También se oyeron tangos en el Dietze
Pocos lugares son tan gratos a los recuerdos de Belgrano, como el restaurante Dietze, con su amplio jardín al frente, en la esquina de Echeverría y Vuelta de Obligado. Había sido la residencia del doctor José Mariano Astigueta donde en 1880 se alojó el presidente Avellaneda luego de una breve estadía en el hotel Watson. En 1930 se inauguró el restaurante cuya vida se prolongó por tres décadas hasta que cerró y en su lugar se instaló uno de los supermecados Minimax, de propiedad del grupo Rockefeller. La noche del 26 de junio de 1969 este comercio fue incendiado junto con otros quince ubicados en distintos barrios de la ciudad. En el solar se alza hoy un edificio de departamentos, pero en la memoria de los viejos belgranenses, perdura el recuerdo del Dietze.
La orquesta de José Benes —piano, violín y cello— que durante muchos años actuó en este restaurante, incluía varias creaciones de la Guardia Vieja entre sus interpretaciones y de modo especial el tango de Sanders y Vedani titulado Adiós Muchachos que gozaba de fama internacional. También ejecutó composiciones el trío Zícari, Mendoza Dima y asimismo lo hicieron en solos de piano, Raúl Zícari, Ivan Bank, Charlie Franz, Pablo Lukas y Orlando Giacobbe, entre otros. El Dietzie acogió las estelares actuaciones de los violinistas Dajos Bela e Ilya Livchakoff, quienes también incluyeron tangos en sus repertorios.
Por último cabe mencionar las actuaciones del pianista y compositor José Tinelli, autor, entre otros temas de Por la vuelta, La lluvia y yo, Será una noche, etc., quien obviamente ejecutó un repertorio íntegramente de tangos.
La última actuación
de Azucena Maizani
La Maizani actuaba por 1966 en un local de la calle Juramento entre Moldes y Ciudad de la Paz, a pocas cuadras de mi casa. Su nombre en la marquesina seguía siendo una atracción, aunque no muchos sabían de su precario estado de salud y de su mala situación económica, a la que Hugo del Carril, en silencio y con grandeza —como hizo todas sus cosas— trataba de mitigar en lo posible. A fines de 1966, Azucena sufrió un ataque que la dejó hemipléjica y la postró hasta su muerte ocurrida el 15 de enero de 1970. Su última actuación en público había sido en Belgrano.
Tangos en el Chalchalero
En octubre de 1979 se inauguró, en la esquina de Cuba y Olazábal, un local dedicado al folklore: El Chalchalero. Yo lo administré hasta fines de 1980. No descarto haber influido para que los días jueves fueran dedicados al tango. Por ese escenario —donde de viernes a domingos sonaban los cantos de la tierra— pasaron, según mi impreciso recuerdo, Hugo del Carril, Alberto Castillo, Roberto Goyeneche, Roberto Rufino, el dúo Salgán-De Lío y un muy jovencito como inmejorable cantor llamado Guillermo Galvé que recién asomaba al aplauso del público.
Tangos para Belgrano
No es tarea fácil rastrear los pocos tangos dedicados o que mencionan al barrio de Belgrano. Las citas, por lo común, se agotan con Bajo Belgrano de Anselmo Aieta y Francisco García Jiménez y el vals Caserón de Tejas de Sebastián Piana y Cátulo Castillo porque son dos composiciones muy buenas y muy difundidas. Ambos muestran claramente el contraste entre las dos zonas de nuestro barrio. El Bajo —aunque idealizado por la pluma de García Jiménez— se presiente con su peculiar forma de vida, sus bañados y juncales, sus boliches y sus studs, el río y el arroyo desbordante. Era la vida marginal.
Cátulo, en cambio, escribió una postal evocativa del Belgrano bucólico, del Belgrano señorial con caserones de tejas, mansiones enrejadas y salas de música donde seguramente no arrastraban sus melodías los pianos tangueros que Ulises Petit de Murat nombra en El barrio como no hay otro, sino los dulces pianitos que sangraban en las siestas la pura ternura de un vals.
Pero hay algunos más. Cuenta Enrique Mario Mayochi que allá por 1907 empezó a construirse un palacio con apariencia de castillo en la esquina de Gutemberg y Virreyes (hoy Luis María Campos y José Hernández). El edificio recordaba a una mole medieval de torres almenadas, con un pórtico de entrada sobre el que lucían sendas esculturas de un par de leones. Para abreviar, el llamado Castillo de los Leones fue adquirido por el Dr. Teófilo Lacroze, hijo de don Federico, quien vivió con su familia muy poco tiempo en ese singular edificio. Nunca se supo por qué, pero las puertas se cerraron con cadenas y todo quedó tapiado.
Un día comenzaron a correr por el barrio extrañas historias que hablaban de ruidos en la medianoche, como si alguien arrastrase cadenas y emitiese quejidos y lamentos en el Castillo de los Leones. Síntesis: los fantasmas no eran otros que algunos socios del Club Belgrano que entraban al palacio por un lugar que sólo ellos conocían. El edificio fue demolido, pero en 1969 Alejandro Dolina compuso un tango —letra y música suya— titulado Fantasma de Belgrano que, si bien no recuerda exactamente esta historia, también llora por todas las calles / de Congreso hasta Lacroze / y en la vieja estación / arrastra sus cadenas / y un dolor.
El 21 de julio de 1909 se fundó allí el llamado Círculo Belgrano que trocó su nombre, en 1920, por el de Club Belgrano situado hoy sobre la barranca en las calles Luis María Campos, La Pampa, Arribeños y José Hernández. Fue el protagonista involuntario de la historia de fantasmas recién narrada. Para esta institución, el contrabajista Mario Canaro, hermano menor de Pirincho, compuso en 1926 su tango Club Belgrano, que fue grabado por Francisco Canaro y su orquesta en el mismo año.
En 1928, la misma orquesta de Francisco Canaro grabó un tango de M. Salina titulado Muchachita de Belgrano. Y treinta años después, el 12 de diciembre de 1958, Juan D´Arienzo llevó al disco el tango de Eladio Blanco —bandoneonista de la orquesta— titulado Barrio Belgrano. Blanco es autor también de otros sucesos de la orquesta de D´Arienzo, como El Nene del Abasto y Don Alfonso.
Otros tangos hablan de Belgrano aún cuando no lo contengan en su título. Es el caso de Calle Cabildo de Edmundo Rivero; de La Mesa del Tango de Leopoldo Díaz Vélez, en uno de cuyos pasajes dice: Y mil recuerdos del Bajo y Palermo / de Flores, Belgrano y La Paternal ; o de ¿En qué esquina te encuentro Buenos Aires? de Héctor Stamponi y Florencio Escardó que le dice a la ciudad Estás en todas, todas las esquinas / del arrabal y el centro / en las verdes Barrancas de Belgrano / y estas en las riberas del Riachuelo.
Muchos años atrás, Eugenio Nóbile, Luis Cosenza y Dante A. Linyera firmaron el tango Cocoliche en el que se cita al barrio en una de sus líneas: Vi’a empezar a patear/ de Belgrano hasta Lanús. Otro tango curioso es el que firman Edmundo Bianchi y J. Álvarez, titulado Juan Carlos, cuya letra merece la trascripción de algunos versos, como ejemplo de ramplonería y ausencia de creatividad: Yo lo adoraba a Juan Carlos / y en el nido que allá en Belgrano / había él formado / lo había alegrado / nuestro amorcito / y un varoncito.
De la conocida locutora Rafí (Rosa Angélica Fabbri, actual presidenta del Consejo de Previsión Social de Argentores) es el tango titulado Tan mina como yo, donde en uno de sus pasajes poéticamente describe …y Belgrano y el sol / justo en Pampa y la vía. Y por supuesto no dejaré de nombrar al recordado vals de Sciammarella y Petit, Los cien barrios porteños, grabado por Alberto Castillo el 20 de noviembre de 1945, que comienza enumerando Barracas, La Boca, Boedo, Belgrano, Palermo, Saavedra y Liniers…
El violinista Antonio Arcieri (integró durante muchos años la línea de violines de Ricardo Tanturi) y el letrista Venancio Juan Pedro Clauso (Juven Clauber, a quien Gardel le grabó Vos también vas a sonar con música de Antonio Polito), compusieron un tango que titularon A Belgrano, que es una cálida evocación de ese lindo barrio del pasado como dice uno de sus versos.
