martes, 1 de septiembre de 2020

Radicalizar la Reforma Universitaria. La fracción revolucionaria del movimiento estudiantil argentino, 1918-1922 - Parte 1

 

RESUMEN

El artículo reconstruye la intervención de una serie de grupos y revistas estudiantiles de Argentina que, entre 1918 y 1922, intentaron que el naciente movimiento de la Reforma Universitaria se ligara a la hora revolucionaria internacional inaugurada por Rusia y con ello a las izquierdas bolcheviques locales. Al iluminar el entusiasmo revolucionario de los estudiantes, nos proponemos mostrar que la reconocida identidad latinoamericana y antiimperialista de la Reforma, como ha sido identificada por la historiografía sobre el tema, recién prima después de 1923. Pero también buscamos, por un lado, matizar la tesis que sostiene que el movimiento estudiantil argentino mantuvo en las primeras décadas del siglo XX una posición política moderada y, por otro, aportar nuevas precisiones a los trabajos sobre la recepción de la Revolución rusa y el mapa de las izquierdas argentinas.

 

Introducción

A mediados de 1918 estalla en la ciudad argentina de Córdoba una revuelta estudiantil que daría inicio a un prolongado movimiento político-cultural de alcance latinoamericano: la Reforma Universitaria. Los estudios históricos tienden a enfatizar que, a diferencia de la expresión peruana que dio origen a la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y la cubana (central en la fundación del Partido Comunista), el proceso de la Reforma Universitaria argentina se identificó con una izquierda moderada que, sin una clara traducción política, convergió con el arielismo, la teoría de las generaciones de Ortega y Gasset y el antiimperialismo latinoamericano.1 Esa lectura, ampliamente aceptada en la historiografía argentina, es matizada por la reconstrucción realizada por el líder anarquista Juan Lazarte, la historiografía del Partido Comunista y las investigaciones de Horacio Tarcus.2 Desde distintas perspectivas, estos trabajos muestran que el entusiasmo que despertó la Revolución rusa en algunos estudiantes dio lugar a diversos grupos distantes de la izquierda moderada.

A partir de una minuciosa búsqueda biblio-hemerográfica y de las recientes investigaciones sobre los anarquistas bolcheviques argentinos,3 el presente artículo rescata del olvido a esos grupos e iniciativas estudiantiles que durante el "trienio rojo argentino" (esto es, durante el agitado ciclo de protestas obreras y de revitalización de las izquierdas revolucionarias que, en consonancia con países vecinos y remotos, se registró entre 1919 y 1921) bregaron por que el movimiento de la Reforma Universitaria se vinculara a una ideología y práctica revolucionarias. Específicamente, las colecciones de revistas y folletos conservadas en el CEDINCI, el Museo Dr. Emilio Azarilli de la Universidad Nacional La Plata, el Museo Histórico Provincial de Rosario y el fondo hemerográfico de la Federación Libertaria Argentina nos permitieron reconstruir una (hasta ahora desconocida) red estudiantil bolchevique, tramada entre distintas ciudades argentinas por las revistas reformistas Bases (Buenos Aires, 1919-1920), Clarín (Buenos Aires, 1919-1920), Insurrexit (Buenos Aires, 1920-1921), Mente (Córdoba, 1920), Alborada (La Plata, 1920-1921), Verbo Libre (Rosario, 1920-1921), La Antorcha (Rosario, 1921-1923), Germinal (Rosario, 1922-1923) y Germinal (La Plata, 1919-1920).4

