jueves, 7 de marzo de 2019

LAS CORRIDAS DE TOROS EN BUENOS AIRES (11/11/1609) - Parte 1




Continuando la tradición hispana, los conquistadores llevaron a las colonias americanas su pasión por las corridas de toros, pero el pueblo de Buenos Aires no tuvo la densa y vibrante experiencia de otras ciudades de América española, pero no pudo ser ajeno a este fenómeno popular y aplaudió corridas durante más de dos siglos (1609 a 1819), debiendo constar que este cuestionable espectáculo de las “corridas de toros”, fue presentado por primera vez en Buenos Aires 11 de noviembre de 1609, cuando un grupo de toreros españoles, en un improvisado rodeo armado en la Plaza Mayor, frente al Cabildo,  realizaron “su faena” como parte de un espectáculo presentado cuando HERNANDO ARIAS DE SAAVEDRA, era teniente gobernador de la ciudad. Más tarde, durante todo el siglo XVIII, las coronaciones, los cumpleaños de los reyes y otras fiestas importantes daban motivo para la lidia de toros. Por ejemplo, en 1759, en homenaje a Carlos III, se realizaron seis días de toreo en los que se mataron 150 toros.

El toreo, considerado hoy en el ámbito hispanoamericano, como una actividad reprobable y cruel, era un espectáculo secularmente tradicional, de clamorosa resonancia popular y núcleo de un rico complejo folclórico cuya “cultura” comenzaba con el empleo de un vocabulario propio  y se gestaba en las haciendas rurales dedicadas a la cría de los animales de lidia, para irrumpir con una explosión de sonidos y colores en la ciudad.

Se cantaba a la audacia de los toreros y a sus técnicas y “pases”. Se aplaudía al toro que se negaba a amansarse, Se contenía el aliento cuando “el espada” se preparaba para el golpe mortal y explotaba en vítores, aplausos y revoleo de almohadones, cuando la estocada certera, derrumbaba esos 600 kilos de coraje. El espectáculo y sus “condimentos” no eram propiedad de una clase social. Ricos y pobres se emocionaron, gozaron, rieron y lloraron con las corridas.

La primera Plaza de Toros de Buenos Aires.


El centro neurálgico del espectáculo taurino, era sin duda, la plaza misma. Efervescente mundo donde se muestran los protagonistas del espectáculo, con las suertes y técnicas, la baquía y el arrojo, la elegancia y el constante riesgo de la vida. Las ondas folclóricas abarcan también los más dispares campos, desde la indumentaria a las supersticiones, de los cantares a los refranes, y se extienden a vastos sectores, no sólo populares, como lo prueban, por ejemplo, las “proyecciones” artísticas en niveles poéticos y plásticos.

En 1791, el virrey NICOLÁS ARREDONDO llevó los toros a la nueva Plaza de Monserrat, y ésta fue la primera Plaza de Toros que tuvo Buenos Aires. Fue construida por el carpintero RAIMUNDO MARINO, en el llamado “hueco de Monserrat”, actual manzana comprendida entre las calles Belgrano, Lima, Moreno y Bernardo de Irigoyen (Barrio de Monserrat). Tenía capacidad para dos mil personas y las autoridades se instalaban en los balcones de la casa de la familia AZCUÉNAGA. Alrededor de este circo se fueron estableciendo pulperías, casas de juego y posadas frecuentadas por carreteros, changarines, negros esclavos y libertos, a los que pronto se sumaron  malvivientes, vagos y prostitutas que poblaba las noches de sus alrededores, tormando el lugar, de pintoresco a muy peligroso. No por nada el pasaje que conducía a la plaza, era conocido como la “calle del pecado”. Los toros, bestias bravas que eran traídas desde Chascomús, muchas veces se espantaban y provocaban corridas entre los vecinos del lugar, hasta que en 1799, la repetición de estas molestias,  decidieron al virrey Avilés la demolición de esta primera plaza de toros.

Pero recién en 1801, siendo ya virrey, JOAQUÍN DEL PINO, el Cabildo, viendo el mal estado en el que estaban estas precarias instalaciones, utilizando parte de los fondos destinados al empedrado de la ciudad,   resolvió hacer edificar una nueva y definitiva plaza de toros y se le encargó el trazado de los planos correspondientes al arquitecto y marino español MARTIN BONEO (1745-1806). A principios de mayo de ese año, se dispuso la construcción de una nueva Plaza de Toros. Esta será la segunda que se instalará en Buenos Aires y las obras se iniciaron ese mismo año. Estaba ubicada en la Plaza del Retiro, hoy Plaza San Martín, en el espacio comprendido entre las calles Maipú y Esmeralda, el mismo lugar donde hasta 1739, había funcionado el mercado de esclavos.

Desde lo alto del edificio se dominaba la ciudad y la calle Florida, ya empedrada en esos tiempos, era el camino más utilizado para llegar a la plaza.  Tenía capacidad para 10.000 espectadores (que resultaba escasa para todos los que querían ingresar a los espectáculos que allí se ofrecían) y tuvo un costo de 42.000 pesos, usándose los fondos inicialmente destinado al empedrado de la calles de la ciudad. Era una imponente construcción de forma octogonal, con el exterior de mampostería revocada en cal y de estilo morisco. Disponía de todas las comodidades de sus similares de España: palcos en la parte alta, guardabarreras, burladeros y hasta una capilla. La entrada  para presenciar “las corridas”, costaba entre dos y tres pesos. El interior era de madera, incluyendo los palcos y las gradas, que además estaban rodeadas por una ancha doble galería, que con  la barrera interior, también de madera, formaba una circunferencia. Algunos de esos palcos estaban reservados para familias “distinguidas” y para garantizarles su privacidad, tenían puertas y llaves para su exclusivo uso. Un documento de 1805 informa  que “la Plaza de Toros de Buenos Aires excede en hermosura y firmeza a cualquiera de Europa” y allí, a metros de la hoy Plaza San Martín, fue donde actuaron toreros argentinos y algunos famosos llegados de España y otras ciudades la América española.

Finalmente, el 14 de octubre de 1801, se hizo la inauguración, evento para el que se organizó una gran fiesta en honor del príncipe de Asturias que cumplía años ese día y durante años constituyó uno de los mayores centros de reunión de los porteños y allí  concurrían asiduamente SAAVEDRA, MORENO, PASO y otros miembros de la Primera Junta en 1810. De algunas características del espectáculo da idea este anuncio publicado en el “Telégrafo Mercantil”: “El jueves 12 del corriente, en celebridad del cumpleaños del Rey nuestro Señor, se dará una corrida de toros, habiendo ido a MARIANO PONCE  a buscarlos  a más allá del salado, de donde siempre han salido buenos. Se lidiarán 12 toros si el tiempo lo permite.”


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