jueves, 25 de octubre de 2018

“Pan, Paz y Trabajo” - Parte 2

Antecedentes y contexto


En marzo de 1982, el general Leopoldo Fortunato Galtieri estaba al frente de la Junta Militar y el país, junto al almirante Jorge Isaac Anaya y el brigadier Basilio LamiDozo. Habían pasado los tiempos de Videla-Massera-Agosti, iniciadores del horror, y de Roberto Viola, desplazado en diciembre de 1981. La falta de resultados económicos y la cada vez más comprobada política del terror, que generaba denuncias en todo el mundo contra la Argentina, minaban el humor social. Los despidos, gracias a la apertura indiscriminada de productos importados, movilizaban a los trabajadores sin representación formal.

Cuando irrumpieron en el país, uno de los primeros decretos que pusieron en vigencia los militares fue el que prohibía la actividad sindical. Con los gremios intervenidos y la CGT desarticulada, lasprotestas se fueron organizando en los lugares de trabajo, donde la desaparición de delegados y activistas era brutal.


Para el ‘82, la dirigencia formal de los gremios se estaba reacomodando. Existían dos grupos: uno con sede en Azopardo, donde convivían los dirigentes dialoguistas con los militares, y otro en la calle Brasil, donde se juntaban los más combativos. El primero tenía de líder a Jorge Triaca padre, junto a Armando Cavallieri, mientras que el segundo era el espacio liderado por Saúl Ubaldini.


Ya en 1979, en plena represión ilegal, se habían producido algunas protestas sindicales. El epicentro fueron las automotrices del Gran Buenos Aires y numerosas metalúrgicas. El historiados Leónidas Ceruti recuerda que la primera huelga general se realizó días previos a la conmemoración del 1º de mayo de 1979. “Una vez anunciado el paro, fueron detenidos varios dirigentes, pero los sindicalistas de ‘los 25’ ratificaban la decisión de parar, y en el comunicado emitido aludían a ‘los vínculos de amistad que unen a las FFAA de la Nación con el pueblo, y lamenta que la política económica los lleva a tomar esta decisión’. Por su parte, el gobierno explicitó que estaba garantizada la libertad de trabajo, a la vez que calificó a la medida como paro ilegal”.


Ése fue uno de los primeros pasos de la llamada “Comisión de los 25”, un nucleamiento de sindicatos que enfrentaron la dictadura militar y que estaba conformada por taxistas, obreros navales, camioneros, mineros, cerveceros, entre otros. Fue el bastión de Ubaldini y convocó al primer paro general contra la dictadura, el 27 de abril de 1979.


En noviembre de 1981, Ubaldiniconvocó a una manifestación por las calles de Liniersque congregó a más de diez milpersonas frente a la Iglesia San Cayetano. Jorge Triacca no adhirió. A esa movida se sumó la denominada “multipartidaria”, una instancia de partidos políticos encabezados por el PJ y la UCRnacida ese año para reclamar a los militares una apertura política y la vuelta de la democracia.Un año después, todo ese trabajo sindical, todo ese malestar, explotaría en una jornada cargada de tensión, de violencia y de libertad.


Un día de furia


“El peronismo está volviendo a la calle, está mostrando democracia, conducta”, había dicho en una entrevista previa Ubaldini, que lideraba un grupo que no quería dialogar ni convivir con los militares. Si bien conducía un gremio chico como el cervecero, tenía un carisma que generaba mucha adhesión entre los trabajadores y las clases populares. Con el respaldo de Lorenzo Miguel, de la UOM, comenzó a crecer en la comisión de los 25 hasta llegar a organizar la marcha del 30 de marzo.

Las columnas llegaron desde todos lados. Algunos gremios organizaron a sus trabajadores. Los organismos de derechos humanos, con Madres de Plaza de Mayo a la cabeza, estuvieron presentes. Se veía, dicen muchos testigos, mucha gente sin organización, ciudadanos cansados de la dictadura, de la opresión política y de la ineficiencia económica. En barrios del Conurbano, en especial Lomas de Zamora y Avellanedaa, había “vecinazos”, manifestaciones espontáneas con una sola consigna: “que se vayan los militares”.


En su libro “Sindicalismo y dictadura: una historia poco contada”, Alfredo Mason cuenta cómo fue el momento previo a la llegada de las columnas. “Plaza de Mayo fue cercada por un dispositivo más fuerte que cualquiera conocido hasta entonces; se cortó el puente Pueyrredón con carros de asalto y un fuerte cordón policial. Se reprimió duramente las concentraciones que se efectuaron en los alrededores de Tribunales y en el puerto; por primera vez, empleados y funcionarios de la zona céntrica de Buenos Aires ("cuellos blancos") arrojaban desde balcones y ventanas todo tipo de proyectiles contra los elementos de la represión. En esos días se calculó que hubo cerca de 3 mil detenidos, aunque nunca se informaron las cifras oficiales”, relata el historiador.



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