martes, 8 de septiembre de 2009

Lisandro de la Torre y el golpe del 30 - Parte 1

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Conversaciones con José M. Rosa (Colección Diálogos Polémicos, Editorial Colihue/Hachette, 1978) de Pablo J. Hernández es un libro más que recomendable. Especialmente, porque sus páginas incluyen el relato de las experiencias de este escritor emblemático del revisionismo rosista en la política. Lo cual permite -con permiso, Don Arturo- entender también su política de la historia y no sólo su historia de la política.

De allí hemos seleccionado algunos fragmentos que recuperan la juventud y militancia del historiador, en las filas del Partido Demócrata Progresista y en medio de las complejas jornadas que sucedieron al derrocamiento de Hipólito Yrigoyen.

A muchos sorprenderá que el testimonio de Pepe Rosa revele la íntima vinculación existente entre el régimen uriburista -identificado con el corporativismo aristocrático- y el paradojal progresismo democrático encabezado por Lisandro de la Torre.

Me enteré (de la revolución del 6 de setiembre de 1930) porque mi padre era revolucionario y el general (José Félix) Uriburu amigo de mi casa. También era amigo de Lisandro de la Torre.

Uriburu era un hombre honesto. (…) No quería saber nada con los políticos, palabra que pronunciaba con gesto despectivo en la boca, a su juicio causantes del mal del país, fueran radicales, conservadores o socialistas independientes. A los únicos que salvaba era a los demócrata progresistas, gente decente, y sobre todo a Lisandro de la Torre, un político tan decente que nunca ha podido ganar una elección.

Poco antes del 6 de setiembre se puso en contacto con de la Torre. Le habló de la revolución que preparaba y le ofreció un ministerio, que de la Torre no aceptó. No por estar en desacuerdo, como dicen algunos, sino porque a de la Torre no le gustaba ser segundo de nadie. Pero cuando Uriburu le dijo que esta revolución va para usted, ofreciéndole la próxima presidencia, de la Torre no se negó, se limitó a callar y esperar.

Que de la Torre seria el próximo presidente constitucional, gustara o no gustara a los políticos, lo sabía todo el mundo. Uriburu lo decía, y repetía. Si no pudo hacerlo, es otra cosa.

(…) Esa noche (5 de setiembre de 1930), noche de tensión, al llegar a mi casa, mi padre me explicó que la revolución estallaba al día siguiente. Que Uriburu levantaría Campo de Mayo (después no pudo hacerlo y debió limitarse al Colegio Militar) y necesitaba gente para pegar el bando que imponía la ley marcial.

Salí a hablar con mis amigos; resolvimos consultarlo a de la Torre. Fuimos a verlo a don Ricardo Bello para que nos facilitara el acceso a don Lisandro: lo despertamos a las seis de la mañana. Bello le habló por teléfono. De la Torre, que estaba despierto esperando la revolución, dijo que cumpliéramos lo que se nos pedía porque esto va para nosotros. Fueron sus palabras textuales.

(…) Sólo puedo decirle que Uriburu con su ministro (Matías) Sánchez Sorondo había desmontado la Federación Nacional Democrática de conservadores, antipersonalistas y socialistas independientes para beneficiar, ingenuamente tal vez, la candidatura presidencial de de la Torre que sería sostenida por los demócratas progresistas; en Santa Fe y la Capital, y un nuevo partido nacional depurado de políticos del tipo Rodolfo Moreno, (Antonio) de Tomaso, (Federico) Pinedo.

Así se planeó la elección piloto de gobernador en Buenos Aires el 5 de Abril: los candidatos serían dos estancieros, Antonio Santamarina y Celedonio Pereda.


José María (Pepe) Rosa
http://www.agendadereflexion.com.ar


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