(…) Uriburu tenía fe que los gobiernos así elegidos le responderían, para su proyecto de suprimir el sufragio popular y establecer el sistema corporativo, y Lisandro de la Torre sería presidente constitucional en 1932. Visitó Rosario en el mes de marzo y acompañado por de la Torre asistió a todas las demostraciones. Hizo en Rosario la pública proclamación de de la Torre. No digo que le gustaba mucho a los conservadores pero tenían que resignarse. El presidente ordenaba, y a ellos les tocaba obedecer.
(…) Claro, nosotros los demócratas progresistas estábamos en la gloria. ¡Don Lisandro, presidente! Nuestro sueño dorado. Las cosas llegaron a tanto que allá por febrero Mario Antelo y Enzo Bordabehere se fueron a quejar que el interventor Rothe era contrario a llamar a elecciones en Santa Fe, porque este viejo zorro político tenía olfato, y se daba cuenta que los demoprogresistas eran una minoría en Santa Fe y ni aun con el fraude mejor preparado podrían ganar.
Uriburu les dijo que la elección en Santa Fe estaba asegurada, y cuando llegase el momento yo saldré a este balcón -señaló el de la Casa de Gobierno- para decir que Lisandro de la Torre es mi candidato, y al que no le guste que se vaya a su casa. Y verán ustedes como ningún conservador chistará, y todas las provincias votarán a de la Torre. Esta es la versión que oí a Antelo y Bordabehere.
De la Torre, en sus recuerdos y en sus cartas íntimas a la señora de Aldao, lo cuenta, pero omite la frase y al que no ¡e gusta que se vaya a su casa, supongo que por discreción. Pero aceptó que Uriburu lo proclamaría desde la Casa de Gobierno, y don Lisandro sabía muy bien que eso significaba que los conservadores se plegarían al candidato del gobierno.
Pues bien. Vino la elección piloto del 5 de abril (de 1931). Los radicales no se querían presentar porque se encontraban muy desamparados. (…) Fuera de unos núcleos de viejos amigos de Yrigoyen y de la juventud radical, que con Emir Mercader y Ricardo Balbín se mantenía firme, no se encontraban radicales en Buenos Aires.
Pero al gobierno le convenía que se presentaran a elecciones para que fueran derrotados. Movilizó a los antipersonalistas como Mario Guido, y después de muchas vacilaciones se consiguió que, sin esperanza alguna, aceptaran ir a elecciones.
(…) La campaña política fue entre los conservadores amansados con Santamarina/Pereda, y los radicales pesimistas con (Honorio) Pueyrredón/Guido. Había tan poca gente en los actos radicales, que varias veces pensaron en retirarse. ¿Qué pasaba? Afiliados o simpatizantes radicales había pocos. (…) En cambio los comités conservadores estaban llenos de gente, supongo que pidiendo puestos o comiendo empanadas o jugando a la taba.
Los ingenuos consejeros de Uriburu, aseguraban un triunfo abrumador de 50 ó 100.000 votos el 5 de abril. Al que seguiría otro el 19, más apretado, pero triunfo al fin, de los demócratas progresistas en Santa Fe. Después sería la bola de nieve en todas las provincias, y Lisandro de la Torre sería presidente.
(…) No había contado el gobierno con algo que hoy nos parece sencillo, pero que entonces no se tomaba en cuenta. La gente vota generalmente en contra, no a favor. Era cierto que había en esos momentos más conservadores que radicales en Buenos Aires, pero no toda la gente se clasifica por partidos políticos. El electorado independiente es el ochenta por ciento del padrón, y esos independientes estaban disconformes con el gobierno de la Revolución.
De allí lo ocurrido el 5 de abril, que asombró a todo el mundo, conservadores, radicales, y sobre todo a nosotros que perdimos la esperanza de que de la Torre fuera presidente.
José María (Pepe) Rosa
http://www.agendadereflexion.com.ar
(…) Claro, nosotros los demócratas progresistas estábamos en la gloria. ¡Don Lisandro, presidente! Nuestro sueño dorado. Las cosas llegaron a tanto que allá por febrero Mario Antelo y Enzo Bordabehere se fueron a quejar que el interventor Rothe era contrario a llamar a elecciones en Santa Fe, porque este viejo zorro político tenía olfato, y se daba cuenta que los demoprogresistas eran una minoría en Santa Fe y ni aun con el fraude mejor preparado podrían ganar.
Uriburu les dijo que la elección en Santa Fe estaba asegurada, y cuando llegase el momento yo saldré a este balcón -señaló el de la Casa de Gobierno- para decir que Lisandro de la Torre es mi candidato, y al que no le guste que se vaya a su casa. Y verán ustedes como ningún conservador chistará, y todas las provincias votarán a de la Torre. Esta es la versión que oí a Antelo y Bordabehere.
De la Torre, en sus recuerdos y en sus cartas íntimas a la señora de Aldao, lo cuenta, pero omite la frase y al que no ¡e gusta que se vaya a su casa, supongo que por discreción. Pero aceptó que Uriburu lo proclamaría desde la Casa de Gobierno, y don Lisandro sabía muy bien que eso significaba que los conservadores se plegarían al candidato del gobierno.
Pues bien. Vino la elección piloto del 5 de abril (de 1931). Los radicales no se querían presentar porque se encontraban muy desamparados. (…) Fuera de unos núcleos de viejos amigos de Yrigoyen y de la juventud radical, que con Emir Mercader y Ricardo Balbín se mantenía firme, no se encontraban radicales en Buenos Aires.
Pero al gobierno le convenía que se presentaran a elecciones para que fueran derrotados. Movilizó a los antipersonalistas como Mario Guido, y después de muchas vacilaciones se consiguió que, sin esperanza alguna, aceptaran ir a elecciones.
(…) La campaña política fue entre los conservadores amansados con Santamarina/Pereda, y los radicales pesimistas con (Honorio) Pueyrredón/Guido. Había tan poca gente en los actos radicales, que varias veces pensaron en retirarse. ¿Qué pasaba? Afiliados o simpatizantes radicales había pocos. (…) En cambio los comités conservadores estaban llenos de gente, supongo que pidiendo puestos o comiendo empanadas o jugando a la taba.
Los ingenuos consejeros de Uriburu, aseguraban un triunfo abrumador de 50 ó 100.000 votos el 5 de abril. Al que seguiría otro el 19, más apretado, pero triunfo al fin, de los demócratas progresistas en Santa Fe. Después sería la bola de nieve en todas las provincias, y Lisandro de la Torre sería presidente.
(…) No había contado el gobierno con algo que hoy nos parece sencillo, pero que entonces no se tomaba en cuenta. La gente vota generalmente en contra, no a favor. Era cierto que había en esos momentos más conservadores que radicales en Buenos Aires, pero no toda la gente se clasifica por partidos políticos. El electorado independiente es el ochenta por ciento del padrón, y esos independientes estaban disconformes con el gobierno de la Revolución.
De allí lo ocurrido el 5 de abril, que asombró a todo el mundo, conservadores, radicales, y sobre todo a nosotros que perdimos la esperanza de que de la Torre fuera presidente.
José María (Pepe) Rosa
http://www.agendadereflexion.com.ar
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