Política Nacional
En la semana pasada, en que recrudeció la acción psicológica
contra la fórmula Illia-Perette basada esencialmente en un presunto
izquierdismo y estatismo de su programa de gobierno, los conservadores
tradicionales de la Federación de Partidos de Centro anunciaban que votarían en
los Colegios Electorales a los candidatos presidenciales de la UCR del Pueblo.
Este hecho demostraba una vez más que "las usinas de acción psicológica",
como son llamadas en la jerga militar, tendrán que crear respecto de Illía y
Perette métodos y argumentos distintos a los que dieron muy buen resultado en
el caso de Frondizi: la UCR del Pueblo se presenta como un partido al cual por
ahora resulta difícil calificar de peligroso o catastrófico para el país por
encubrir planes secretos e inconfesables.
Para los observadores atentos e imparciales de la situación, parecía evidente
que Illía había ganado dos elecciones: la primera el 7 de julio, en las urnas;
la segunda, a partir del 8 de julio, en la opinión pública. Si bien la
consagración de su presidencia deberá producirse mediante la negociación de
posiciones provinciales con los demás partidos políticos, existe consenso
unánime que esto es lo lógico y natural; pero el mismo consenso existe en
suponer que si una negociación, similar la realizan Aramburu o Alende, la
opinión pública se sentiría defraudada y un gobierno de cualquiera de estas dos
figuras tendría siempre un interrogante sobre su legitimidad.
Sin embargo, es en la esfera militar donde más preocupan los interrogantes
sobre las posibles actitudes de Illia desde la presidencia de la Nación.
Interrogantes sobre la relación que establecerá con las Fuerzas Armadas. El
doctor Luis Caeiro, íntimo colaborador de Illía. aseguraba el viernes último a
un oficial de la Secretaría de Guerra que;
•Illía seguiría respecto del Ejército la política que ha fijado el general
Onganía.
•Illía y Onganía son caracteres muy similares que se llevarán muy bien.
•Illía designará un secretario de Guerra en consulta directa con Onganía.
Por su parte, el doctor Caeiro comprendió que el temor mayor del Ejército es
que el gobierno Illía, asesorado por el doctor Zavala Ortiz, intente introducir
en sus filas el espíritu deliberativo que los mandos denominan toranzismo. El
colaborador de Illía se enteró también de que en el Ejército se adjudicaba a
Zavala Ortiz haber asegurado que el próximo secretario de Guerra sería el
teniente general Carlos Severo Toranzo Montero.
Hasta ahora, un hecho parece indudablemente cierto, sin embargo: el doctor
Illía no ha ofrecido aún ninguna cartera ministerial y parece verosímil que no
lo haga en un futuro inmediato. No sería menos cierto que ha recibido enorme
cantidad de sugerencias sobre quiénes podrían integrar su equipo ministerial.
Para los allegados a Illía resultaba seguro, a fines de semana, que el gabinete
sería una verdadera sorpresa para los medios políticos, así como para su propio
partido. Convencido de que necesitará en el Parlamento la colaboración de
legisladores de otros partidos, Illía intentará algo que hasta ahora parecía
ser la antítesis del radicalismo del Pueblo: colocarse por encima de la
estructura netamente partidaria. O, en caso de recurrir a su partido, buscar hombres
que no signifiquen por su trayectoria un aislamiento de los sectores diversos
en que se dividirá el Parlamento. Con esta argumentación, uno de sus
colaboradores desechó la idea de un Zavala Ortiz ministro, y aceptó la
sugerencia de un Zavala Ortiz embajador. Probablemente, en esta ubicación del
veterano dirigente radica la esencia de las intenciones de Illía.
Equipo
Arturo Illía: Algunos vaticinan que gobernarán los subsecretarios
En la última semana, jóvenes asesores del candidato radical del Pueblo — Arturo
Illía— eludían definiciones, descripción de antecedentes personales y planes
para el futuro. También evitaban hablar sobre la posible composición del
gabinete, aunque todos coincidían en algunas seguridades negativas ("Hay
candidatos inventados por los diarios, como Zavala Ortiz o Eugenio Blanco para
Economía. No se dará nada de eso"). La extrema cautela radical se debía,
obviamente, a la proximidad de la reunión de los Colegios Electorales: "Un
solo dato indiscreto puede crear problemas gravísimos". Muchos recordaban
que más de una revolución había fracasado porque sus jefes se apresuraron a
formar "gabinetes" y a sumar, así, resistencias antes de tiempo.
Coincidían, de ese modo, en que la mejor estrategia era obligar a los enemigos
de la consagración de Illía en los Colegios Electorales a pelear contra un
programa, suficientemente genérico como para ser explicado de distintas
maneras, y no contra personajes o procedimientos concretos, que siempre
movilizan más resistencia.
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