lunes, 4 de febrero de 2019

Hipólito Yrigoyen ante la condición humana - Parte 2



6Desde el punto de vista de la historia de las ideas políticas y de la filosofía social en Latinoamérica, Yrigoyen es el político krausista por excelencia y el ejemplo más característico de esa corriente reformista y democrática. Su pensamiento y los modos de su conducta pública y privada, su personalidad y, en fin, su estilo humano, tienen los rasgos, en forma y sustancia, del krausismo como filosofía ética y modalidad de vida, tal cual se desenvolvió en la España del Siglo XIX. “Los krausistas vestían sobriamente, por lo común de negro, y componían el semblante, pareciendo impasible y severo; caminando con aire ensimismado, cultivaban la taciturnidad; y cuando hablaban, lo hacían con voz queda y pausada, sazonando sus frases con expresiones sentenciosas, a menudo obscuras; rehuían las diversiones frívolas y frecuentaban poco los cafés y los teatros” escribe José López Morillas (El krausismo español, pág. 54-55). Pero más allá de estos rasgos exteriores, que parecen pintar la figura del “Peludo”, como lo llamaban a Yrigoyen sus contemporáneos, el krausismo fue sobre todo, dice el mismo López Morillas en el libro citado, un “estilo de vida, una cierta manera de preocuparse por la vida y ocuparse de ella, de pensarla y de vivirla” (pág. 208).

7Pero la gran vocación de Yrigoyen no es la contemplación filosófica, la escritura de tratados o ensayos, ni la ensoñación teórica alejada de la vida real. Es la política, como pensamiento conducente, y sobre todo la política como práctica. Ese proyecto político, que lo absorbe durante toda su trayectoria vital, no se limita ni se guía para adquirir, acrecentar o permanecer en el “poder” –palabra excluida del lenguaje yrigoyeneano–. Se funda, en todo caso, en una suerte de panteísmo democrático participativo, en la que el pueblo, conjugación armoniosa de individuos-ciudadanos libres, se gobierna a sí mismo completando su plena soberanía.

8La dedicación política yrigoyeneana se asimila al apostolado, concebido como civismo de pedagogía social. Cuando sale de su recogimiento, en el período de peculiar monasticismo laico de los años ochenta, Yrigoyen define esa actitud: “Hace veinte años, salí de mi recogimiento a la convocatoria de la opinión pública nacional, y desde entonces, no me ha dado volver todavía a la normalidad y a la regularidad de mi vida” (segunda Carta a Pedro C. Molina, DHY, pág.89, en noviembre de 1909). De hecho, su existencia prosigue estrictamente en los hechos con una consistencia infrecuente ese camino de “sacrificio”, en el que “se confunde su autonomía con la de los demás, asumiendo y aceptando juicios y responsabilidades comunes” según el mismo lo confiesa en el mismo documento (pág.89).

9Esa consagración a una “causa” emancipadora, de trascendencia ética, es conscientemente un camino a la autorrealización de su personalidad, a través de un intenso cuestionamiento interno, de reflexión racional y maduración conceptual. En los recogimientos “acentuados se forma el justo y levantado criterio, libre de todo prejuicio, y se acumulan las fuerzas morales y reales, que venciendo todos los obstáculos, concluyen por implantar transiciones superiores”, escribe Yrigoyen en la Primera Carta a Pedro C. Molina (DHY, pág. 81). Así se va conformando naturalmente, en los ejercicios de autodisciplina, una vocación política misional, o mejor, utilizando palabras de Yrigoyen, de “superior iluminación apostolar” (DHY pág. 79).


10La circulación de la convocatoria yrigoyeneana, en los momentos de mayor expansión persuasiva, apenas cuenta con textos escritos, y casi sin apariciones públicas del jefe radical. Su difusión, en los tiempos de la lucha desde el llano, no se producía sino muy parcialmente, por los canales propios de la época: diarios, periódicos, producción teatral o los libros. Tampoco por los actos de la tribuna, la arenga y la actuación parlamentaria. Todos esos instrumentos los tuvo cuando la UCR accede al gobierno, aunque Yrigoyen persistió en su conducta silenciosa, casi sin apariciones públicas. La circulación social de la “política” de Yrigoyen se realizaba más como efecto de las prácticas políticas que de una fundamentación escrita de carácter teórico. Se expresaba, entonces, a través de los “documentos” de la Unión Cívica Radical, emitidos luego de las reuniones de sus órganos estatutarios, que estaban apenas difundidos por los medios de la época. Yrigoyen condenó severamente esa prensa venal y sometida a los poderes de turno. Ese carácter documental que registra y sostiene la escritura de Yrigoyen, en términos de pronunciamientos solemnes, van fijando posición doctrinaria y testimonian “los oprobios del Régimen” para el presente y para el futuro.

11El “documento” de Yrigoyen sería así un género de fuerte incidencia retórica, de tono declarativo y prescriptivo, grave y severo, que describe, y sobre todo interpreta, las realidades sociales, económicas o políticas desde una mirada con fundamentos éticos. Difunde, pues, ya por los medios de prensa partidarios, ya por el folleto o el volante, los textos con que se expresa institucionalmente su pensamiento político. Esos textos son de escritura densa. Es un discurso racional con enunciados apodícticos, generalmente largos y con derivados sucesivos. A veces, son de compleja comprensión, sobre todo si no se penetra en la lógica de sus estructuras filosóficas, las que, como queda dicho, provienen del idealismo romántico alemán a través de sus epígonos españoles. Es a esos textos y a los mensajes presidenciales oficiales -que denotan el particular estilo de la expresión lingüística de Yrigoyen- a los que debemos recurrir, pues, para el estudio y la interpretación del pensamiento político de Hipólito Yrigoyen. Deberemos utilizar, igualmente, el léxico y el estilo de composición del propio Yrigoyen para definir ese ideario, porque es irremplazable.

12Una parte importante, la más sustantiva del pensamiento yrigoyeneano, ha sido incorporada a las ideas políticas argentinas, y por lo tanto está vigente y aceptada, y cuentan con lo que podríamos denominar un consenso implícito de la teoría democrática. Lo que en su tiempo era innovador y revolucionario, hoy no tiene obviamente el mismo eco trasgresor y alternativo. Aun cuando deba ser considerada y valorada en el contexto de la historia de las ideas y, en ese marco, su ubicación en tiempo y lugar, encontrando influencias, cruces ideológicos, y eventualmente quiebres y continuidades, el mensaje de Yrigoyen ostenta el carácter de lo clásico, y por lo mismo, resulta imprescindible.

13Sin embargo, una lectura crítica más profunda y más cuidadosa, encuentra rasgos originales, que adquieren hoy renovado interés y actualidad, a la luz de las transformaciones que los procesos de globalización, la crisis del estado nación y las nuevas problemáticas en torno a las así llamadas identidades nacionales.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario