lunes, 23 de julio de 2018

BATALLA DE RINCON DE VALLADARES - 5 de juLio de 1827 - Parte 3


Lo razonable, lo elemental, después de lo acontecido en Santiago del Estero, es olvidarse de esta provincia. Mas no lo entiende así el gobierno de Rivadavia, por cuya disposición Lamadrid se dirige al gobierno de Salta, en solicitud de cooperación militar, que consiste en el envío de los soldados de Matute, con éste a la cabeza.

A esta altura de los acontecimientos, resulta ya indispensable señalar una serie de circunstancias que tienen singular incidencia sobre la marcha de hechos futuros, directamente vinculados con la trayectoria de Facundo Quiroga, pero que no dependen de él, sino de las resoluciones que toma Lamadrid en su afán de terminar con Ibarra antes de seguir la campaña contra el caudillo riojano.

Lamadrid tiene un defecto, que en materia militar suele ser muy grave: no sabe o no quiere guerrear en dos frentes distintos al mismo tiempo. Y esto, por una sola razón: porque Lamadrid no sabe o no quiere adaptarse a la guerra simultánea. En este hombre, personal para todo, el ceder aunque sólo sea parcialmente el mando de una parte de su gente, es algo superior a sus propias fuerzas. Y de ese peculiar modo de ser suyo, resulta el hecho de que, por encima de todo, quiera terminar en forma definitiva con Ibarra, antes de pensar en prepararse de nuevo para volver a enfrentarse con Quiroga.

Lamadrid, invade Santiago del Estero

Resuelto a reincidir en la aventura de Bedoya, Lamadrid se pone en comunicación con el gobernador de Catamarca "manifestándole la orden recibida de actuar sobre Ibarra, previniéndole que saliese él con una división de quinientos hombres por la parte de Choya, sobre Santiago, a fin de sorprender a Ibarra, pues tenía él para dicha empresa al valiente teniente coronel Pantaleón Corvalán, santiagueño, mientras yo le llamaba la atención por el norte, pero señalándole el día del asalto y el punto en que debíamos reunirnos".

Estos párrafos de lo que dice Lamadrid en sus Memorias tienen singular importancia, especialmente cuando hacen hincapié en que él señala "día del asalto" y "punto de reunión” porque una circunstancia imprevista, al retardar la marcha de la columna que manda, determina el fracaso de la parte principal de los planes.

Matute llega a Tucumán con sus colombianos, se une al ejército de Lamadrid y ambos salen de la ciudad para iniciar la campaña. Pero como poco antes los colombianos reciben un anticipo de su paga, y desde que están necesitados de ciertas cosas, Matute autoriza que algunos de ellos vuelvan a la ciudad, donde se embriagan y cometen una serie de atropellos. Se alarma el pueblo ante el abuso, corren los cívicos a las armas y se produce una riña colectiva dentro de la ciudad misma. Cuando un vecino de la zona en que se libra la lucha corre al campo de Lamadrid para contarle lo que ocurre, éste le reprocha a Matute haber dado licencia a la tropa sin su consentimiento. Matute se disculpa y ofrece ir al pueblo para traer a los abusadores. Ya no es tiempo, pues los cívicos, después de reducirlos, los traen presos, reclamando un escarmiento que termine con la prepotencia de los colombianos. Matute no se hace rogar. Coloca contra un paredón al soldado que considera más responsable de los hechos, consigue la autorización de Lamadrid y lo hace pasar por las armas.

Todo parece resuelto. ¿Resuelto? No. Este incidente hace perder veinticuatro horas a la columna de Lamadrid, que ya no está capacitada para coordinar, en tiempo, los planes trazados de acuerdo con el gobernador de Catamarca.


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