A los 90 años, sufre por la detención
de su hija, a quien defiende, afirma que nunca fue antiperonista y define a
Menem como un liberal incompleto. Cree que Kirchner no empezó aún a gobernar
Desde luego, a los noventa años, el
tono de voz de Alvaro Alsogaray ya no es el mismo. El ingeniero, como siempre
marmóreo aunque cortés, habla bajo y cerrado. Ha perdido gran parte de aquella
dicción de eses pronunciadas junto con aquel énfasis con el que alguna vez, en
los sesenta, exhortara a los argentinos desde el Ministerio de Economía a
"pasar el invierno". También perdió los tics faciales que consumieron
incontables horas de ensayo de tantos imitadores televisivos. Las ideas que
expresa, en cambio, parecen haber resistido el paso del tiempo.
Protagonista de más de medio siglo de
la vida argentina, Alsogaray dice que no tiene cosas importantes de las que
arrepentirse. Pero reconoce que le duele no dejar la herencia de un partido
político colector de su prédica, luego de que la Ucedé se diluyera en las
entrañas del menemismo ("y encima tuvimos en la Ucedé tres personas de
carácter disolvente", dice, aunque se niega a identificarlas).
De traje gris y buen semblante, más
delgado, en su eterno estudio de la calle Riobamba, donde conserva una rutina
diaria de lectura y escritura, Alsogaray mantuvo con LA NACION un diálogo de
casi dos horas y aceptó, así, romper un largo silencio. Arrancó con su ingreso
en la política. Evocó los tiempos en que fue ministro de Industria del
presidente Pedro Eugenio Aramburu y fundó el efímero Partido Cívico
Independiente. Más tarde llegó a la actualidad, capítulo en el que, con una
mezcla de deseos de callar y de decir, abordó el insoslayable tema de la
detención de su hija.
--Ha pasado casi medio siglo desde la
Revolución Libertadora. Con los ojos de hoy, ¿cree usted que fue acertado el
enfoque del peronismo que hizo aquel gobierno militar?
--La revolución en sí misma, desde mi
punto de vista, fue un acto patriótico. Pero no estaba preparada para gobernar.
Fue un gobierno un poco improvisado. Podemos definir a la Revolución
Libertadora como un acto de reivindicación argentina, con la desventaja de que
no estaban preparados para dar respuesta a la cuestión. Excluyó al peronismo,
de alguna manera lo persiguió. Pero, ¿qué quería hacer para gobernar? En
realidad la Revolución estuvo muy supeditada a lo que peronismo había hecho.
--¿Tiene hoy una visión crítica de lo
que significó el antiperonismo de esa época?
--No, al contrario, considero que la
Revolución Libertadora es el único golpe de Estado que está justificado, porque
el régimen de Perón era una dictadura y contra eso se tenía que reaccionar. Los
demás golpes de Estado han tenido motivos menores y no son justificables.
--Hace muchos años usted me contó que
durante el primer golpe de Estado, en 1930, había marchado con la columna del
Colegio Militar hasta la Casa Rosada, aunque en un sidecar.
--Tenía 16 años.
--¿Y cómo ve ahora el golpe del 30?
--No lo veo como un equivalente de la
Revolución Libertadora. Pudo haberse evitado. Pero el golpe del 30 lo hizo la
población. Cuando Uriburu llegó, la Casa de Gobierno estaba tomada. Fue un
acontecimiento político como hemos tenido muchos en el siglo pasado, mientras
que la Libertadora fue un acto de sanidad de la población argentina que no
quería seguir viviendo bajo la dictadura de Perón.
--Veo que conserva intacto su
antiperonismo.
--Yo no tengo sentimiento antiperonista.
Cuando fui ministro de Industria hice sacar de los legajos del personal todos
los antecedentes de los peronistas para que no fueran perseguidos
individualmente. Y mantuve a algunos funcionarios. Siempre consideré que el
peronismo auténtico, que no es el nacionalsocialismo, era una expresión de una
parte importante del pueblo argentino. No tuve una actitud antiperonista de
persecución. Creo que estaban equivocados y que habían llevado al país a una
situación de decadencia. No soy lo que se acostumbraba llamar un
"gorila".
--Ya que usted lo menciona, permítame
decirle que no es esa la percepción que de usted tiene mucha gente. Lo
consideran un "gorila".
--¿Por qué?
--Supongo que por su participación en
la Revolución Libertadora, en el gobierno de facto de Guido, en el de Onganía.
--Esos gobiernos tampoco tuvieron una
vocación antiperonista. Se produjeron por otras razones. Por ejemplo, la
revolución de 1976, el último gobierno militar, no era peronista ni
antiperonista.
--Pero cuando se produjeron los
gobiernos militares anteriores el peronismo estaba proscripto y el peronismo
era el tema central.
--Una vez producida la Revolución
Libertadora no hubo otros golpes de Estado basados en el problema peronista. A
lo sumo hubo una restricción electoral del peronismo. Pero eso no permite
calificar como peronismo o antiperonismo, gorilas o no gorilas. Desde luego,
cuando el peronismo se presentaba políticamente con sus banderas, su música y
sus cantos, provocaba la reacción contra eso. Ahí sí había gente antiperonista.
