El sueño autonomista de Borges que revivió en los ideales federales de Ibarra
Una carta llegó con las primeras luces del 31 de marzo de 1820 a manos del capitán tucumano Juan Francisco María Echauri y su sangre se heló. Su alma demudó en fantasmas.
Juan Francisco Borges y Juan Felipe
Ibarra fueron los impulsores del sueño autonomista. Uno lo intentó dos veces,
el otro hizo propio el sueño del primero y lo concretó con creces.
Ala luz del sol que ascendía aquella mañana, dejando atrás las sombras
de la noche y el leve tremular de una vela casi extinta, el recio tucumano vio
al pie del texto escrito de puño y letra ese nombre que por sí solo intimidaba:
Juan Felipe Ibarra, Comandante del fuerte de Abipones.
El capitán Echauri había sido enviado a tierras santiagueñas por el
gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz, para torcer la voluntad del pueblo y
obligar a sus diputados a firmar el apoyo a sus intereses personales de
constituir junto a Catamarca y Santiago del Estero, una región semindependiente
a la que bautizaría como la “República del Tucumán”, sin importarle la decisión
libre de sus pueblos.
A esta intromisión tucumana en las decisiones políticas de los
santiagueños, le siguió la instauración de un gobierno ilegítimo a fuerza de
vejámenes y violencia, dónde eran comunes toda clase de excesos públicos y
privados en Capital e interior, a fuerza de sangre, filo de espada y fuego.
La ambición de Aráoz, representada por los atropellos de Echauri, era
contraria a los ideales de Juan Francisco Borges, quien había propugnado años
anteriores por la Autonomía provincial de los poderes centralizados y el tan
ansiado federalismo para todos, y cada uno de los pueblos, en el territorio de
la emergente nación, acciones que le costarían la vida.
“Siguiendo el ejemplo de Buenos Aires, quien fuera el cuerpo fundamental de los sucesos de mayo de 1810, Santiago del Estero, decidió sostener estos ideales revolucionarios en la obra y acción de Juan Francisco Borges”, escribiría el profesor Luis Alén Lascano, miembro de la Academia Nacional de la Historia, en oportunidad de cumplirse 200 años de la Revolución de Mayo, acto que nos permitiría luego, independizarnos de la corona española.
Sin duda alguna, los sucesos de mayo marcaron los rumbos, y dejaron
huellas. Fueron el ejemplo, a tal punto, que 10 años después, la Autonomía de
Santiago del Estero se materializaría gracias a la inspiración y ejemplo de
aquellos hombres.
Primer intento autonomista de Borges
En el año 1814, las luchas intestinas sangraban la nación. Un director
Supremo tomaba las decisiones y su autoridad estaba signada por la oposición y
el “sin rumbo”, ya que en pocos años se habían sucedido varias formas de
gobierno, tales como la Primera Junta, la Junta Grande, el Primer y Segundo
Triunvirato y ahora, los Directorios, que no podían encausar los ideales
revolucionarios.
El 15 de abril de 1815, Ignacio Álvarez Thomas, encabeza la sublevación
de Fontezuelas y pone fin a la dictatorial forma de gobierno unipersonal de
Carlos María de Alvear, quien avasallara el poder del Cabildo de Buenos Aires
convirtiendo su gestión en un centralismo despótico, al disolver la asamblea e
imponer funcionarios en las provincias que respondían a sus órdenes.
En Santiago del Estero, los sucesos de Fontezuelas avivaron la llama de
la revolución federal y en especial de la autonomía, que la actitud y planes de
Aráoz, habían intentado apagar.
Los cierto es que el teniente de gobernador, Pedro Domingo Isnardi,
había sido desplazado de su cargo por los tucumanos y en su lugar, pusieron por
orden de Aráoz, como autoridad política, a Antonio María Taboada. Conocidas las
acciones de Álvarez Thomas, Isnardi y los representantes del Cabildo,
escribieron una carta al Director Supremo mediante la cual solicitaban que
Santiago del Estero se separara de Tucumán pero la respuesta fue un rotundo
“No”. Esta negativa, obligó a Isnardi a dar un paso al costado y los
partidarios de Aráoz eligieron para cubrir el cargo vacante, a Tomás Juan de
Taboada.
La reacción no tardó en llegar. El 4 de septiembre de 1815, Juan
Francisco Borges llegó hasta las mismas puertas de la casa de Taboada y le
exigió la renuncia. Acompañado por unos 70 hombres armados se dirigió a la
plaza y las campanas del cabildo replicaron convocando a los vecinos que lo
proclamaron gobernador provisorio.
Sin embargo, anoticiado de los hechos Aráoz envió una tropa a enfrentar
a los rebeldes santiagueños y el 8 de septiembre, Juan Francisco Borges,
resultó herido en el enfrentamiento y fue detenido, sofocando de esta manera el
primer intento autonomista.
Nada volvería a ser igual después de aquella primera vez. La voz
autonomista no fue acallada y Borges, detenido en Tucumán, se las arregló para
burlar a su guardia y escapar a Salta en busca de la protección de su amigo,
Martín Miguel de Güemes, quien le daría asilo.
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