miércoles, 17 de noviembre de 2021

Entrevista a Leonardo Favio - Parte 1

 

Fuente: Revista Siete Días Ilustrados, 31 de mayo de 1971.

Parapetado tras sus habituales tics, el efervescente cantautor y cineasta habla para Siete Días sobre sus últimas experiencias: Simplemente una rosa, film que le redituará diez millones de pesos, y Juan Moreira, “que será un gran fresco sobre la vida y la muerte de una pasión argentina”.

Alguna vez dijo: “Si tuviera un millón de pesos no sería como soy”. Fue hace cuatro años, claro, cuando hacía sus primeras armas como cantante en un sofisticado reducto de San Telmo y ni soñaba con que una sola de sus canciones acabaría por arrimarle sumas estrepitosamente mayores, por poner a prueba la sinceridad del arranque. Al menos en eso, Fuad Jorge Jury (33, dos hijos), nom de guerre Leonardo Favio, se ha mantenido fiel a sí mismo: sigue exhibiendo ese carácter exaltado y difícil que le acarreó no pocos problemas. Ya antes de haber cosechado el ruidoso suceso discográfico de 1969 su labor cinematográfica, sus irreverentes declaraciones y, en cierto modo, su azarosa vida privada, lo habían señalado como un personaje díscolo en torno a cuyas actitudes y realizaciones, público y crítica no acababan de ponerse de acuerdo. Actor consagrado en El secuestrador y La mano en la trampa, bajo la batuta de Leopoldo Torre Nilsson, no tardó en dejarse tentar por la dirección. 

Crónica de un niño solo, Romance del Aniceto y la Francisca y El dependiente probaron que se estaba frente a un hombre de intuición y talento poco frecuentes. 

Luego de un intento fracasado de convertirse en cantante popular –su primer tema, Quiero la libertad, vendió 500 copias– y cuando los directivos del sello grabador estaban dispuestos a rescindirle el contrato, Fuiste mía un verano lo instaló en pocas semanas en la codiciada categoría de ídolo máximo de la canción. 

En su carrera no sólo dejó atrás a Sandro y Palito Ortega, sino también los días difíciles que conoció junto a María Vaner, con quien se había casado en 1960. Del brazo de Carola, su segunda esposa, transitó un éxito fácil que no le exigía, al parecer, más que algunos renunciamientos.

 

Ahora, toda esa efervescencia parece evaporarse y Leonardo Favio ostenta, en cambio, un envidiable profesionalismo. Lo enorgullece levantarse todas las mañanas poco después de las siete y cumplir estrictamente sus horarios de trabajo, incluso las ocho horas diarias de filmación que demanda su última película, Simplemente una rosa. Una redituable experiencia, bastante alejada de su postergado Juan Moreira pero que, sin duda alguna, lo compensará de tantos desvelos. 

Entretanto, desayuna con mate, almuerza frugalmente y se somete con paciencia a un tratamiento de acupuntura que lo deslumbra, pese a los mil doscientos dólares de costo. Exultante todavía aunque con una serenidad desconocida, casi formal, Favio conversó con Siete Días la semana pasada. Una conversación de la que no estuvieron ausentes su mate inseparable, sus arbitrariedades, sus gestos, su avasallante simpatía.

La gente habla de un nuevo Favio. ¿Es cierto que has cambiado?

Es lógico y necesario. El cambio es vida. Si no te renovás estás listo. Lo que no significa que no haya cosas perdurables: el amor a la gente y a la tierra de uno, la amistad. Son valores perdurables aunque con el tiempo también se trasforman.

¿Es madurez eso?

Sí. Siempre y cuando no sea la madurez de la fruta que se pudre y cae.

Leonardo Favio parece estar seguro de no caer. Su último viaje a Chile –donde cantó ante una enfervorizada multitud de 25 mil personas– no aporta, precisamente, elementos para desmentirlo. Como tampoco su rotunda seguridad de ser el cantante latino que más vende en España y Estados Unidos o el hecho de que su pase del Canal 13 al 9 haya costado cinco millones de pesos y que cada actuación le signifique un millón de ingreso. Confirmación de una importante audiencia que, sin embargo, no logra encubrir otra realidad: la demanda popular del producto Favio ha disminuido. Aquel oleaje incontenible que lo llevó a la cresta de la fama parece haberse convertido en una serena marejada.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario