lunes, 15 de marzo de 2021

El catolicismo social en la Semana Trágica de Buenos Aires (1919) - Parte 1

 

A poco tiempo de haber concluido la Primera Guerra mundial, estalló en Buenos Aires una huelga general de características insurreccionales, que rebasó el ámbito laboral, tomó calles y paralizó la ciudad.1 La elite política seguía atentamente el recorrido del proceso revolucionario ruso, en medio de un clima de alerta internacional, que observaba con preocupación su repercusión en las filas obreras. En ese marco, el gobierno argentino respondió con una represión de vasto alcance. 

El ejército tomó el control de la ciudad y su acción represiva fue acompañada por la actuación de grupos civiles. La cifra de muertos y heridos es aún hoy, a cien años de distancia, incierta. Estamos hablando de la Semana Trágica de Buenos Aires, ocurrida entre el 7 y el 17 de enero de 1919. Este episodio ha sido un tópico muy transitado por la historiografía argentina (Babini, 1956; Godio, 1972; Rock, 2010Bilsky, 2011; Lvovich, 2003; Silva, 2011Lvovich, 2016Díaz, 2019; entre otros), ya que marcó una inflexión en la dinámica del movimiento obrero y agrupó a las distintas facciones de la clase dominante detrás de un tipo de acción represiva poco visto hasta entonces.

La huelga en los talleres Vasena, una de las empresas metalúrgicas más grande del subcontinente, se había iniciado en los primeros días de diciembre de 1918. El reclamo de los trabajadores buscaba recomponer las condiciones de trabajo que habían sido fuertemente afectadas por la guerra.2 Por su parte, la patronal, que se mantenía inflexible ante las demandas obreras, había recurrido a la contratación de rompehuelgas y a vigilancia propia, a lo cual se sumó la asignación de efectivos policiales regulares. Al mes de iniciado el conflicto, la situación en la puerta de los talleres había alcanzado ya un importante nivel de tensión, y en los primeros días de enero hubo varios choques entre los huelguistas y las fuerzas de seguridad. El día 6 falleció un cabo de la policía;3 algunas versiones sugieren que los hechos del día 7, ocurridos por la tarde, deben ser vistos como una revancha policial. El tiroteo duró varias horas; murieron cuatro trabajadores y hubo al menos una veintena de heridos.4 Este episodio fue respondido con un acto de clara solidaridad: una manifestación multitudinaria se acercó a los espacios fijados para el velatorio de las víctimas. Un cortejo fúnebre acompañó el día 9 hacia el Cementerio del Oeste –Chacarita– los restos de los caídos del día martes 7. A su paso, la gran columna atravesó distintos incidentes que más adelante describiremos, y en el cementerio fue reprimida.

La huelga general fue declarada el día 10 por las dos centrales obreras que existían entonces: la FORA del quinto, como se conocía a la central anarquista, y la FORA IX, de hegemonía sindicalista revolucionaria. Mientras esta huelga se desarrollaba de manera contundente, la dirigencia de la FORA IX se reunió con el presidente Hipólito Irigoyen a fin de forzar la resolución del conflicto en Vasena, liberar a los presos y levantar la huelga general. A poco de declarada la medida, el Partido Socialista ya contemplaba su interrupción, y ese mismo día a medianoche sacó un comunicado que llamaba a concluir la huelga, señalando la desnaturalización del movimiento de protesta a causa de factores externos a la organización sindical. Aunque ese comunicado fue criticado por el Partido Socialista Argentino, dirigido por Alfredo Palacios, este también llamó a levantar la medida (Bilsky, 2011, pp. 138- 139). El Partido Socialista Internacional, que se había declarado solidario con los obreros de los talleres Vasena desde un principio y había invitado a participar de la movilización del día 9, adhirió, no obstante, a la declaración de la FORA IX de levantar la huelga cuando esta lo propuso. Así, ni siquiera la fracción izquierdista recientemente separada del PS pudo darle un curso revolucionario a la huelga (Bilsky 2011, p. 159). Esa tarea quedó solo en manos de una fracción de los anarquistas, que contaban con una capacidad limitada para abordarla. Esto es importante en la medida en que las fuerzas conservadoras hicieron otra interpretación de lo que sucedía, y leyeron alarmadas los hechos como un conato de revolución maximalista.

Desde el catolicismo, por otra parte, la semana que se inició el 7 enero de 1919 se vivió como la concreción de una profecía largamente anunciada. El diario El Pueblo, vocero central del catolicismo argentino en ese período, reprochaba que se los hubiese tildado de alarmistas “a los que veíamos llegar los acontecimientos...”5, y exigía una actitud decidida de parte del gobierno, al que responsabilizaba por el exceso de tolerancia con el crimen y por la falta de prevención para defender los intereses y la vida de los ciudadanos. Debe recordarse que, desde fines del siglo XIX, los católicos consideraban que en Argentina existían condiciones para que se desarrollasen entre los trabajadores las corrientes socialista y anarquista, lo cual era experimentado como una amenaza para los valores cristianos. La publicación y circulación local de la encíclica Rerum Novarum (1891) había aportado un programa con el cual los católicos salieron a enfrentar en el terreno de las ideas y de la organización el avance de estas posiciones en la clase obrera. Para 1919, tal línea de acción llevaba, en la ciudad de Buenos Aires, varias décadas de trabajo. En este tiempo, el catolicismo se había dotado de un conjunto de asociaciones –como los círculos de obreros, los patronatos, las ligas, los centros de estudios, los sindicatos, etcétera–, que estaban vinculadas al movimiento católico general, y al trabajo del Arzobispado, de las principales congregaciones y de la prensa católica (Recalde, 1986; Auzá, 1987; Mallimaci, 1992; Di Stéfano y Zanatta, 2010Martín, 2012Mauro, 2010 y 2015Gerdes, 2016Lida, 2013 y 2015). No obstante, el resultado de estas iniciativas había sido desigual y, para muchos, limitado.

En aquellas situaciones de marcada conflictividad social que se sucedieron desde principios del siglo en la ciudad, tanto la Iglesia Católica como el catolicismo social asumieron un rol activo en la defensa del orden social imperante. Así, por ejemplo, en la Semana Roja de 1909, la Junta Central de Gobierno de los Círculos de Obreros sacó un manifiesto en el cual se desligaba de toda participación en la manifestación del 1º de Mayo. Afirmaba que dicha huelga era “completamente injustificada” en sus móviles y en su forma, ya que se había afectado la libertad de trabajo de los demás obreros, y que la voluntad de un grupo minoritario se había impuesto por la fuerza contra los trabajadores que pretendían continuar trabajando.6 La Junta tomó similar postura poco después, durante la huelga convocada en repudio al fusilamiento del pedagogo español Francisco Ferrer7, y lo mismo sucedió tras el atentado contra el jefe de policía Ramón Falcón y su secretario Juan Alberto Lartigau.8 En este último caso, el catolicismo porteño repudió el atentado y reivindicó a los funcionarios policiales.9 En esa coyuntura, en un acto improvisado en uno de los círculos de obreros, su presidente señaló que se imponía que

cada uno vigilara por la seguridad de todos, descubriendo á la policía, que vela por nuestra tranquilidad, cuantas noticias ó síntomas sospechosos adviertan en las personas que por su conducta, ó sus opiniones, ó sus afinidades con esos centros tenebrosos, puedan ser consideradas como peligrosas á la tranquilidad y al progreso de la patria argentina.10

Este trabajo se propone explorar cómo el catolicismo interpretó y actuó en los últimos años de la segunda década del siglo XX ante ciertos episodios que daban cuenta de un crecimiento de la movilización y la conflictividad obrera en la ciudad de Buenos Aires. En particular, se analizan aquí las perspectivas con que el catolicismo social porteño –especialmente aquel que se organizó en torno a los Círculos de Obreros (1892)– intervino en la coyuntura de la Semana Trágica; qué posiciones se tomaron en relación a la violencia desplegada por las fuerzas represivas estatales y paraestatales, y qué tipo de iniciativas se promovieron en lo sucesivo. En lo que respecta a fuentes documentales, se trabajará con prensa diaria católica, socialista y comercial. Además, se han consultado las actas de la Junta de Gobierno y del Consejo General de los Círculos de Obreros, y el boletín parroquial de Nuestra Sra. de la Merced.

 


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