En su
aniversario N° 100 (ahora 102), te proponemos un viaje hacia el pasado para
recuperar los detalles de un acontecimiento que transformó el devenir de la
enseñanza superior en Argentina y Latinoamérica.
En 1918, cuando el mundo todavía se desayunaba el
terror de la “Gran Guerra” y las potencias medían sus músculos a partir del
cálculo de los cadáveres de soldados y civiles del enemigo; cuando la Rusia de
Lenin, en estado de ebullición permanente, desempolvaba libros sagrados de
cerebros barbudos y actualizaba el sueño de la revolución; cuando un fascismo
todavía en pañales –desafortunadamente– aprendía a caminar; justo en ese
momento y no en otro: Argentina, también, exhibía sus intenciones de exhalar historia.
En 1918, el radical Hipólito Yrigoyen ocupaba el
“sillón de Rivadavia” (1) y se estrenaba como el primer presidente en haber
alcanzado el Ejecutivo Nacional tras la Ley Sáenz Peña (1912). Mientras tanto,
Córdoba contaba entre sus haberes más preciados con la Universidad más antigua
en el país. Fue fundada en 1613, cuando Argentina todavía no era Argentina y
cuando los únicos límites fronterizos eran los accidentes geográficos. Sin
embargo, cuatrocientos años después –en pleno siglo XX– con una independencia,
una constitución y con un Estado nacional más o menos organizado sobre las
espaldas, no existían demasiadas intenciones por parte de las autoridades
clericales de modificar sus rasgos elitistas. Frente a ello, el reclamo de los
estudiantes universitarios cordobeses, nucleados en centros, y sus intenciones
de modernizar un sistema vetusto y opaco no tardarían en llegar.
En junio de ese año se inició un movimiento
estudiantil que, si bien tuvo su epicentro en Córdoba, luego se expandió hacia
otras latitudes del país e, incluso, traspasó las barreras nacionales con un
eco que conquistó Latinoamérica. Así, la Reforma Universitaria, que comenzó en
la Universidad Nacional de Córdoba y halló en Deodoro Roca (2) a uno de sus
principales referentes, se anticipó medio siglo a lo que el mundo entero
conocería como “Mayo Francés”.
¿Qué pretendía reformar la Reforma de los estudiantes
reformistas?
Ahora bien, ¿de qué se trataba esta Reforma? ¿Por
qué suponía un auténtico giro copernicano en el sistema de enseñanza superior
en el país? Como premisa fundamental, la propuesta de los estudiantes los
restituía como actores centrales de la vida universitaria. Así, planteaba la
lucha colectiva de los pueblos latinoamericanos en el reclamo por la autonomía
(política, docente y administrativa) universitaria; el cogobierno (con
representantes de los distintos claustros de profesores, estudiantes y
egresados en el proceso de toma de decisiones); la asistencia libre; la defensa
de la gratuidad de la enseñanza; la libertad (para que los estudiantes pudiesen
escoger cursos paralelos al del profesor catedrático) y la periodicidad de
cátedra (que estipulaba plazos con mandatos fijos para el ejercicio de la
docencia); los concursos públicos para la distribución y la asignación de
cargos, la publicidad de todos los actos y la extensión cultural puertas afuera
de las instituciones.
El programa reformista apuntaba a democratizar las
condiciones de acceso y participación en un mundo universitario protagonizado
por jefes clericales; planteaba la reactualización de los planes de estudio y
de las metodologías para implementarlos, tan anacrónicos y enajenados de los
desafíos que un convulsionado siglo XX presentaba (3); reivindicaba la libre
expresión de ideas que habían quedado sepultadas; y, sobre todo, conducía hacia
una disputa de clase. Como golpe de efecto, la democracia en el sistema
universitario traería aparejada mejores condiciones para los individuos de
clase media que, con un título en mano, estarían en posiciones más favorables
para disputar espacios que hasta el momento solo eran colonizados por los hijos
del dinero. Abrir las venas de un sistema diseñado a imagen y semejanza de los
poderosos de turno.
Con este objetivo se crearía la Federación
Universitaria Argentina (FUA), para agrupar a los representantes de las
diversas organizaciones estudiantiles provenientes de distintas instituciones
universitarias bajo un mismo gremio, con objetivos programáticos y agendas
compartidas. Con un movimiento organizado y las ideas claras, cuando todo
estaba finalmente listo y el horno ya estaba para bollos, solo bastaba
sincronizar relojes y hallar el momento preciso.
La revolución de junio
En marzo de 1918, las agrupaciones estudiantiles
conformaron el “Comité Pro Reforma” con el propósito de reclamar modificaciones
menores en la estructura y el funcionamiento de la Universidad cordobesa. No
obstante, ante la negativa de las autoridades, el colectivo dio el primer paso
y declaró una huelga general del alumnado que retrasó el comienzo de las clases
hasta el 1° de abril. Como respuesta, Yrigoyen nombró a José Matienzo –el
entonces Procurador General de la Nación– como interventor, quien, tras
detectar irregularidades en el funcionamiento de la institución, suscribió a la
iniciativa de democratizar el estatuto universitario, declaró desiertos los
cargos de las autoridades (decanos y rector) y estipuló que la elección de las
jerarquías se realizaría con la participación total de los profesores. De esta
manera, se reanudaba el ciclo lectivo y se colocaban paños fríos a una
situación que levantaba temperatura, a tal punto que requería de la mediación
del Gobierno Nacional como remedio ante tanta fiebre.
El 15 de junio, cuando los decanos ya habían sido
escogidos, la Asamblea debía seleccionar al rector. El candidato oficial de los
sectores conservadores y de la cúpula clerical era Antonio Nores, mientras que
el liberal Enrique Martínez Paz se erigía como el representante propuesto desde
las entrañas del movimiento estudiantil. Tras dos votaciones, ninguna facción
obtuvo mayoría absoluta y, al realizarse el tercer intento, triunfó la fórmula
tradicionalista-jesuita. Este hecho desató la irrupción de los estudiantes en
la sala de reuniones y la interrupción de los comicios, bajo la denuncia de que
habían sido manipulados por las órdenes religiosas de la Iglesia Católica sobre
las que recaía el poder organizativo, material y espiritual de la casa de
estudios.
Las agrupaciones estudiantiles cosecharon el apoyo
de los partidos políticos populares y del sindicalismo, tomaron la Universidad,
rechazaron la proclamación de Nores al frente de la institución y se declararon
en “huelga indefinida”, una acción que halló la respuesta de estudiantes de
diversos puntos del país que se plegaron a la lucha.
El 21 de junio, las ideas del movimiento estudiantil fueron publicadas en la
“Gaceta Universitaria”, bajo el título “Manifiesto Liminar” (4), con frases
memorables de su autor anónimo, aunque conocido por todos: Deodoro Roca. El
documento contaba con un tono marcadamente anticlerical y antiimperialista:
“Desde hoy contamos para
el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son
las libertades que nos faltan”.(…) “La juventud Universitaria de Córdoba afirma
que jamás hizo cuestión de nombres ni de empleos. Se levantó contra un régimen
administrativo, contra un método docente, contra un concepto de autoridad”.
Allí, quince párrafos fueron suficientes para
condensar un texto bellísimo, escrito al calor de los acontecimientos y con una
profunda convicción de la imperiosa necesidad de las reformas emprendidas. Un
manuscrito fresco, inteligente y revolucionario, imagen calcada de los humores
que alimentaban ese caldo de cultivo en hervor permanente.
Más tarde, los sucesos siguieron más o menos así:
tras la renuncia de Nores al rectorado, en septiembre, los estudiantes
radicalizaron sus propuestas, ocuparon la Universidad y se distribuyeron los
decanatos que habían quedado vacantes. Así, los referentes estudiantiles
Horacio Valdés, Enrique Barrios e Ismael Bordabehe reemergieron como decanos de
las facultades de Derecho, Medicina e Ingeniería, respectivamente. No obstante,
la realidad de una institución de enseñanza superior comandada por estudiantes
retornó a su forma original de utopía con el desalojo y la detención de un
puñado de representantes por parte de la policía.
José Salinas –ministro de Justicia e Instrucción
Pública de la Nación– fue designado por Yrigoyen para intervenir la
institución, suscribió un decreto que incorporaba los reclamos estudiantiles
(tanto el cogobierno como buena parte de las iniciativas descritas) y,
finalmente, los líderes de la Reforma –incluido Roca– reingresaron a la
Universidad. Tal fue la magnitud del sismo estudiantil que durante la década de
1920 se detectaron réplicas en Chile, Perú y Cuba, y más tarde en México,
Paraguay y Brasil. Para 1921, la Reforma ya regía en todo el territorio
nacional.
(1) “En el imaginario de los argentinos circula el mito de que el reconocido
sillón presidencial de Casa Rosada es el que utilizó Bernardino Rivadavia. En
realidad el que se encuentra actualmente en el despacho del presidente no fue
el que usó Rivadavia durante su mandato. (…) corresponde a la primera
presidencia de Julio Argentino Roca. Data de 1885 y está conformado de madera
de nogal italiana. Fue decorado con la técnica dorado a la hoja, con lámina de
oro. Fue adquirido en la Casa Forest de París a fines del siglo XIX y ha sido
utilizado desde entonces por todos los presidentes de nuestro país”. Información
disponible en el sitio oficial de Casa Rosada.
(2) Deodoro Roca (1890-1942) se destacó como abogado, periodista,
activista por los derechos humanos. Sin embargo, fue reconocido popularmente
como uno de los máximos referentes de la Reforma estudiantil de 1918 y por la
redacción del Manifiesto liminar. Aunque el texto es de carácter anónimo,
siempre se supo que había sido obra de su pluma exquisita. Fue considerado por
Ortega y Gasset como “el argentino más eminente de los que había conocido” y
para Ezequiel Martínez Estrada, se constituyó como“el escritor político
argentino más importante del siglo XX”. Información disponible en el sitio de
la Universidad Nacional de Córdoba.
(3) A tal punto que, por ejemplo, no se permitía la enseñanza de las
teorías evolucionistas como las de Charles Darwin.
(4) Disponible en el
sitio oficial de la Universidad Nacional de Córdoba.
http://www.unq.edu.ar/noticias/3551-reforma-universitaria-de-1918-la-historia-de-los-estudiantes-que-cambiaron-la-historia.php
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