martes, 18 de mayo de 2021

Alvaro Alsogaray: "El único golpe justificable fue el del 55" - Parte 1


A los 90 años, sufre por la detención de su hija, a quien defiende, afirma que nunca fue antiperonista y define a Menem como un liberal incompleto. Cree que Kirchner no empezó aún a gobernar

 

Desde luego, a los noventa años, el tono de voz de Alvaro Alsogaray ya no es el mismo. El ingeniero, como siempre marmóreo aunque cortés, habla bajo y cerrado. Ha perdido gran parte de aquella dicción de eses pronunciadas junto con aquel énfasis con el que alguna vez, en los sesenta, exhortara a los argentinos desde el Ministerio de Economía a "pasar el invierno". También perdió los tics faciales que consumieron incontables horas de ensayo de tantos imitadores televisivos. Las ideas que expresa, en cambio, parecen haber resistido el paso del tiempo.

Protagonista de más de medio siglo de la vida argentina, Alsogaray dice que no tiene cosas importantes de las que arrepentirse. Pero reconoce que le duele no dejar la herencia de un partido político colector de su prédica, luego de que la Ucedé se diluyera en las entrañas del menemismo ("y encima tuvimos en la Ucedé tres personas de carácter disolvente", dice, aunque se niega a identificarlas).

De traje gris y buen semblante, más delgado, en su eterno estudio de la calle Riobamba, donde conserva una rutina diaria de lectura y escritura, Alsogaray mantuvo con LA NACION un diálogo de casi dos horas y aceptó, así, romper un largo silencio. Arrancó con su ingreso en la política. Evocó los tiempos en que fue ministro de Industria del presidente Pedro Eugenio Aramburu y fundó el efímero Partido Cívico Independiente. Más tarde llegó a la actualidad, capítulo en el que, con una mezcla de deseos de callar y de decir, abordó el insoslayable tema de la detención de su hija.

--Ha pasado casi medio siglo desde la Revolución Libertadora. Con los ojos de hoy, ¿cree usted que fue acertado el enfoque del peronismo que hizo aquel gobierno militar?

--La revolución en sí misma, desde mi punto de vista, fue un acto patriótico. Pero no estaba preparada para gobernar. Fue un gobierno un poco improvisado. Podemos definir a la Revolución Libertadora como un acto de reivindicación argentina, con la desventaja de que no estaban preparados para dar respuesta a la cuestión. Excluyó al peronismo, de alguna manera lo persiguió. Pero, ¿qué quería hacer para gobernar? En realidad la Revolución estuvo muy supeditada a lo que peronismo había hecho.

--¿Tiene hoy una visión crítica de lo que significó el antiperonismo de esa época?

--No, al contrario, considero que la Revolución Libertadora es el único golpe de Estado que está justificado, porque el régimen de Perón era una dictadura y contra eso se tenía que reaccionar. Los demás golpes de Estado han tenido motivos menores y no son justificables.

--Hace muchos años usted me contó que durante el primer golpe de Estado, en 1930, había marchado con la columna del Colegio Militar hasta la Casa Rosada, aunque en un sidecar.

--Tenía 16 años.

--¿Y cómo ve ahora el golpe del 30?

--No lo veo como un equivalente de la Revolución Libertadora. Pudo haberse evitado. Pero el golpe del 30 lo hizo la población. Cuando Uriburu llegó, la Casa de Gobierno estaba tomada. Fue un acontecimiento político como hemos tenido muchos en el siglo pasado, mientras que la Libertadora fue un acto de sanidad de la población argentina que no quería seguir viviendo bajo la dictadura de Perón.

--Veo que conserva intacto su antiperonismo.

--Yo no tengo sentimiento antiperonista. Cuando fui ministro de Industria hice sacar de los legajos del personal todos los antecedentes de los peronistas para que no fueran perseguidos individualmente. Y mantuve a algunos funcionarios. Siempre consideré que el peronismo auténtico, que no es el nacionalsocialismo, era una expresión de una parte importante del pueblo argentino. No tuve una actitud antiperonista de persecución. Creo que estaban equivocados y que habían llevado al país a una situación de decadencia. No soy lo que se acostumbraba llamar un "gorila".

--Ya que usted lo menciona, permítame decirle que no es esa la percepción que de usted tiene mucha gente. Lo consideran un "gorila".

--¿Por qué?

--Supongo que por su participación en la Revolución Libertadora, en el gobierno de facto de Guido, en el de Onganía.

--Esos gobiernos tampoco tuvieron una vocación antiperonista. Se produjeron por otras razones. Por ejemplo, la revolución de 1976, el último gobierno militar, no era peronista ni antiperonista.

--Pero cuando se produjeron los gobiernos militares anteriores el peronismo estaba proscripto y el peronismo era el tema central.

