viernes, 12 de febrero de 2021

Particularidades del golpe de Estado de 1930. El comienzo de la inestabilidad política nacional - Parte 4

 Se identificaron así, dos concepciones claramente diferenciadas en la prensa escrita de 1930, una más moderada, que aceptó el sistema democrático liberal basado en el respeto a la participación ciudadana a través de partidos políticos. Esta entendía que la intervención de las FF.AA resultaba necesaria para poner fin a un gobierno que poco tenía de democrático y que su irrupción sería transitoria hasta un nuevo e inmediato llamamiento a elecciones (postura adoptada por los diarios La Nación Crítica –entre otros-). 

La otra de carácter más extremista, (de raíz nacionalista) que despreciaba el régimen demo-liberal y propiciaba el quiebre democrático, apoyando a las FF.AA para crear un nuevo orden institucional con componentes de índole corporativo (presente por ejemplo en las publicaciones: Azul y Blanco, Crisol, La Nueva RepúblicaLa Fronda).46Ambas perspectivas colaboraron, a su modo y desde su propia visión de los hechos, con el clima desestabilizante y reaccionario de la época.

Conclusiones y comentarios finales

La planificación del golpe de Estado de 1930 estuvo envuelta en un marco de incertidumbre, dudas y diferencias que acompañaron siempre a sus promotores (desde sus comienzos y primeras reuniones conspirativas), pero estas nunca fueron interpretadas como un serio obstáculo lo suficientemente importante como para impedir su ejecución. Los documentos analizados demuestran que existieron siempre inquietudes entre sus líderes y máximos protagonistas acerca del nivel de acompañamiento y adhesión militar real que tendría el movimiento septembrista. 

Esta cuestión se verificó el mismo 6 de setiembre a partir de la formación de la débil columna que avanzó hacia la Casa de Gobierno. En las FF.AA la marina se mantuvo prácticamente ajena a dicho acontecimiento, la inmensa mayoría de los efectivos de Campo de Mayo se mantuvo leal al orden constitucional y al gobierno elegido por el pueblo y no salió de sus cuarteles. Por su parte la aviación acompañó tímidamente el levantamiento desde la Base Aérea de El Palomar y en menor medida desde la base con asiento en Paraná, movilizando 20 aeronaves aproximadamente.47

Por otro lado, emerge de manera irrefutable el claro y extensivo apoyo de parte de la prensa nacional como así también de población civil, activa aunque no masiva. Esta última acompañó a la columna militar, algunos como meros espectadores de lo que se creía un simple desfile,48 otros con cierto temor o dudas acerca de lo que estaba por venir, y otros con mayor nivel de compromiso y protagonismo. Muchos de estos civiles eran jóvenes estudiantes universitarios49 (mayormente pertenecientes a sectores acomodados y residentes en la Capital Federal), que ya habían protagonizado episodios de abierta oposición al gobierno. Otros eran miembros de la Liga Republicana (entre otras organizaciones) que se acercaron junto a legisladores a los cuarteles de Campo de Mayo y al Colegio Militar de la Nación, no sólo a presionar y arengar a la tropa, sino incluso a hacerse de armas para derribar a un gobierno democrático.

Resulta también innegable que consumado el golpe y conformado el gobierno provisional, parte de esa misma prensa reflejó en sus titulares abierta oposición ante el nuevo escenario político no deseado, ni pretendido. Esta situación determinó la censura y en algunos casos incluso el cierre forzado de diferentes matutinos hasta el arribo del gobierno de Justo en 1932. Tal fue el caso del diario Crítica, que en el mes de septiembre logró su mayor tiraje (10.603.269 ejemplares mensuales) y Natalio Botana recibió todo tipo de homenajes por su misión en la jornada histórica del 6 de septiembre. 