Muchos, por supuesto. Pero el caso mío no se aplica porque yo no había hecho
profesión de fe antiperonista.
--¿Cómo fue su relación personal con
Perón? ¿Lo conoció?
--No tuve una relación personal.
Solamente una vez... Me habían designado (durante el primer gobierno peronista)
presidente de FAMA, la Flota Aérea Mercante Argentina, y quise hablar con
Perón. Me dieron la audiencia para un día a las siete de la mañana. Cuando
llegué, Perón estaba preparando su discurso para que comiéramos vegetales en
lugar de carne, ¿se acuerda? En la antesala me dijeron "espere un
momentito". Esperé hasta las 11 y media. No me recibió.
--¿Y después nunca lo vio?
--No. El conocía muy bien todo el
pensamiento mío. Yo le hice saber varias veces por distintas personas lo que
pensaba y la necesidad de que él mismo hiciera cambios, pero no tuve éxito.
Después, estando Perón en España, tuve dos contactos con un allegado suyo que
quedó bastante impresionado por lo que yo decía y se lo comunicó. Me hablaron
acá para que yo fuera a verlo a Perón. Yo les dije: "Prefiero no ir a
España, como todos los peronistas; podemos encontrarnos en Francia". Pero
no se hizo.
--Muchos años después usted se
asociaría con el peronismo de Menem. ¿Cómo ve hoy esa asociación?
--Menem, Angeloz y yo éramos
candidatos a presidente. Menem representaba al peronismo, sin definir bien qué
era, Angeloz era radical y yo representaba al liberalismo. Desde nuestro punto
de vista estuvimos satisfechos, porque reunimos dos millones de votos. No sé si
usted recuerda la reunión en River Plate, donde juntamos ochenta mil personas y
además les pedimos que pagaran la entrada en lugar de llevarlos en ómnibus.
--La Ucedé estaba en su mejor momento.
--Estaba en el pico. Yo escribí en
ese momento un libro que se llama Bases para la acción política futura. Además
de exponer mis ideas, me servía como plataforma. Ese libro le llegó a Menem.
Después de que ganó la elección, un día yo estaba almorzando, sonó el teléfono,
atendió mi mujer y sonriéndose, como diciendo que se trataba de un chiste, me
dijo: "Te llama el presidente de la República". Era Menem. Me invitó
a tomar un café y fui, a la calle Posadas. Hablando con él me di cuenta de que
era un hombre que estaba dispuesto a cualquier cambio, por drástico que fuera.
Tuvimos una segunda reunión en la avenida Callao. Estaba siempre rodeado por
muchos piqueteros peronistas y yo tenía que atravesarlos.
--Bueno, serían militantes, ingeniero.
En esa época no había piqueteros.
--No. Pero me recibieron muy bien. Me
decían "no lo abandone al jefe", porque se había corrido la voz de
que Menem quería mi colaboración. En esa reunión Menem me propuso ser embajador
en Estados Unidos, cargo que yo ya había desempeñado.
--Con Onganía.
--Sí. Entonces le dije: "Vea,
doctor, yo ya tengo la experiencia y no es mucho lo que pueda hacer desde allá
porque los problemas no están allá sino acá". Le dije que el problema más
grave que él tenía era la deuda externa y que hay fórmulas para resolverlo. Me
ofreció ser asesor, cosa que yo no quería porque había como doscientos
asesores, pero le dije que para colaborar quería hacerlo con una tarea
específica que sirviera al país, y eso sería arreglar la deuda externa. Bueno,
realicé un trabajo que si se hubiera hecho no tendríamos deuda externa
actualmente. Se lo puedo demostrar. Lo tengo escrito.
--¿Y por qué piensa que no se hizo lo
que usted propiciaba?
--Menem tenía la costumbre de tomar
una decisión pero luego no apoyarla demasiado. Dentro de los funcionarios no
veían con agrado que yo tuviera una tarea tan especial y tan importante.
Entonces empezaron a darle largas al asunto. A tal punto que lo que había
conseguido yo con el Citibank y todos los bancos que eran acreedores se
demoraba y no se podía llegar a nada. Por lo cual en un momento dado tuve que
decirle a Menem: "Mire, lamento mucho pero no puedo". Entretanto él
había asimilado la privatización de las empresas del Estado. Ahí se arriesgó a
todo, porque privatizar en la forma en que lo hizo fue una hazaña. En dos o tres
años Menem hizo una verdadera revolución. Adoptó la base de nuestra política.
Entonces, ¿qué podíamos hacer? ¿Ponernos en contra porque era peronista?
Hubiera sido una actitud muy poco patriótica. Nosotros nunca fuimos menemistas
ni hicimos política. El único contacto serio fue María Julia, pero ella fue
elegida por capacidad técnica. En el año 94 las cosas ya empezaban a andar mal.
Estábamos otra vez con déficit de presupuesto, clave del desorden monetario y
financiero que viene después. ¿Y con qué se pagaba? Endeudándose.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario