lunes, 19 de octubre de 2009

El primer Alsogaray - parte 1


Desde luego que no se trata el capitán-ingeniero-economista Álvaro Alsogaray, apodado El Chancho en los años 60, sino su bisabuelo. El 20 de noviembre de 1845, el Alzogaray de este relato participó como oficial de la marina argentina en un desigual combate: estuvo al mando de uno de los cañones que desde las orillas del río Paraná enfrentaron a la poderosa escuadra naval anglo-francesa en la Vuelta de Obligado. La historia registra que peleó hasta que se le acabaron las balas. Su cañón, denominado Restaurador, fue el último en dejar de disparar contra el enemigo.

"Salud y ganas de pelear"
La batalla entre los criollos y los invasores extranjeros había comenzado a las ocho y media de la mañana. El historiador José María Rosa relata: "Alsogaray es quien más ha resistido: a las cuatro de la tarde le quedaba un solo tiro y, con serenidad, cargó un cañón y disparó la última andanada". Rosa escribe Alsogaray con la letra ese, tal como se conoce en la actualidad, pero en aquella época el apellido original era con zeta.
Hasta ese día, Álvaro José de Alzogaray era un casi desconocido oficial. Había nacido en 1811 y descendía, por el lado materno, de judíos portugueses que se radicaron en Brasil. En la familia de su madre -según la revista Nº 11 del Instituto de Ciencias Genealógicas, publicada en 1955- había "penitenciados de la nación hebrea" que se convirtieron al catolicismo. En Brasil se les conoce como "cristianos novos"; en el México virreinal, curiosamente, se les llamó "marranos".
Alzogaray había sido ayudante del almirante Guillermo Brown durante la guerra contra el Imperio de Brasil (1825-1828). Se destacó en 1844 bajo las órdenes del marino irlandés, cuando las fuerzas patriotas tomaron Maldonado, en la Banda Oriental. El fundador de la marina de guerra argentina no hablaba castellano; el joven lugarteniente, en cambio, sabía inglés y era el encargado de traducir sus órdenes a la tripulación y la tropa.
El oficial Alzogaray no ganaba mucho y además, como estaban en guerra, cobraba su salario cuando podía. En una carta a un amigo, redactada antes del enfrentamiento en la Vuelta de Obligado, narra que lleva 32 días sin un centavo en sus bolsillos y que duerme sobre la tierra, tapado con un poncho. Pero ahí está, auténticamente al pie del cañón. "Aún hay salud y ganas de pelear a cuanto pícaro gringo hay en el mundo", asegura. Sin embargo, le preocupa "no poder pagar la pensión de mi hija mayor en el colegio".

El bloqueo a Buenos Aires

En 1845, el brigadier general Juan Manuel de Rosas gobierna la Confederación Argentina. La escuadra anglo-francesa, integrada por 11 buques de guerra y 40 barcos mercantes, ha invadido aguas territoriales desde principios de noviembre, con el pretexto de "atenuar" las tensiones entre Buenos Aires y Montevideo.
El verdadero objetivo de Gran Bretaña y Francia era navegar libremente por el Río de la Plata y los ramales interiores pertenecientes a su cuenca. Los invasores querían abrir una comunicación directa con Paraguay y, en el trayecto, tener acceso a los mercados de las provincias ribereñas para vender sus productos. Los dos países contaban con el visto bueno de los unitarios, enemigos a muerte de los federales encabezados por Rosas.
En 1843, Florencio Varela había solicitado, como representante de los unitarios en Europa, la intervención armada anglo-francesa. En septiembre de 1845, ambas potencias declararon el bloqueo a Buenos Aires.
Los agresores estaban secundados por una legión internacionalista al mando del italiano Giusseppe Garibaldi, quien remontó el río Uruguay y ocupó Gualeguaychú, en Entre Ríos. El general Justo José de Urquiza capturó a Garibaldi y lo hizo azotar "por actos de piratería". El legendario soldado de fortuna, que no era cobarde, se cubrió de gloria en otras latitudes pero nunca más regresó al Río de la Plata.

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