofrecieron sus contingentes para resistir. El glorioso general San Martín escribía desde su retiro poniendo su espada y su persona al servicio de la nación y felicitaba al gobernador de Buenos Aires como defensor de la Independencia Americana" (Historia de la Argentina - 1515-1943, editorial A. Peña Lillo).

Un año después del heroico combate de la Vuelta de Obligado, Alzogaray sigue dando qué hablar. El 19 de noviembre de 1846, recupera -al abordaje, espada en mano y en lucha cuerpo a cuerpo- la goleta Federal, capturada por las fuerzas anglo-francesas y que navegaba por el Paraná con la bandera británica.

El conflicto causa grandes pérdidas comerciales a las dos potencias europeas, que deciden iniciar negociaciones de paz en forma separada. Inglaterra firma un tratado el 24 de noviembre de 1849 y Francia el 31 de agosto del año siguiente.

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