Aunque sin música, Belgrano también está en Carlos de la Púa con esencia de tango:
Bajo Belgrano, sos un monto crioyo
tayado entre las patas de los pingos
creyente y jugador, palmás el royo
rezando y taureando
en la misma burrera del domingo…
Bajo Belgrano, patria del portón
sos un barrio querendón
Y regalás a las pibas estuleras
que se pasan bordando los mandiles
para el crac que después resulta un cuco
el ramito de flores oriyeras
que crece en la maceta de tus trucos.
lo mismo que en Celedonio Flores:
Por el Bajo de Belgrano
no te paseaste ufano
y decidor
entre el temor de la gente
que te creyó prepotente
y fajador.
Está también en la pluma costumbrista y porteña de Félix Lima, y en una evocada casa de Tronador 1746, vivienda de Norah Lange y Oliverio Girondo donde ocurrían reuniones semanales en las que Borges vio bailar el tango al final de esas tertulias culturales.
La tertulia de don Eugenio Reville
He citado un par de veces a René Briand y su libro Crónicas del Tango Alegre. Debo recurrir nuevamente a él. En las líneas iniciales Briand dice que algunos de los relatos de su libro están basados en los recuerdos de un caballero, don Eugenio Reville, quien los vivió personalmente y solía rememorarlos en sus afamadas tertulias de los domingos por la tarde en su antigua casona de Belgrano. Esos recuerdos tuvieron tres épocas definidas: de 1875 a 1902, que Briand llama la época primitiva; de 1903 a 1914, llamada la época borrascosa, y de 1919 a 1932, denominada la rememorativa o serena.
No voy a abundar en detalles para ir al grano. Demás está decir que don Eugenio Reville, en su mocedad, era un calavera de aquellos. En sus tertulias siempre se ejecutó música. En la época primitiva, obras clásicas de moda, pero en la época borrascosa, la antigua casona de Belgrano ganó el favor del tango “… que se cultivó allí mucho antes de que fuera aceptado en los tradicionales salones de mansiones de la sociedad porteña”.
Las tertulias de Reville empezaban a las cuatro de la tarde y seguían hasta la media noche. Y entre sus asistentes hubo músicos de cartel, invitados o contratados, para tocar tangos: Rosendo Mendizábal, Julio Doutry, el Negro Casimiro (Casimiro Alcorta, amigo de don Eugenio), Samuel Castriota, Ernesto Ponzio, Alfredo Bevilacqua, el Gordo Bazán, Manuel Campoamor y muchos más. Concurrían también don León Aberastury, Marcelo de Alvear, José Arredondo, Manuel Gálvez, Benjamín Zubiaurre y otros apellidos de la aristocracia vernácula, junto con actores, literatos, políticos, estancieros y …algún que otro taura. Es de lamentar que Briand no aporte una referencia precisa sobre la ubicación de la casona de don Eurgenio Reville, salvo la genérica mención de que estaba en el barrio de Belgrano.
Belgrano, ¿barrio sin tango?
Después de imponerme esta investigación, vino un tiempo de dudas. ¿Qué decir de la presencia del tango en un barrio que fue ajeno al tango? Ahora, en el momento de concluir estas líneas, me llega la incertidumbre de pensar si Belgrano fue, en verdad, un barrio tan alejado del tango.
Información adicional
HISTORIAS DE LA CIUDAD. Una revista de Buenos Aires
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Año IV N° 22 – Agosto de 2003
I.S.S.N.: 1514-8793
Registro de la Propiedad Intelectual N° 100.991
Declarada de “Interés de la Ciudad de Buenos Aires” por la Legislatura del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Categorías: ESPACIO URBANO, Vida cívica, Bares, Café, Tango
Palabras claves:
Año de referencia del artículo: 1949
Historias de la Ciudad. Año 4 Nro22
Ricardo Ostuni
https://buenosaireshistoria.org/juntas/el-tango-en-el-barrio-de-belgrano/
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