1 El proceso político y militar que culminó con la
independencia de América del Sur a principios del siglo XIX desencadenó una
guerra civil que rápidamente devino en una guerra anticolonial que mostró
múltiples facetas en un territorio extenso y diverso. A su finalización
-fragmentados los antiguos virreinatos- estos territorios fueron azotados por
la inestabilidad política derivada tanto de los diferentes ensayos
constitucionales pergeñados por las elites locales como por la presencia de una
extendida militarización cuyas jefaturas, junto con las elites locales,
protagonizaron agrias disputas de poder. Así, el enfrentamiento de la
dirigencia revolucionaria, al impulsar proyectos políticos en los cuales se
proponían tanto formas de gobierno republicano o monárquico como centralista o
federal, se dirimió con frecuencia por las armas.
2 Este proceso político fue considerado una revolución por
los mismos protagonistas por cuanto la creación de las primeras juntas de
gobierno modificó sustancialmente las bases del poder político y eran precisos
nuevos fundamentos para legitimar a las nuevas autoridades. Los ensayos constitucionales
que implementaban el voto para elegir representantes y proponían la división de
poderes, cualquiera fuese la forma de gobierno formulada, fueron obviamente
impulsadas por las elites y por esta razón los estudios sobre el período se han
centrado en su acción política y en el análisis conceptual e ideológico que
sustentaban las nuevas propuestas políticas. Los sectores subalternos y
militarizados fueron escasamente considerados en relación con los cambios
políticos. Su participación en la contienda política en esos turbulentos años
fue valorada negativamente en tanto fueron juzgados resabios del desorden
social que generó la guerra. Su disciplinamiento al cabo de unas décadas fue
interpretado como la restauración política que significó la construcción y
consolidación del estado nacional en la segunda mitad del siglo XIX.
3 Nuestro propósito, en esta oportunidad, será presentar una
primera aproximación a esta participación política de los hombres movilizados
por la guerra en la Provincia de Salta que, ubicada en el noroeste del actual
territorio argentino y limítrofe con Bolivia, fue escenario de la guerra
librada en los Andes meridionales a partir de 1810. La pulverización del poder
central de Buenos Aires en 1820 y la finalización de la guerra con los
realistas en 1821, luego de la firma de un armisticio, dio inicio a una década
de extrema conflictividad. Reconstruir algunas de las trayectorias políticas y
militares de los principales protagonistas de esos turbulentos años -desde una
doble perspectiva que atienda tanto a las relaciones políticas y de poder con
Buenos Aires y las provincias y estados vecinos como a las motivaciones de los
sectores subalternos y las aspiraciones políticas de quienes intermediaban las
relaciones de poder entre ellos y la elite- ofrece la posibilidad de abordar la
compleja herencia social y política legada por el proceso de independencia.
1 En 1814, luego de la retirarse las fuerzas
realistas del territorio salto-jujeño, el Directorio in (...)
2 Mata de López, Sara, “La guerra de
independencia en Salta y la emergencia de nuevas relaciones de (...)
4La formación de una Junta de Gobierno en Buenos Aires,
capital del Virreinato del Río de la Plata, en 1810 derivó rápidamente en una
guerra cuyo escenario más importante fue el de las Provincias del Alto Perú y
con ellas la jurisdicción salto jujeña. Durante años, más precisamente a partir
de 1814 y hasta su muerte, Martín Miguel de Güemes lideró, primero como Jefe de
Avanzadas del Ejército Auxiliar del Perú y luego también como gobernador de la
Provincia de Salta,1 la
resistencia a las fuerzas realistas que de manera reiterada invadieron el
territorio salto-jujeño. Con evidente habilidad política logró mantener e
incitar la movilización rural de amplios sectores sociales, que a través de
jefes locales, en su mayoría medianos y pequeños productores, participaron
activamente en las milicias y en los cuerpos de Línea que creara al asumir el
gobierno de la Provincia.2 Indios
y mestizos, integrantes de las milicias altoperuanas que acompañaron al
Ejercito Auxiliar del Perú en las tres ocasiones en que retrocedió derrotado,
se sumaron también a las fuerzas militares provinciales.
3 Mata de López, Sara, “Tierra en armas. Salta en
la Revolución”, en Sara Mata de López (compiladora (...)
5 En relación con esta movilización rural que rechazó
sucesivas invasiones realistas hasta 1821 y 1822, hemos sostenido la hipótesis
de que la misma expresó expectativas y reivindicaciones sociales y económicas
de la población rural y entre ellas el interés por ocupar tierras ignorando el
derecho a la propiedad y por ende las obligaciones con el propietario. No
resultará casual que en el valle de Lerma, donde a fines de la colonia el
conflicto en torno a la tierra se manifestó con mayor intensidad, la
movilización desatada por la guerra de independencia derivase luego en una
insurrección generalizada.3 Si
bien en diferentes regiones del extenso territorio provincial los intereses
pudieron variar, es indudable que la militarización y el goce del fuero militar
permanente para los milicianos, resultaron para la elite propietaria un abierto
desafío al orden social, agitando el temor a una plebe peligrosa que atentaba
contra sus prerrogativas y privilegios de clase.
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