miércoles, 25 de julio de 2018

BATALLA DE RINCON DE VALLADARES - 5 de julio de 1827 - Parte 6


Quiroga forma su línea de batalla, colocando sobre su ala izquierda los 600 santiagueños con que Ibarra concurre a la pelea, y permanece a la expectativa, sin hacer un solo movimiento, dispuesto a sacar provecho de la rapidez con que puede desplazarse, tan pronto como las circunstancias se lo aconsejen.

Lamadrid, cuyo principal enemigo es la enfermedad que padece, ordena que el coronel Matute, con sus granaderos colombianos, cargue sobre las tropas de Ibarra, después de que su artillería "ablande el frente enemigo", recomendándole no perseguir a los dispersos, sino hacer alto y esperar nuevas órdenes. Facundo, al ver llegar la carga de los colombianos, le ordena a Ibarra que no ofrezca lucha y que se retire violentamente, tratando de que Matute se empeñe en una persecución indiscríminada. Lo que el riojano busca es alejar del centro del combate a las tropas más aguerridas de Lamadrid. Y lo consigue, porque Matute cae en. la trampa.

"Ablandada" la línea quirogana por la artillería de los cívicos de Tucumán, y aparentemente puestos en fuga los santiagueños de Ibarra, el combate está resuelto a favor de los unitarios. Pero Quiroga, que en este momento aciago, lejos de perder la calma observa atentamente las alternativas del campo de batalla, advierte cierta vacilación en el ala izquierda de Lamadrid y carga violentamente sobre ella. Es un golpe aconsejado por la desesperación, un golpe de audacia. Mas este golpe de audacia basta para cambiar la suerte de la lucha, al acobardarse los jefes tucumanos, como el propio Lamadrid lo reconoce: "Paz, que ve correrse por entre el monte a la izquierda la caballería de Quiroga, vuelve caras; síguele Helguera con todas sus milicias y llévanme por delante mi reserva y me dejan solo con los infantes y mi artillería".

A pesar de este desastre, Lamadrid reúne un pequeño número de jinetes y logra pasar por entre las líneas enemigas, para ir a reunirse con Matute. No lo encuentra, le envía propios con la orden de que regrese y éstos lo informan de una novedad que no espera: Matute ha sido derrotado por Quiroga. Pero, ¿cómo pudo ser derrotado el hombre cuyas tropas acaban de desaparecer persiguiendo a los santiagueños de Ibarra? ¿Qué ha ocurrido en el campo de batalla? Algo muy simple, y muy adecuado a la genialidad de Facundo, que permanece quieto en sus posiciones, a la espera de que regresen los colombianos a quienes ha jurado escarmentar. Es el propio enemigo de Quiroga quien así lo manifiesta y reconoce:

"Cerrada ya la oración había regresado Matute al campo de batalla, dando vivas a la patria y a mí, juzgándose dueño del campo, y lo reciben los infantes de Quiroga con una descarga, pues mis cívicos habían acabado las municiones de sus dos piezas de artillería y perdido más de las tres cuartas partes de su fuerza, y sólo así se le habían entregado poco antes de que llegase Matute. Tuvo, pues, que repasar el Manantial y dirigirse al punto con algunas pérdidas".

Al caer la noche, la situación se mantiene indecisa. Facundo, al ver que el enemigo se concentra a cierta distancia de él, con el propósito de reorganizarse, forma su nueva línea de batalla en la ceja de un monte, reúne a los prisioneros que ha tomado y ordena que uno de ellos se desnude, colocándose un taparrabos. Lo mantiene así durante la noche, y al amanecer, cuando Lamadrid comienza a formar nuevamente su línea de batalla frente a él, le envía el prisionero con la siguiente orden:

"Marche usted y diga a su gobernador, que si da un simple paso adelante o me dispara un solo tiro, fusilo a todos los prisíoneros, que usted ve cómo quedan".

La respuesta de Lamadrid no se hace esperar:

"Puse a Quiroga un oficio diciéndole que si él atentaba contra la vida de uno solo de mis prisioneros, no daría yo cuartel a más de cientode los suyos, entre oficiales y tropas que yo tenía en mi poder".

Lamadrid cuenta con poder reorganizar sus tropas sobre los colombianos de Matute, pero éstos se niegan a volver a la carga después de haber sufrido el rigor de los llaneros de Quiroga. Por fin, convencido de que acaba de ser nuevamente derrotado por Quiroga en el Rincón de Valladares, Lamadrid huye hacia el norte. Mientras, seguro de su triunfo, Facundo entra en Tucumán, donde reúne a la Junta de Representantes, para hablar de cuestiones económicas, a las que siempre se muestra afecto. Se trata de establecer el monto de las reparaciones y de deslindar responsabilidades. En realidad, el provocador es él, que llega procedente de La Rioja a invadir la provincia de Tucumán. Pero desde que el enemigo está inerme, le exige que pague, mediante la acusación de haber iniciado la contienda, por lo menos parte de los gastos de su ejército, "que en manera alguna deben soportar ni el pueblo ni el gobierno de La Rioja". El mismo fija esas reparaciones en la suma de 24.000 pesos. La exigencia es aceptada en principio, pero no se cumple con ella. Entonces Facundo se dirige a la Junta en términos conminatorios:

"He sabido por varios miembros de la Honorable Junta, que Vuestra Excelencia ha hecho comprender al pueblo, que no debe contribuir en nada para cubrir los 24.000 pesos que reclamé como parte de los gastos que me ocasionó la injusta guerra declarada contra mí por esta provincia, por el órgano de sus representantes, y que, con este motivo, algunos que habían subscripto se han retraído; de lo que resulta que V. E. con su genio activo ha podido, a poca costa, oponerse a que yo me reembolse de la pequeña parte que les pido de los grandes gastos y perjuicios que he experimentado, pero ¡por Dios vivo!, si no me satisface antes de las dos horas de este día, me haré pagar, no la suma de 24.000, pesos, sino todos los gastos que he hecho y todas las pérdidas que he sufrido en mis negocios. Cuidado, pues, no haya equivocación. Las generosidades tienen sus límites, y no me falta disposición para castigar del modo más ejemplar el orgullo y osadía de este país rebelde, que mira con desprecio la generosa tolerancia con que ha sido tratado, aunque sin merecer la más mínima consideración. V. E. puede, si lo considera conveniente, hacer saber esto a la Junta, en la inteligencia de que, pasada la hora ya mencionada, sin haber recibido la pequeña suma que pido, empezaré a hacer sent':r inmediatamente los estragos de la guerra. Dios guarde a V. E. muchos años. Juan Facundo Quiroga".

Tucumán paga en el acto. Y huelgan los comentarios.




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