Esas revistas muestran que no pocos estudiantes definieron su participación en la Reforma a partir de la convicción de que el éxito bolchevique inauguraba una hora revolucionaria internacional que necesitaba tanto la unión obrero-estudiantil como el trazado de proyectos revolucionarios comunes entre tres familias políticas hasta entonces (y poco después) fuertemente enfrentadas, la socialista, la anarquista y la sindicalista. Como mencionamos antes, ese entusiasmo revolucionario probolchevique no fue recordado por los estudios sobre la Reforma (en los que primó el énfasis en el latinoamericanismo antiimperialista del líder estudiantil y principal compilador de documentos, Gabriel del Mazo).5 Este entusiasmo tampoco fue inscrito en la historiografía argentina del anarquismo y del socialismo. Ambas historiografías fueron elaboradas en un momento en el que los anarquistas y los socialistas se definían rotundamente antibolcheviques y tenían una finalidad apologética, de modo que, en lugar de recordar el entusiasmo inicial ante la revolución de los soviets de anarquistas y socialistas, así como los proyectos comunes con otras familias políticas emprendidos entre 1919 y 1922, estos optaron por subrayar una coherencia anarquista y antibolchevique, en un caso, y un decidido socialismo antibolchevique, en el otro. Teniendo en cuenta todas estas particularidades, seguimos la hipótesis de que la identidad latinoamericana y antiimperialista de la Reforma estuvo antecedida en Argentina por una entusiasta identidad revolucionaria e internacionalista, y nos proponemos complejizar no solo la aproximación a los orígenes del movimiento estudiantil, sino también los estudios sobre la recepción de la Revolución rusa y el mapa de las izquierdas argentinas.

El estallido de la Reforma Universitaria

Desde fines de 1917, un grupo de estudiantes y jóvenes graduados de la Universidad Nacional de Córdoba se reúne en el Comité Pro-Reforma de la universidad para reclamar la democratización del gobierno universitario y la renovación de los planes de estudio. A diferencia de las modernas y cientificistas universidades de Buenos Aires y de La Plata, la pequeña universidad cordobesa estaba gobernada por una planta docente de impronta, en su mayoría clerical-conservadora, que controlaba los programas y el ingreso de los nuevos profesores.6 En abril de 1918 dos representantes del Comité viajaron a la capital del país para gestionar ante el presidente de la nación, Hipólito Yrigoyen, la intervención de la universidad.7 Días después, Yrigoyen decretó la intervención y en las semanas siguientes fueron removidos varios profesores y se celebró la elección de nuevas autoridades. Mientras que los decanos fueron elegidos sin muchos inconvenientes, la elección del rector, ocurrida el 18 de junio de 1918, iniciaría la Reforma. A través de una maniobra fraudulenta, la camarilla profesoral conservadora consiguió erigir a su candidato, el Dr. Antonio Nores. Al conocer el resultado, el grupo que promovía la renovación irrumpió en la asamblea y comenzó una toma que se reconocería como el inicio simbólico del movimiento político-cultural de la Reforma.

La inmediata conversión del conflicto cordobés en un amplio frente liberal y anticlerical, primero de alcance nacional y poco después latinoamericano, no hubiera sido posible sin la previa vinculación estudiantil. Desde hacía algunos años, los estudiantes de Buenos Aires se congregaban en la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) y en el Ateneo de Estudiantes Universitarios, que editaba, bajo el liderazgo del joven José María Monner Sans, la revista Ideas (1915-1919). En ambos grupos participaron los jóvenes cordobeses, quienes, en su estadía porteña de abril de 1918, fundaron, junto con los representantes de las otras cuatro universidades del país, la primera agrupación estudiantil de alcance nacional, la Federación Universitaria Argentina (FUA). Si la FUA y sus federaciones regionales fueron las primeras plataformas organizativas del emergente movimiento estudiantil, el Congreso Nacional de Estudiantes de julio de 1918, organizado en Córdoba bajo los auspicios de Yrigoyen, ofreció la primera instancia de discusión ideológica.

La expansión del conflicto estudiantil más allá de Córdoba y su reformulación en un movimiento inscrito en las izquierdas también fueron posibles por la nueva composición social del estudiantado y el convulsionado clima político internacional. Desde principios del siglo XX, entre los estudiantes se encontraban no solo los hijos de la elite político-económica, sino también los de las clases medias acomodadas. Estos jóvenes, que no iban a coronar su formación con el viaje europeo, alentaron la creación de agrupaciones y revistas estudiantiles que procuraban la formación cultural y política de la juventud culta. Así mismo, desde 1918 este componente del estudiantado no evitaría pronunciarse sobre la relación de los estudiantes con el movimiento obrero. Esto se debía a que, en el momento que se inicia el conflicto universitario cordobés, las noticias sobre la Gran Guerra, la Revolución rusa y los movimientos insurreccionales europeos, así como la creciente conflictividad de los obreros argentinos, habían abierto importantes expectativas revolucionarias en las izquierdas argentinas y habían motivado la politización de muchos intelectuales. Al definir su posición, las agrupaciones y revistas estudiantiles iniciaron la confrontación entre dos figuras de estudiante: frente al "niño bien", que en su tránsito por la universidad confirmaba (o alcanzaba) su pertenencia a la elite político-económica, emergía un estudiante ligado a la cultura de izquierdas, que, si bien se mantenía a distancia de los partidos políticos, bregaba por la emancipación del género humano, ya fuera a través de una ciencia preocupada por las injusticias sociales, de los proyectos de extensión universitaria o de la solidaridad obrero-estudiantil.