--Una vez producida la Revolución Libertadora no hubo otros golpes de Estado basados en el problema peronista. A lo sumo hubo una restricción electoral del peronismo. Pero eso no permite calificar como peronismo o antiperonismo, gorilas o no gorilas. Desde luego, cuando el peronismo se presentaba políticamente con sus banderas, su música y sus cantos, provocaba la reacción contra eso. Ahí sí había gente antiperonista. Muchos, por supuesto. Pero el caso mío no se aplica porque yo no había hecho profesión de fe antiperonista.

--¿Cómo fue su relación personal con Perón? ¿Lo conoció?

--No tuve una relación personal. Solamente una vez... Me habían designado (durante el primer gobierno peronista) presidente de FAMA, la Flota Aérea Mercante Argentina, y quise hablar con Perón. Me dieron la audiencia para un día a las siete de la mañana. Cuando llegué, Perón estaba preparando su discurso para que comiéramos vegetales en lugar de carne, ¿se acuerda? En la antesala me dijeron "espere un momentito". Esperé hasta las 11 y media. No me recibió.

--¿Y después nunca lo vio?

--No. El conocía muy bien todo el pensamiento mío. Yo le hice saber varias veces por distintas personas lo que pensaba y la necesidad de que él mismo hiciera cambios, pero no tuve éxito. Después, estando Perón en España, tuve dos contactos con un allegado suyo que quedó bastante impresionado por lo que yo decía y se lo comunicó. Me hablaron acá para que yo fuera a verlo a Perón. Yo les dije: "Prefiero no ir a España, como todos los peronistas; podemos encontrarnos en Francia". Pero no se hizo.

--Muchos años después usted se asociaría con el peronismo de Menem. ¿Cómo ve hoy esa asociación?

--Menem, Angeloz y yo éramos candidatos a presidente. Menem representaba al peronismo, sin definir bien qué era, Angeloz era radical y yo representaba al liberalismo. Desde nuestro punto de vista estuvimos satisfechos, porque reunimos dos millones de votos. No sé si usted recuerda la reunión en River Plate, donde juntamos ochenta mil personas y además les pedimos que pagaran la entrada en lugar de llevarlos en ómnibus.

--La Ucedé estaba en su mejor momento.

--Estaba en el pico. Yo escribí en ese momento un libro que se llama Bases para la acción política futura. Además de exponer mis ideas, me servía como plataforma. Ese libro le llegó a Menem. Después de que ganó la elección, un día yo estaba almorzando, sonó el teléfono, atendió mi mujer y sonriéndose, como diciendo que se trataba de un chiste, me dijo: "Te llama el presidente de la República". Era Menem. Me invitó a tomar un café y fui, a la calle Posadas. Hablando con él me di cuenta de que era un hombre que estaba dispuesto a cualquier cambio, por drástico que fuera. Tuvimos una segunda reunión en la avenida Callao. Estaba siempre rodeado por muchos piqueteros peronistas y yo tenía que atravesarlos.

--Bueno, serían militantes, ingeniero. En esa época no había piqueteros.

--No. Pero me recibieron muy bien. Me decían "no lo abandone al jefe", porque se había corrido la voz de que Menem quería mi colaboración. En esa reunión Menem me propuso ser embajador en Estados Unidos, cargo que yo ya había desempeñado.

--Con Onganía.

--Sí. Entonces le dije: "Vea, doctor, yo ya tengo la experiencia y no es mucho lo que pueda hacer desde allá porque los problemas no están allá sino acá". Le dije que el problema más grave que él tenía era la deuda externa y que hay fórmulas para resolverlo. Me ofreció ser asesor, cosa que yo no quería porque había como doscientos asesores, pero le dije que para colaborar quería hacerlo con una tarea específica que sirviera al país, y eso sería arreglar la deuda externa. Bueno, realicé un trabajo que si se hubiera hecho no tendríamos deuda externa actualmente. Se lo puedo demostrar. Lo tengo escrito.

--¿Y por qué piensa que no se hizo lo que usted propiciaba?

--Menem tenía la costumbre de tomar una decisión pero luego no apoyarla demasiado. Dentro de los funcionarios no veían con agrado que yo tuviera una tarea tan especial y tan importante. Entonces empezaron a darle largas al asunto. A tal punto que lo que había conseguido yo con el Citibank y todos los bancos que eran acreedores se demoraba y no se podía llegar a nada. Por lo cual en un momento dado tuve que decirle a Menem: "Mire, lamento mucho pero no puedo". Entretanto él había asimilado la privatización de las empresas del Estado. Ahí se arriesgó a todo, porque privatizar en la forma en que lo hizo fue una hazaña. En dos o tres años Menem hizo una verdadera revolución. Adoptó la base de nuestra política. Entonces, ¿qué podíamos hacer? ¿Ponernos en contra porque era peronista? Hubiera sido una actitud muy poco patriótica. Nosotros nunca fuimos menemistas ni hicimos política. El único contacto serio fue María Julia, pero ella fue elegida por capacidad técnica. En el año 94 las cosas ya empezaban a andar mal. Estábamos otra vez con déficit de presupuesto, clave del desorden monetario y financiero que viene después. ¿Y con qué se pagaba? Endeudándose.


 

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