A pesar de ello el diario nunca abandonó su campaña orientada a procurar una pronta normalidad institucional, por lo que recibió primero un serio apercibimiento del ministro Sánchez Sorondo, y luego su clausura definitiva el 6 de mayo de 1931. Es de destacar que incluso fueron detenidos su director junto a su esposa, la escritora Salvadora Medina Onrubia y 33 integrantes de la redacción y administración del periódico ahora opositor.50

El 17 de octubre de 1930 el general José Félix Uriburu relató en una entrevista dada al diario La Nación de Santiago de Chile, los motivos que lo llevaron a encabezar el golpe de Estado contra el Gobierno de Yrigoyen. Al respecto alegaba “Causas morales, políticas, sociales, financieras y económicas […] determinaron una situación extrema. Nunca […] la sociedad argentina se ha encontrado en un estado de indecisión, de recelo, de desconfianza y de desorientación de sus propios destinos. […] Encontré en todo aquel a quien me dirigí, el mismo sentimiento y el mismo temor patriótico ante el porvenir. Todos comprendíamos que de seguir así llegaríamos a la revolución social”.51 

En el manifiesto del alzamiento explicaba y justificaba a la “revolución” como un acto patriótico de las Fuerzas Armadas en respuesta al clamor del pueblo que había visto agotarse las esperanzas de una reacción salvadora que sacaría al país del desquicio de los últimos años. Así, la intervención militar se justificaba por sus fines, ya que se quería evitar el derrumbe definitivo de la nación y liberarla del régimen ominoso representado por el partido gobernante.

El éxito del movimiento no se debió a la efectividad y precisión de la estrategia desarrollada, a la contundencia de las acciones encaradas o al liderazgo que despertaron sus líderes entre las fuerzas movilizadas, sino más bien a una postura obstinada y de negación ante los sucesos presentes. Aspectos que no sólo existieron en las figuras de Yrigoyen y de su Vicepresidente, sino también en muchos colaboradores y funcionarios de su círculo inmediato a pesar de las señales de alerta y hechos concretos detectados fehacientemente con anterioridad. Es de destacar, por ejemplo, la falta de reacción temprana, temores, dudas, intereses o ambiciones personales, y hasta cierta apatía manifiesta del gobierno en manos del vicepresidente Martínez ante los acontecimientos sucedidos aquel 6 de setiembre de 1930. 

El ministro González firmó el decreto que reclamaba el Vicepresidente –siendo las 15:05 se decreta el Estado de Sitio y se suspenden paralelamente los comicios proyectados para las provincias de Mendoza y San Juan-. El general Mosconi llevaba además al doctor Martínez las instrucciones para hacerle saber que las fuerzas de Campo de Mayo, Liniers y del Arsenal de Capital Federal y demás divisiones del interior esperaban órdenes para actuar que nunca llegaron.

El doctor Martínez manifestó que su renuncia –efectuada alrededor de las 20 hs.- era espontánea y definitiva, y tenía por objetivo evitar el derramamiento de una sola gota sangre. Afirmaron los militares presentes que les pidió que se retirasen a sus hogares, argumentando que todo había terminado. Es evidente que por incapacidad, temor o complicidad el Vicepresidente no estuvo a la altura del cargo, negándose a adoptar las medidas más elementales y contundentes que las circunstancias obligaban. 

A las 20:30 se entregó el Arsenal y una horas más tarde se verificó radiotelegráficamente que las unidades militares del interior acataron la subordinación a la cúpula “revolucionaria”, difundiéndose las renuncias del Poder Ejecutivo. A las 22:00 de ese 6 de septiembre de 1930 una multitud descontrolada y eufórica asaltó la humilde residencia particular de Hipólito Yrigoyen, destruyendo su moblaje y dando una clara señal de los sentimientos que movilizaban a muchos de los civiles que acompañaron y festejaron ese brutal acontecimiento.

Todo había terminado, el complot militar se había impuesto a la conspiración política ante la mirada pasiva pero interesada de aquellos que colaboraron con el “triunfo” de la aventura golpista -a pesar de su intrínseca debilidad-. Una nueva etapa política en la

Argentina se había inaugurado y otros golpes de Estado se alternarán en el país, afectando la consolidación democrática nacional, extendiendo violencia, inestabilidad y confrontación durante las próximas décadas.

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