Antes de analizar la red estudiantil construida por los jóvenes que se propusieron la identificación de la Reforma con la revolución social, detengámonos en el horizonte político que la Rusia bolchevique abrió en las izquierdas argentinas.

Ante las noticias de la Revolución rusa

La prolongación de la Primera Guerra Mundial dividió al movimiento socialista mundial entre una fracción que apoyó a los respectivos ejércitos nacionales y otra que, persistiendo en el internacionalismo, se asumió neutral. En cambio, entre los anarquistas la posición ante el conflicto bélico no produjo demasiadas escisiones: las diversas fracciones tendieron a coincidir en que se trataba de una guerra imperialista entre Estados a los que el anarquismo combatía. Sería la Revolución rusa la que fragmentaría tanto al movimiento socialista como al anarquista y la que, de igual modo, posibilitaría una breve convergencia entre socialistas revolucionarios y anarquistas bolcheviques.

En efecto, casi todo el anarquismo argentino y una parte importante del socialismo interpretaron el acontecimiento ruso no como una respuesta particular a características locales, sino como el inicio de una ola revolucionaria internacional en la que se jugaba la emancipación de la humanidad. Como mostró Edgardo Bilsky,8 esa "aceleración" de los tiempos revolucionarios motivaba el renacimiento de la militancia de todo el arco de las izquierdas argentinas. Entre los socialistas se discutía el reemplazo de la vía parlamentaria y gradualista (que venían impulsando, en confrontación con los anarquistas, desde fines del siglo XIX) por una vía revolucionaria. Quienes se adhirieron a esta última vía animaron la fracción Claridad del Partido Socialista (PS) e intentaron, sin éxito, que el IV Congreso Extraordinario del PS, de enero de 1921, se vinculara a la Internacional, o bien se incorporaron al Partido Socialista Internacional (PSI).9 Por su parte, los anarquistas creyeron que los tiempos revolucionarios necesitaban una renovación de su proyecto cultural y la unificación del movimiento obrero. Así, además de enviar a Rusia a un militante obrero para vincular el movimiento argentino con los revolucionarios soviéticos, emprendieron nuevos intentos para que la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) del V, de identidad anarcocomunista, convergiera con la FORA del IX, sindicalista.10

Por esos años tenían lugar en España masivas movilizaciones e insurrecciones obreras, al tiempo que en Alemania e Italia se abría un "trienio rojo". A partir de una minuciosa reconstrucción de la militancia anarquista, Andreas Doeswijk sostiene que también Argentina tuvo su trienio rojo. Este se compuso de los numerosos conflictos sociales desplegados entre noviembre de 1918 y diciembre de 1921: las huelgas rosarinas y porteñas de los policías agremiados en sindicatos anarquistas, la Semana Trágica, las huelgas en La Forestal, el Verano Rojo, la huelga de los maestros de Mendoza, la huelga de los marítimos, la Huelga de las Bombas y los reclamos de los peones de Santa Cruz en 1921.11 Tanto los miembros del PSI como los anarcobolcheviques alentaron estas movilizaciones, pero fueron los segundos quienes lograron mayor inserción en los conflictos, sobre todo gracias a los puestos clave que ocuparon hasta 1922 en la FORAV. Entre los líderes anarcobolcheviques se encontraban Enrique García Thomas (quien financió la mayoría de los emprendimientos editoriales), José Vidal Mata, Elías Castelnuovo, Hermenegildo Rosales, Pierre Quiroule, Eva Vivé, Atilio Biondi, Julio R. Barcos, Nemesio Canale, Antonio Gonçalves, Sebastián Ferrer, Leopoldo Alonso, Santiago Locascio, José Torralvo y los jóvenes militantes estudiantiles, Juan Lazarte y Luis Di Filippo.

Más allá de la discusión en torno de un trienio rojo argentino, el estudio de Doeswijk sobre los anarcobolcheviques, así como el de Roberto Pittaluga y las investigaciones basadas en los archivos de la Internacional Comunista, ponen de manifiesto dos rasgos que renuevan la historiografía de las izquierdas argentinas y sugieren características poco exploradas del movimiento estudiantil. En cuanto al anarquismo, la investigación de Doeswijk cuestiona la idea (que consiguió instalar en 1925 el libro El anarquismo en el movimiento obrero de Diego Abad de Santillán y Emilio López Arango) de que el movimiento anarquista argentino, en su totalidad, se opuso ya en 1917 a la Revolución rusa, pues desde un comienzo habría sido evidente que los soviets, en lugar de disponer una organización descentralizada afín a la doctrina libertaria, respondían a un estatismo dictatorial. En contraste con esa descripción, Doeswijk muestra, por un lado, que entre 1917 y 1919 todo el anarquismo argentino apoyó la revolución de los soviets e incluso incorporó términos marxistas como "dictadura del proletariado", "ejército rojo" y "prerrevolución". Por otro lado, este autor prueba que fue en 1919 cuando efectivamente el movimiento anarquista se escindió en una fracción "pura" (enfrentada al autoritarismo bolchevique) y otra "anarcobolchevique" (para la que el comunismo bolchevique era la etapa previa al comunismo libertario), que recién en 1921 fue un bando minoritario entre los anarquistas.

En efecto, a pesar de ser descalificados como "camaleones" y "anarcodictadores" (e incluso de ser considerados "enemigos directos" del movimiento anarquista), hasta mediados de los veinte los llamados anarcobolcheviques argentinos persistieron en el acercamiento del anarquismo a la Revolución rusa y mantuvieron relaciones con la Internacional Comunista. En cuanto a esta relación entre Rusia y la izquierda argentina, aunque la historiografía del comunismo argentino sostuvo que desde un comienzo el PSI fue admitido por la Internacional, los archivos de esta muestran que ello ocurrió a mediados de 1922. Hasta entonces la Internacional tendió a creer que el movimiento obrero argentino tenía su dirección revolucionaria en los agiornados y bolchevizados exanarquistas, que, evolucionando hacia concepciones marxistas, editaron entre abril y mayo de 1919 en Buenos Aires el diario obrero Bandera roja y, luego de su clausura, el diario rosarino El Comunista (1920-1921) y el porteño El trabajo (1921-1922), y prometían a la Internacional tanto la unificación de las FORAS como su inscripción en la Internacional Sindical Roja.12

La confianza de la Internacional no carecía de respaldo. El PSI se vinculaba a los emisarios rusos, apoyaba la Revolución rusa desde su semanario La Internacional y buscaba insertarse en los sindicatos. Pero eran los anarcobolcheviques quienes lograban más inserción en los conflictos sindicales. Esto se debía a que, además de editar los mencionados periódicos obreros, los anarcobolcheviques militaron en obrajes y fábricas, participaron de las instancias resolutivas de la FORA del V y de la FORA del IX y crearon colecciones de folletos y mensuarios político-culturales, entre los que se destacaron Cuasimodo (Panamá, 1919-1920; Buenos Aires, 1921) y Vía Libre (Buenos Aires, 1919-1922).

La recuperación de las diversas publicaciones anarcobolcheviques les permitió a Doeswijk y Pittaluga reponer los tensos debates que se abrieron en el movimiento obrero y cultural argentino luego de la insurrección obrera de la Semana Trágica (enero de 1919) y de la inmediata organización de las derechas en torno de la Liga Patriótica Argentina (LPA) y la Gran Colecta Nacional de la Iglesia católica. Pero ambas investigaciones dejaron sin rastrear la presencia de los militantes libertarios y filobolcheviques entre los líderes de la Reforma Universitaria, así como su vinculación con el movimiento obrero. El rescate de distintas revistas estudiantiles editadas entre 1919 y 1922 nos permitirá precisar los rasgos de esa minoría que intentó radicalizar la Reforma.


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