El primer tren llegó el 5 de febrero de 1859 a las 7 de la mañana y
se lo recibió con una fiesta. Según publicó el Instituto y Archivo Histórico de
Morón, las crónicas de la época cuentan que el pueblo se embanderó, hubo
festejos, banda de música y se destinaron 20 vacas para el banquete.
El calor de febrero acompañó a cientos de vecinos que vieron
llegar el progreso vestido hierro y carbón. Un día como el de hoy pero de 1859
llegó el primer tren a la estación de Morón. Inició su recorrido en la Estación
Parque de Buenos Aires, que estaba ubicada donde hoy se encuentra el Teatro
Colón, corrió sobre las vías del Ferrocarril Oeste y llegó a una localidad
distante, turística ubicada a 20 kilómetros de distancia.
El Instituto y Archivo Histórico de Morón tiene como objetivo preservar la
memoria material del pueblo que le da nombre. Entre sus tesoros se encuentran
las historias, acontecimientos y anécdotas que le dan forma a la identidad del
partido y sus localidades. Castelar Digital tuvo la suerte de recorrer sus
instalaciones y conocer el trabajo que allí se realiza, además sus publicaciones, ya sea en formato revista o
bien su perfil en las redes sociales, cuentan los detalles que esconden cada
rincón del municipio. Ejemplo son la historia del Palacio Municipal o de instituciones como Arenil,
solo por nombrar algunos.
En aquel 1859 el paisaje de lo que hoy es el oeste del Conurbano Bonaerense era
muy distinto, cada localidad era un pueblo separado de los otros por varios
kilómetros de campo. Castelar no existía como muchas otras ciudades que aún ni
si quiere habían sido fundadas o eran apenas caseríos o quintas. La llegada del
tren, con tres servicios diarios, colmado de visitantes fue un impulso
económico para la región que delineó toda la región para hacerla crecer al
punto en que nos alcanza al día de hoy. Aquel momento histórico está reflejado
en la publicación efeméride del Instituto y Archivo
Histórico de Morón:
160 AÑOS DE LA ESTACIÓN DE MORÓN
Año 1859. A
las 7:00 am se detuvo en la Estación de Morón el primer tren procedente de la
Estación Parque de Buenos Aires.
La llegada del ferrocarril permitió una conexión rápida y segura con la
capital. Los días hábiles, los trenes de pasajeros llegaban a la estación de
Morón tres veces al día: a las siete y media de la mañana, a las dos de la
tarde y a las siete y media de la tarde. Los fines de semana se agregaban más
servicios a los habituales: el pueblo se había constituido en una localidad
turística de moda y en Buenos Aires se decía que sus aires eran muy saludables,
apropiados para la cura de enfermedades pulmonares. Las familias porteñas
llegaban al mediodía a dar un paseo por nuestras quintas y se volvían al
atardecer. Gracias al ferrocarril, Morón dejaba atrás su pasado de aldea
campesina y se iba convirtiendo de a poco en un próspero pueblo rural.
Al día siguiente de la inauguración, el periódico El Nacional comentaba el
evento: “Sábado 5 de febrero de 1859 - Estreno feliz de la línea a Morón - A
las 7 en punto de la mañana se detuvo hoy en la Estación de Morón el primer
tren, con sus coches llenos de pasajeros... llegó allá conduciendo la banda del
Regimiento, del Coronel Arenas, que penetró en el pueblo tocando hasta
detenerse delante de la Prefectura. El pueblo estaba embanderado, el vecindario
lleno de regocijo. Muy cerca de la Estación está el campo destinado para
la fiesta campestre. El vecindario ha hecho un fondo de 9 a 10 mil pesos por
suscripción y los hacendados inmediatos han dado 20 vacas para la fiesta....Las
locomotoras han sido empavesadas, y la Estación Central está cubierta de
banderas”.
Al inaugurarse la estación de Morón, los servicios todavía eran poco frecuentes.
Había tres viajes diarios de ida y tres de vuelta a la estación del Parque. De
aquí salían trenes a las 7.35 de la mañana, 2 de la tarde y 7.30 de la noche.
Con la llegada del ferrocarril creció la afluencia de veraneantes. Morón era
por entonces una zona renombrada por la pureza de su aire y su clima benigno,
que llamaban la Córdoba chica. Según una noticia del periódico El Nacional, los
jóvenes de las clases acomodadas venían en tren a tomar café a los bares
cercanos a la estación y pasar la tarde charlando.
El ferrocarril tuvo también una enorme incidencia en el valor de los terrenos.
En la provincia de Buenos Aires éste aumentó unas treinta veces entre las
décadas de 1850 y 1870. Ello se debió a que el paso de las vías daba una mayor
accesibilidad a la tierra.
En Morón, este proceso de valorización está identificado con el molinero
francés Augusto de La Roche, que en 1855 compró 30 manzanas cercanas al pueblo
en 16.000 pesos, y vendió cada una de ellas unos años más tarde a un promedio
de 10.000 pesos. El loteo de esta finca permitió una ampliación del radio
urbano.
En 1860 donó un terreno a la Municipalidad del lado sur frente a la estación,
en el día de hoy se la conoce como Plaza La Roche.
Fuente: @historiamoron
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