El servicio de correos tuvo su prueba de fuego en 1816: su
aceitado funcionamiento permitió que la noticia de la Declaración de la
Independencia se conociera en Buenos Aires en apenas once días.
La Argentina se hizo a caballo. Repetida a menudo, esta
frase cobra todo su significado cuando se abandonan las grandes páginas de la
historia y se observa el transcurrir de la vida cotidiana a través de los
caminos de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Algunos datos sobre tiempos y distancias son elocuentes e
impresionan por el desafío que planteaban a los viajeros. En la época de la
Independencia las distancias se medían en leguas.
Existían variantes sobre la
extensión de una legua pero en general se considera que la legua de posta
equivalía a 4 km .
Según esta métrica, la distancia que separaba Buenos Aires de La Quiaca era de
475 leguas, aproximadamente 1.900
km . De la Quiaca a Lima el tramo a recorrer era de unas
530 leguas, aproximadamente 2.100
km .
¿En cuánto tiempo se podía recorrer ese larguísimo trayecto?
Las cifras variaban de acuerdo con las condiciones climáticas y el medio de
transporte. Marchando a caballo la distancia promedio que podía recorrer un
jinete era de 8 leguas por día. En carreta el trayecto diario se acortaba a 4
leguas. Estos tiempos significan que para ir de Buenos Aires a Lima a caballo
se necesitaban 4 meses. En carreta se llegaba a Jujuy y luego se continuaba
sobra la base de recuas de mulas: el viaje duraba hasta 8 meses.
Sin embargo, en la práctica el viaje a Lima de un chasqui a caballo del
servicio de correos se podía hacer en un plazo promedio de entre 30 y 40 días,
a razón de 30 leguas diarias. Este tiempo extraordinario para la época sólo se
pudo lograr por la existencia del Camino Real.
El Camino Real fue instituido en 1663 por el gobernador del
Río de la Plata José Martínez de Salazar y tenía dos vías principales, el
Camino Real del Perú que seguía en líneas generales el itinerario de la ruta 9
y el Camino Real del Oeste en dirección a Cuyo y que recorría un trazado
similar a la ruta 7. Sin embargo, alcanzó toda su relevancia para el transporte
en el futuro Virreinato del Río de la Plata al crearse en 1748 el servicio de
Correos y Postas por iniciativa de Domingo de Basavilbaso, que por este motivo
es reconocido como el padre del correo argentino. La clave del nuevo servicio
era la cadena de postas que jalonaban el camino.
LA FUNCION DE LAS POSTAS
Las postas eran lugares de recambio de caballos que
permitían que los viajeros pudieron continuar su camino utilizando caballo
frescos, dispuestas a una distancia de entre 4 y 8 leguas. En general, eran
construcciones austeras, con paredes de piedra y adobe, techos de paja y escaso
mobiliario, que brindaban comida y alojamiento a viajeros y arrieros. A pesar
que las ordenanzas sobre postas exigían una serie de comodidades, en muchas de
ellas debía conseguirse hasta la leña para el fuego; en otras, era preferible
dormir debajo de las carretas por el temor a los insectos.
En 1762 se dictó la "Ordenanza que deben observar los
funcionarios de correos, caminos y postas". Esta ordenanza estableció
oficialmente la localización y condiciones de las postas y los caminos que las
comunicaban. Las primeras postas fueron establecidas a partir de 1771.
En 1791, Manuel de Basavilbaso, hijo de Domingo, y a la
sazón Director de Correos de Buenos Aires, se encargó de redactar un
pormenorizado "Reglamento de Postas", que debía ser cumplido por
todas las postas establecidas en el territorio del Virreinato del Río de la
Plata. El Reglamento estableció que cada posta debía estar regenteada por un
"maestro de posta", que debía ser auxiliado por dos
"postillones".
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