martes, 23 de abril de 2019

Florencio Escardó, el médico que revolucionó la pediatría - Parte 2


Escribir fue una de sus grandes pasiones. Llegó a publicar 22 libros, además de un sinfín de artículos periodísticos inmortalizados en su columna ¡Oh! que firmó como Piolín de Macramé. El seudónimo se lo había puesto Conrado Nalé Roxlo, el célebre “Chamico”, que le había pedido a Escardó que escribiera una colaboración paraCrítica. En su primer artículo, el médico dijo que el macramé es la dignificación del piolín, y se ganó el apodo que lo acompañaría durante décadas. Con agudas y punzantes observaciones sobre los más diversos temas, retrató escenas de la vida cotidiana con humor y frescura. “¡Oh! La ciudad”, “¡Oh! El ómnibus”, “¡Oh! Los libros”, “¡Oh! Los vigilantes”, “¡Oh! El ventilador”, “¡Oh! La bicicleta”, “¡Oh! Las marionetas”, “¡Oh! El cansancio”, “¡Oh! Los militares” fueron algunas de sus columnas.

Publicó Versos, su primer libro, cuando tenía 16 años. En 1929 apareció Siluetas descoloridas, donde retrata la crueldad de la vida hospitalaria. Siguieron más tarde El alma de médico, Moral para médicos y Anatomía de la familia, Qué es la pediatría,Geografía de Buenos Aires, Cosas de Argentino, Escuela para Padres, Ariel el discípulo, etc.

Fue un predicador del sentido común. Consideraba que el miedo y el abandono enferman mucho más que los virus y las bacterias, y que el juego es una función vital para los niños, como la respiración y la nutrición. También criticó la falta de previsión en el sistema de salud de nuestro país, ajeno a las necesidades reales de la población. En este sentido decía: “La formación de médicos en Argentina nunca respondió ni a la necesidad, ni a la estructura. 

Los médicos elegimos una especialidad y nos recibimos sin un 
compromiso de las urgencias del medio donde después vamos a ejercer. Estamos desvinculados de los apremios sociales. Nunca hubo un estudio sobre qué clase de médicos son necesarios en un lugar y cuáles sobran. Es como vender autos sin que haya caminos”.[5]

Escardó fue un gran maestro y un comunicador innovador que se valió de todos los soportes para dar a conocer sus creencias, algo que le granjeó numerosas críticas entre sus colegas. “Usé todos los medios de difusión que estuvieron a mi alcance, las revistas, los diarios, la radio, el cine, el disco, la televisión”[6]. Colaboró en varios ciclos televisivos, como “Buenas tardes mucho gusto”, “Tribunal de apelación” y “Tribunal para mayores”. Escribió además el guión de la película La cuna vacía, dirigida en 1949 por Carlos Rinaldi, con Ángel Magaña en el papel protagónico, que narra la vida del doctor Ricardo Gutiérrez, primer director del hospital de Niños.

Sin embargo, desaconsejaba enfáticamente que los niños miraran más de media hora de televisión por día. “La gente ha delegado sus funciones paternales a los medios de comunicación. Yo creo que el uso indiscriminado de la televisión es el opio de los pueblos con reparto a domicilio”[7], sentenció alarmado ya sobre el final de su vida.

Se consideraba un hombre de la Reforma Universitaria[8] y quería retribuir al país todo lo que había recibido. “Soy un deudor de la enseñanza laica, gratuita y obligatoria; si mi viejo hubiera tenido que pagar mis estudios sería dependiente de tienda. El bachillerato no me costó nada, la facultad no me costó nada. Una de las grandes satisfacciones de mi vida es saber que lo di todo a mi país porque mi país fue muy generoso conmigo”[9], dijo alguna vez. Fue muy crítico de las dictaduras. “Tras la noche de los Bastones Largos, la universidad toda entró en la órbita de la política oficial. Pensar y actuar como si el ‘proceso’ hubiese dejado intacta a la universidad en tanto desquició el resto del país en todas sus áreas es un culmen de ingenuidad o de voluntaria ceguera”.[10]

[5] Revista Clarín, 1991, citado en Sara Slapak, Testimonios para la experiencia de enseñar,  Secretaría de Cultura y Bienestar Universitario, de la Facultad de Psicología de la UBA, 1993, pág. 54
[6] Jorge Tartaglione, Héroes argentinos. Doce médicos que hicieron historia, Buenos Aires, 2018, pág. 193-194.
[7] Mariana Rapoport, “El amor en los tiempos del cólera”, Diario Clarín, 27 de agosto de 1989, pág. 12.
[8] Florencio Escardó, “Clase de despedida”, en Boletín Nº 13, Cátedra de Pediatría, Hospital de Niños Sala XVII y Anexos, 1970, citado en Silvia Wasertreguer y Hilda Raizman, La Sala 17. Florencio Escardó y la mirada nueva, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2014, versión E-Book, pág. 19.
[9] Horacio J. Spinetto, “Florencio escardó: Médico, maestro y escritor”, en Revista Todo es Historia, Nº 425, diciembre de 2002, pág. 20.

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