A partir de la caída de Juan Manuel de Rosas, tuvo lugar en
la Argentina la etapa decisiva del proceso de formación del Estado Nacional
Argentino, cuyas bases principales, según Oszlak (1982) han sido la “dependencia,
faccionalismo, arcaísmo ideológico y corrupción”. Por Estado, se entiende
generalmente a una organización capaz de imponer un acatamiento de su autoridad
por parte de la población, apelando tanto al ejercicio –o a la amenaza de
ejercicio– de la violencia efectiva y al consenso. (Strasser, 1986). El Estado
es un ordenador de la sociedad, que articula o arbitra intereses contrapuestos
o incompatibles entre sí, constituyéndose en instrumento y garantía de un
cierto tipo de orden, que no es neutral, sino que responde al equilibrio de
fuerzas que interactúan en la sociedad a su cargo. La Nación, en tanto, alude a
un orden cultural (lenguas, religiones, tradiciones, formas de vida, etc.). La
cronología de los procesos de construcción del Estado y los de la Nación
generalmente no son coincidentes.
Según Oszlak, sólo puede hablarse de Estado-Nación cuando se
establece un sistema de dominación que sintetice las siguientes capacidades: 1)
de manifestar y externalizar su poder; siendo reconocido como soberano por
otras unidades estatales; 2) de institucionalizar su autoridad, asumiendo el
monopolio de la violencia legítima; 3) de burocratización y diferenciación de
sus funciones; 4) de imponer alguna forma de identidad colectiva y de
pertenencia social. Su autoridad se ejerce sobre un territorio determinado, que
a la vez constituye un espacio económico (mercado) donde se establecen
relaciones de producción específicas.
En la Argentina, el proceso de formación del Estado Nacional
se desarrolló durante la segunda mitad del Siglo XIX, en el marco de un
complejo proceso marcado por la dependencia externa, la corrupción, la
consolidación de minorías oligárquicas caracterizadas por su arcaísmo
ideológico, sus prácticas de corrupción y la concentración de los medios de
producción y el recambio poblacional, a costa del exterminio de buena parte de
la población preexistente (pueblos originarios, mestizos y afrodescendientes).
Estas características dejaron su huella en los procesos de institucionalización
y de adquisición de los rasgos fundamentales de ese Estado Nacional
oligárquico, y muchas de ellas perduran hasta nuestros días.
A continuación, se analizarán las principales
características de ese proceso de construcción de la estatidad y la
institucionalidad política para el período 1854-1880, como marco conceptual
para el análisis de las fuentes documentales de la Cámara de Diputados de la
Nación.
Contexto histórico mundial
El proceso de construcción del Estado Nacional Argentino se
desarrolló en un contexto histórico de expansión de los imperios contemporáneos
de Occidente, caracterizado por la imposición a escala mundial del capitalismo
y de las relaciones sociales que le son propias. (Hobsbawm, 1997) (Lettieri,
2008). En atención a las exigencias que imponía la configuración de este nuevo
sistema de dominación, las sociedades periféricas debieron garantizar un cierto
orden institucionalizado, que tanto asegurara la paz interior como un cierto
reparto de riquezas y de poder a nivel nacional, cuanto afirmara, a través de la
sanción de un texto constitucional, los bienes e inversiones de los capitales
extranjeros. El nuevo sistema capitalista impuso una forma característica de
reparto de funciones, la denominada División Internacional de Trabajo, que
asignó a las potencias occidentales el monopolio de la actividad industrial, de
las inversiones y la explotación de los servicios y comunicaciones en las
sociedades periféricas, condenando a estas a la producción exclusiva de
alimentos, minerales y materias primas. (Cardoso, 1977). El nuevo Pacto
Colonial implicaba una distribución desigual de los excedentes y la destrucción
de las producciones locales competitivas con las manufacturas imperiales por
medio de la imposición del librecambio. Asimismo, el nuevo ordenamiento de tareas
en las economías dependientes estuvo acompañado, en muchos casos, de un
violento proceso de recambio demográfico, que permitió colocar el excedente
poblacional europeo en otras regiones del planeta. En nuestro país, este
proceso de recambio adquirió las características de un verdadero
genocidio.
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